Beato Julián de San Agustín, Religioso Franciscano
Abril 8
Martirologio Romano: En Alcalá de Henares, en España, beato Julián de San Agustín, religioso de la Orden de Hermanos Menores Descalzos, que fue tomado por loco a causa de su exagerada penitencia y varias veces rechazado de la vida religiosa, predicando a Cristo más con el ejemplo que con palabras († 1606).
Martirologio Romano: En Alcalá de Henares, en España, beato Julián de San Agustín, religioso de la Orden de Hermanos Menores Descalzos, que fue tomado por loco a causa de su exagerada penitencia y varias veces rechazado de la vida religiosa, predicando a Cristo más con el ejemplo que con palabras († 1606).
Etimológicamente: Julián = Aquel que pertenece a la familia Julia, es de
origen latino.
Fecha de beatificación: el 23 de mayo de 1825 por el Papa León
XII.
Religioso profeso de la Primera Orden franciscana, que nació hacia 1553 y murió en 1606.
Religioso profeso de la Primera Orden franciscana, que nació hacia 1553 y murió en 1606.
Julián Martinet, nuestro beato, nació en Medinaceli (Soria), en Castilla la
Vieja, España, hijo de Andrés Martinet, francés fugitivo de Toulouse a causa de
los calvinistas, y de Catalina Gutiérrez, joven obrera de Aguaviva.
Ya enteramente educado, en edad juvenil vistió el hábito de los Hermanos
Menores en el Convento-Retiro de La Salceda. Desde un principio se dio a tan
exageradas penitencias, que sus hermanos de religión lo juzgaron loco y le
aconsejaron retirarse.
Después de mucha insistencia, fue recibido nuevamente, pero luego fue
despedido por los mismos motivos. Entonces se pasó a vivir cerca del convento
llevando una vida eremítica; cada día pedía a los frailes un trozo de pan, y
éstos, conmovidos por su vida santa, lo aceptaron por tercera vez en el convento
y así finalmente pudo emitir la profesión en la Orden franciscana en calidad de
religioso laico.
Después de una breve permanencia en los conventos de Alcalá y de Ocaña,
regresó de nuevo al convento de San Diego de Alcalá.
Al encomendársele el oficio de limosnero se distinguió por la rigurosa
mortificación, la pobreza y la humildad. Favorecido con el don de profecía y de
ciencia infusa, mereció una gran veneración de parte del pueblo, al que edificó
con sus virtudes y en el que logró muchas conversiones.
El amor hacia Dios le inspiraba comprensión para con el prójimo. La miseria
de los pobres despertaba en él una tierna compasión. Se interesaba por sus
necesidades, los consolaba hablándoles de la felicidad del cielo; exhortaba a
los ricos a ayudar a los pobres y a darles trabajo. Dividía su alimento con los
hambrientos.
Era maravilloso su apostolado cuando de puerta en puerta pedía la limosna.
Por muchos años ejercitó este apostolado con humildad y paciencia; tenía para
todos una palabra de aliento, para llevar almas a Dios, quien glorificaba la
humildad de su siervo con prodigios: muchos enfermos fueron curados,
multiplicaba los alimentos; profesores de la universidad de Alcalá a menudo iban
a consultarle sobre difíciles asuntos y volvían maravillados de sus respuestas,
convencidos de que Dios le había infundido la ciencia.
Después de una vida pura, inocente, mortificada, plena de obras buenas,
Fray Julián vio llegar finalmente la hora de la recompensa. Recibió los últimos
sacramentos con gran fervor y luego, con el rostro iluminado por una luz divina,
abandonó el destierro para llegar a la patria del cielo. Era el 8 de abril de
1606. Tenía 53 años de edad.
A la noticia de su muerte el clero, los profesores de la universidad, los
nobles y sobre todo el pueblo que él había amado tanto, acudieron al convento de
los Hermanos Menores para venerar al siervo de Dios, cuyo cuerpo permaneció
expuesto por dieciocho días. Numerosos milagros sucedieron en su tumba, que fue
colocada en una capilla que el pueblo de inmediato llamó de San Julián. En
Alcalá le dedicaron una calle: Calle San Julián.
=
Autor: Ferrini-Ramírez | Fuente: Franciscanos.org
No hay comentarios.:
Publicar un comentario