Beata María de la Encarnación Guyart, Viuda y Religiosa
Abril 30
Abril 30
Martirologio Romano: En Québec, en Canadá, beata María de la Encarnación Guyart Martin, la cual, siendo madre de familia, después de la muerte de su esposo confió a su hijo, aún pequeño, a los cuidados de su hermana e, ingresando en las Ursulinas, estableció la primera casa de este Instituto en Canadá, distinguiéndose por su actividad (1672).
Etimológicamente: María = Aquella señora bella que nos guía, es de origen
hebreo.
Francesa, nació en 1599 María Guyart, de familia humilde, en Tours, y a pesar de sentir muy pronto la vocación religiosa, fue en 1617 dada en matrimonio al comerciante Claudio Martin, que murió a los dos años, dejándole un hijo, también llamado Claudio. Y aunque todavía hubo de trabajar un tiempo como administradora de una empresa de su cuñado, ya en 1621 hizo voto de virginidad perpetua.
Francesa, nació en 1599 María Guyart, de familia humilde, en Tours, y a pesar de sentir muy pronto la vocación religiosa, fue en 1617 dada en matrimonio al comerciante Claudio Martin, que murió a los dos años, dejándole un hijo, también llamado Claudio. Y aunque todavía hubo de trabajar un tiempo como administradora de una empresa de su cuñado, ya en 1621 hizo voto de virginidad perpetua.
En esos mismos años, de trabajos y ajetreos, tuvo notables visiones de la
Trinidad y del Verbo encarnado, recibiendo en 1627 la gracia mística del
matrimonio espiritual. En 1631 ingresó, por fin, en las Ursulinas de Tours, en
donde su vida mística alcanzó más altos vuelos. Tomó el nombre de María de la
Encarnación.
En 1639, con la joven María de San José, pasó a América para fundar en
Quebec (Canadá). Guardando allí clausura conventual, fue desde entonces el alma
de las misiones en la Nueva Francia. Son años de altísima vida mística,
reflejada en admirables escritos y en miles de cartas. María de la Encarnación,
en medio de guerras y revueltas, incertidumbres y martirios, avances misionales
y retrocesos, fue como el corazón de la Iglesia naciente, ayudando a unos,
aconsejando a otros, y animando a todos.
Para entrar mejor en la vida misional, aprendió pronto las lenguas nativas,
el iroqués, el montañés, el algonquino y el hurón, hasta el punto de que compuso
diccionarios y catecismos. Uniendo a la oración y a la penitencia su palabra
encendida, convertía con la gracia de Dios a las personas, llamándolas a
perfección. Su mismo hijo Claudio llegó a ser un excelente benedictino, y
escribió más tarde la biografía de su madre (París 1677).
En una ocasión confesaba la Beata: «Gracias a la bondad de Dios, nuestra
vocación y nuestro amor por los indígenas jamás han disminuido. Yo los llevo en
mi corazón e intento, muy dulcemente, mediante mis oraciones, ganarlos para el
cielo. Existe siempre en mi alma un deseo constante de dar mi vida por su
salvación» (Herencia 528).
María de la Encarnación murió en 1672 con gran fama de santidad. Declarada
venerable en 1911, fue beatificada el 22 de junio 1980, como «Madre de la
Iglesia católica en el Canadá», por S.S. Juan Pablo II.
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Autor: José María Iraburu | Fuente: hispanidad.tripod.com/hechos.htm ||
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