Agosto 4
Martirologio Romano: En Valencia, España, Beatos Ricardo Gil Barcelón (sacerdote) y Antonio Arrué Peiró (postulante), miembros de la Congregación de la Pequeña Obra de la Divina Providencia, asesinados por odio a la fe († 1936)
Fecha de beatificación: 27 de
octubre de 2013, durante el pontificado de S.S.
Francisco.
Madrugada del 4 de febrero de 1910.
Un humilde sacerdote sale de la iglesia de "Sant´Anna dei Palafrenieri" en el
Vaticano para iniciar una de sus jornadas, llena de fatigas entrelazadas con
incesante
oración.
Las iglesias están todavía
cerradas; las calles desiertas; el viento mordaz sacude los residuos perezosos
de la noche. A buen paso se encamina hacia la estación y llega, mientras la
claridad del día va extendiéndose, a la avenida Vittorio Emanuele, cerca de la
fuente de la "navicella", al lado de la calle. Este cura del norte mira
alrededor, nunca saciado, fascinado por la grandeza cristiana de Roma, motivo de
sentimientos y sincera oración. Delante de la nueva iglesia inclina la cabeza
vertiendo una invocación a su querido San Felipe Neri, "Pippo bono", como
también suele
llamarle.
La vista se alza para contemplar
fugazmente la magnífica fachada diseñada por Rughesi. De rodillas y casi
encorvado sobre el peldaño delante del postigo aún cerrado, hay una masa negra,
inmóvil. Una figura en actitud absorta y casi arrebatada. Don Orione - era Él
este cura del norte - se siente empujado a acercarse; tiene la impresión de que
sea un sacerdote: sus manos juntas y una profunda piedad se lo hacen creer... Es
de estatura superior a la media; el hábito y el sombrero están limpios pero muy
pobres y desteñidos. Sin embargo hay en Él algo que habla de candor y firmeza en
la voluntad de
bien.
"¿Quién eres?", pregunta Don
Orione.
"¡Soy un hijo de la Divina Providencia!", responde el sacerdote.
"¡También yo soy hijo de la Divina Providencia! Pues entonces me perteneces un poco, sonríe Don Orione. Tengo una congregación cuyos miembros se llaman Hijos de la Divina Providencia".
"¡Soy un hijo de la Divina Providencia!", responde el sacerdote.
"¡También yo soy hijo de la Divina Providencia! Pues entonces me perteneces un poco, sonríe Don Orione. Tengo una congregación cuyos miembros se llaman Hijos de la Divina Providencia".
El desconocido se levanta. Los dos
sacerdotes se miran a los ojos: la sonrisa de Don Orione atrae, como un imán, la
sonrisa del otro. Se ha entablado una
amistad.
Se acompañan tranquilamente en la
calle todavía silenciosa, atraídos por una inmediata y recíproca simpatía.
Aceleran el paso porque es tarde para Don Orione que no puede permitirse el lujo
de perder el tren: muchas cosas le esperan. Mientras hablan una atracción mayor
vierte al corazón del desconocido seguridad y confianza que se resuelve en
confidencia.
Es español, sacerdote. Ha venido a
pie desde Valencia, en peregrinación de penitencia, para implorar a Dios que le
enseñe el camino que debe seguir: necesita mucha luz interior. Hasta hoy no ha
hecho otra cosa que vagar siguiendo un gran sueño de amor, de evangelización, de
santidad.
"Vete a la Iglesia de Santa Ana,
preséntate en nombre mío y espérame", concluye Don Orione. "¡Dios nos inspirará
y la Santa Virgen nos llevará de la
mano!".
De este modo el Padre Ricardo Gil
entró en la Órbita de Don Orione; y, ocurriendo todo aquello que había afirmado
graciosa y proféticamente en aquella fría mañana de febrero, terminó como un
Hijo de la Divina
Providencia.
La historia de uno de tantos
sacerdotes, heroicos testigos de la fe y mártires durante la persecución
religiosa en España en 1936, se inicia así, en las puertas del
Vaticano.
El P. Ricardo Gil Barcelón había
nacido en Manzanera, en España, el 27 de octubre de 1873, en una familia noble y
desahogada. Tan brillante en los estudios como en la música, gozaba de la vida
cómodamente: caballos, entretenimientos, alegres compañías, mitos juveniles.
Volvió a la casa paterna descontento de sí mismo, cansado de un mundo del que
apenas había visto su superficialidad y probado su
vanidad.
