Septiembre 15
La Iglesia Católica ha venerado siempre con singular cariño los siguientes siete dolores de la Virgen: Primer Dolor: El nacimiento de Jesús en un pobre portal. Otras mamás ven nacer a su hijo en una clínica, o en una casa, en una cama, aunque sea pobre. La Virgen tuvo que ver nacer a su hijo en un pesebre, en una canoa de echar de comer a los animales, en una cueva barrida por el viento, en el mísero portal que nuestros pecados le prepararon al Redentor. Ese fue su primer dolor, y con su pobreza aprendió a comprender a todos los que sufren por falta de lo necesario y se conmueve mucho cuando ellos le suplican su ayuda. Siempre viene corriendo en ayuda de los necesitados, porque ella supo lo que es ser pobre y faltarle a uno lo necesario. Segundo Dolor: La presentación en el templo. A los cuarenta días de nacido, presentaron al Niño Jesús en el Templo y el profeta Simeón lo tomó en sus manos y dijo: "Este niño será causa de división: de salvación para unos y de perdición para otros, y por causa de él, una espada de dolor atravesará tu corazón, María" (San Lucas 2, 34).
Desde entonces supo María que Jesús sería
perseguido, y que a Ella le esperaban grandes penas a causa de su hijo.
Porque, como dice San Pablo "Todo el que quiera vivir como lo manda
Dios, sufrirá persecuciones". Tercer Dolor: La Huida a Egipto. Cuando
los magos fueron a visitar al Niño Dios a Belén, el malvado rey Herodes
les dijo que volvieran a Jerusalén a contarle dónde estaba el Niño,
porque él deseaba ir a adorarlo. Los magos, por orden de Dios, no
volvieron a donde Herodes, y entonces éste mandó a sus soldados a que
mataran todos los niños menores de dos años; un ángel anunció a José que
debían huir antes de que llegaran los asesinos y así de noche, huyeron a
Egipto (S. Mateo 2, 13). El viaje a Egipto fue algo sumamente duro: son
caminos peligrosos, con el miedo de ser alcanzados por la policía, con
un sol de 40 grados, sin agua para tomar por el camino; ir a un pueblo
de desconocidos, otro idioma, fuera de la patria, etc...
La Madre de
Dios se preparaba con este espantoso sufrimiento para comprender a todos
los que tienen la pena de tener que salir de su tierra querida,
alejarse de sus familiares, sufrir peligros, desempleo, etc., etc. Por
eso la llamamos "Madre Dolorosísima", porque ninguna otra mujer ha
sufrido más que ella. Pero tampoco hay mujer que sepa comprender y
ayudar mejor a los que sufren. Cuarto Dolor: La Pérdida de Jesús en el
templo. José al volver de Jerusalén a Nazaret pensaba: "Como Jesús
apenas tiene 12 años, seguramente se habrá ido con el grupo de las
mujeres". Y María pensaba: "Como Jesús ya tiene 12 años seguramente se
fue con el grupo de los hombres". Y así ninguno de los dos se extrañó de
que en el primer día de camino Jesús no estuviera a su lado.
Pero esa
noche, al encontrarse, su primera exclamación fue: "¿Y Jesús, no venía
contigo?. Qué noche de terrible angustia: No podían regresarse todavía
porque esos caminos llenos de atracadores no se pueden recorrer de
noche. Pero al día siguiente corrieron a Jerusalén. María recorre las
casas de sus familiares. ¡Cuántos pensamientos habrán pasado por su
mente angustiada! ¿Lo habrán secuestrado? (¡Tantos niños eran
secuestrados para venderlos como esclavos luego!). ¿Le habrá sucedido
una desgracia? ¿Estará Dios disgustado por esto? ¡Y así tres largos y
penosos días! María se estaba preparando para poder compadecer a todos
los que pasamos angustias, ansiedades, temores y dudas. Quinto Dolor: Se
encuentra con Jesús en la calle de la amargura.
El viernes Santo, cerca
del mediodía, La Virgen está en la plaza, junto al palacio de Pilato,
escuchando los resultados de aquel juicio injusto. De pronto oyó que
Pilato leía la sentencia que helaba de terror la sangre de los
ajusticiados: "Irás a la cruz. Quedas condenado a muerte". María siente
una pena inmensa. Pide a San Juan Apóstol que la conduzca hacia una de
las calles por donde va a pasar el cortejo hacia el Calvario. Y allí
espera a Jesús y pronto lo ve llegar. ¡Pero ya no es el imponente
profeta que predicaba en las montañas!. La S. Biblia dice que "Ya no
parecía un hombre. Uno retiraba la vista del horror al verlo. Tan
desfigurado estaba". (Isaías 53). Y, cuenta la tradición que la Virgen
Santísima, de la pena, se desmayó.
Por muchos siglos hubo allí una
capilla llamada del "Desmayo", y la gente explicaba que ahí se desmayó
la Virgen cuando se encontró con su hijo camino al Calvario. Nuestra
Señora: Patrona de las despedidas dolorosas: rogad por nosotros para que
en las horas de tristeza y de crueles separaciones, recibamos del Señor
toda la fortaleza necesaria para sufrir con valor y por Dios. Amén.
Pero María se repuso de su desmayo. Pidió a San Juan que la acompañara
hasta el Calvario y allí se fue porque ella repetía como Jesús: "Padre,
si no es posible que pase este cáliz de amargura sin que yo lo beba, que
no se haga lo que yo quiero, sino lo que Tú quieres. Hágase tu
voluntad" (S. Mateo 26, 42). Sexto Dolor: Jesús muere en la cruz. Ver
morir a un hijo es terrible. Pero ver morir al más bueno y amable de
todos los hijos, y de una muerte tan cruel, tan injusta, tan inhumana
como la que le dieron a Jesús, es el más grande tormento que un corazón
de mujer haya soportado sobre la tierra. Séptimo Dolor: Jesús bajado de
la cruz y colocado en brazos de su Santísima Madre.
La sepultura de
Jesús fue una de las más pobres que se han presenciado en la humanidad.
Solamente siete personas. Tres hombres y cuatro mujeres. La Virgen no
tuvo con qué comprarle una sepultura, ni siquiera una mortaja. Tuvieron
que prestarle de limosna un sepulcro, y regalarle unas sábanas para
envolverlo. Ella siempre pobre. ¡Patrona de todos los pobres! Allí
estaban representados todos los hombres: Un comerciante: José de
Arimatea. Un político: Nicodemo. Un obrero campesino: San Juan Apóstol. Y
además de nuestra Señora las tres Marías: María Magdalena, María Salomé
y María de Cleofás. Y nadie más. Entierro de pobre.
¡Y bien pobre!
¿Quién no aprecia la bella estatua de Miguel Angel llamada La Pietá (La
Piedad) donde vemos a la Sma. Virgen teniendo sobre sus rodillas el
cadáver de Jesús? ¡Es impresionante! Pero lo más impresionante debió de
ser su dolor en aquella hora. ¡Mas Ella no se desespera! Ella sabe bien
que la despedida con los muertos no es definitiva. Ella sabe que la
resurrección llegará para todos. Y esa esperanza de resurrección suaviza
la pena.
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