Tomó casi como un acto liberador la
posibilidad de enrolarse en la artillería del ejército español empeñado entonces
en las Filipinas en la lucha tanto contra los rebeldes de Mindanao como contra
el incipiente imperio estadounidense. En un momento de gran peligro, rezó a la
Virgen. La inexplicable liberación del peligro le hizo pensar en el Cielo. En la
compañía de los militares para divertir, se puso a tocar la guitarra y a cantar.
No quisieron que sus manos manejasen ya armas, sólo instrumentos musicales. El,
inquieto, empezó a juntarlas para
orar.
Entró con los dominicos, frecuentó
la Pontificia Universidad de Manila suscitando admiración. Se ordenó sacerdote
en 1904 con el porvenir asegurado: vice-bibliotecario de la universidad y
capellán de la catedral. Sin embargo parecía faltarle algo para estar en paz.
Volvió a España, desde allí salió hacia Italia, a pie, mendigando, ayudando a
los pobres y visitando santuarios lugares de
santos.
La Divina Providencia le había dado
cita, aquella mañana del 4 de febrero de 1910 con Don Orione. Estuvo por algún
tiempo en la comunidad de los Ironistas que oficiaban en "Sant´Anna dei
Palafrenieri" en el Vaticano; se encontró con Pío X. Había entendido por fin la
fuente de su inquietud: la santidad y la
caridad.
Viajó con Don Orione a Mesina al
tiempo de la reconstrucción de la ciudad después del terrible terremoto, y
después durante 10 años en Cassano Ionio, en Calabria, custodio del santuario de
la Virgen de la Cadena y de un grupito de huérfanos allí acogidos. Desde 1923 a
1927 en Roma, dividiendo su tiempo entre la colonia agrícola de Santa María, en
Monte Mario, y la populosa Parroquia de "Ognisanti", fuera de la puerta de San
Juan. Vuelto a Cassano Ionio por un breve periodo, tuvo que probar el cáliz
amargo de una calumnia terrible que fue seguida de un mes de
cárcel.
Viendo en Él temple de pionero, en
1930, Don Orione envió al Padre Gil a España con la orden de abrir una
avanzadilla de su joven Congregación. Empezó en extrema pobreza, a la orionista:
evangelio, obras de caridad y mucha confianza en la Divina
Providencia.
Para España eran años llenos de
desórdenes sociales terribles y de persecución religiosa. Cuando en julio de
1936 el huracán anarquista y comunista sacudió aquella región llenÁndola de
desolación y muerte, el Padre Gil fue respetado hasta el final porque se ocupaba
de los más pobres. Dos veces fueron a su casa los milicianos para eliminarle
como a tantos otros. Dos veces se interpuso la gente del vecindario diciendo:
"¡Es bueno, ayuda a los pobres, nuestros hijos comen porque está Él!". La
tercera vez, el 3 de agosto, cerraron la discusión: "¡Es precisamente a los
buenos a los que buscamos
nosotros!".
Un joven aspirante, Antonio Arrué
Pairó, que no estaba en casa, vio el camión en el que habían hecho subir al
Padre. No lo dudó un momento, corrió a su encuentro y quiso a toda costa
permanecer con Él. Al día siguiente fueron llevados juntos al Saler de Valencia.
Fusilaron al Padre Gil que a la propuesta blasfema de gritar "¡viva la
anarquía!" prefirió gritar "¡Viva Cristo Rey!". Antonio - según el relato de un
guardia - al ver caer al Padre se arrojó a su lado para sostenerlo. Los guardias
comunistas le fracturaron el cráneo con la culata del
fusil.
Junto a algún centenar de
sacerdotes, monjas y laicos, representantes de una gran lista, estos dos
testimonios están siendo encaminados hacia el honor de los
altares.
"Once obispos, dieciséis mil
sacerdotes asesinados y ni un solo apóstata. ¡Oh, si pudiese yo también, como
tú, gritar con garganta desgarrada mi testimonio en el esplendor del mediodía!
Decían que dormías, hermana España, pero dormías como quien finge el sueño. Y he
aquí un interrogante, y he aquí de golpe esos dieciséis mil mártires. ¿De dónde
me vienen tantos hijos?, exclama aquella que creían estéril". (Del poema de Paul
Claudel, Mártires cristianos en tierra de
España)
S.S. Benedicto XVI firmó el 20 de
diciembre de 2012 el decreto con el cual se reconoce el martirio de los Siervos
de Dios Ricardo Gil Barcelón (sacerdote) y Antonio Arrué Peiró (postulante), lo
cual permitirá su beatificación, misma que se realizara -Dios mediante- el 27 de
octubre de
2013.
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Autor:
P. Flavio Peloso | Fuente: www.santo.donorione.org
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