La Virgen María fue Asunta al Cielo en Cuerpo y Alma
Agosto 15
Agosto 15
Asunción significa que María fue llevada en cuerpo y alma al cielo por el
poder de Dios, a diferencia de la Ascensión del Señor que lo hizo por su propio
poder.
LA DEFINICIÓN DOGMÁTICA
El Papa Pío XII, en la Bula Munificentissimus Deus, del 1-XI-1950, proclamó
solemnemente el dogma de la Asunción de María con estas palabras:
Pronunciarnos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado que la
Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida
terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celeste” (DZ. 2333).
EXPLICACIÓN DEL CONTENIDO DEL DOGMA
De la definición pontificia conviene destacar dos aspectos
importantes:
1° Que la Asunción de María ocurre inmediatamente después del término de su
vida mortal y,
2° se hace hincapié en la glorificación de su cuerpo más que en la gloria
de su alma, como se explicará a continuación.
Cumplido el curso de su vida terrena
La Asunción de María ocurre inmediatamente después del término de su vida
mortal, así pues, para entender correctamente esta frase hay que considerar las
siguientes cuestiones:
a) el significado de la fórmula;
b) la intención del Papa al usar dicha fórmula y no otra y,
c) las posibles conclusiones.
a) La fórmula significa que la Asunción de María no hay que aplazarla hasta
el final de los tiempos, como sucederá con todos los hombres, sino como hecho
que ya ocurrió; y, además que el cuerpo santísimo de la Virgen no sufrió
descomposición alguna, como ocurre con los cadáveres.
b) El Papa quiso prescindir de la cuestión de la muerte de María en la
fórmula definitoria, y por ello la expresión utilizada es igualmente válida,
tanto si se entiende que la Virgen murió al final de su vida terrena, cuanto si
se piensa en la glorificación del cuerpo mediante la donación de la inmortalidad
gloriosa sin pasar por la muerte.
c) En la Bula aparece repetidas veces el tema de la muerte de María, pero
ello ?estudiado bien el texto? no favorece ni niega la postura contraria. Hay
que decir, en resumen, que aún no se ha llegado a una solución definitiva sobre
este punto.
La glorificación celeste del cuerpo de Santa María
Este es el elemento esencial del dogma de la Asunción. Enseña que la
Virgen, al término de su vida en este mundo, fue llevada al cielo en cuerpo y
alma, con todas las cualidades y dotes propias del alma de los bienaventurados e
igualmente con todas las cualidades propias de los cuerpos gloriosos. Se trata,
pues, de la glorificación de María, en su alma y en su cuerpo, tanto si la
incorruptibilidad y la inmortalidad le hubieren sobrevenido sin una muerte
previa como si le hubiesen sobrevenido después de la muerte mediante la
resurrección.
Una vez visto el contenido del dogma, con más fuerza y claridad se aprecia
el hincapié que se hace sobre la glorificación corporal de María – más que la de
su alma- , si tenemos en cuenta lo siguiente:
a) María estuvo exenta de todo pecado: del original y del actual;
b) tuvo la plenitud de gracia y santidad correspondientes a su condición y
dignidad de ser la Madre de Dios;
c) el premio o castigo del alma ?para todo hombre? es inmediato a la
muerte.
Por consiguiente, resulta sencillo entender que el premio del alma de María
?por su excelsa santidad? estaba ya decidido, esto es, su glorificación; por
ello, resultaría supérflua la definición si no tratara sobre todo de la
glorificación inmediata del cuerpo, que es en lo que consiste el privilegio de
la Asunción.
Escribía Pablo VI: “Nuestra aspiración a la vida eterna parece cobrar alas
y remontarse a cimas maravillosas, al reflexionar que nuestra Madre celeste está
allá arriba, nos ve y nos contempla con su mirada llena de ternura” (Discurso,
15?VIII 1963).
El Concilio Vaticano II se expresa de modo semejante cuando dice: “1a Madre
de Jesús, de la misma manera que, glorificada ya en los cielos en cuerpo y alma,
es imagen y principio de la Iglesia que habrá de tener su cumplimiento en la
vida futura, así en la tierra precede con su luz al peregrinante Pueblo de Dios
como signo de esperanza cierta y de consuelo, hasta que llegue el día del Señor”
(Const. dogm. Lumen gentium, n.68; cfr. Sacrosanctum Concilium, n.103).
FUNDAMENTOS O RAZONES DE ESTE DOGMA
La definición pontificia sobre la Asunción de María estuvo precedida, desde
muchos siglos atrás, de múltiples razones teológicas y testimonios que llevaron
– en su momento – a la feliz proclamación de este dogma mariano. Las principales
razones fueron las siguientes.
La creencia universal de la Iglesia
Desde los primeros siglos hasta nuestros días, la unanimidad de la fe del
pueblo cristiano, quedó de manifiesto con la respuesta unánime y afirmativa de
todos los obispos del mundo -que a su vez representaba al pueblo fiel de todo el
orbe-, a la consulta que sobre la definibilidad de la Asunción de María hiciera
el Papa Pío XII en el año de 1949 (cfr. DZ. 2332).
El testimonio de los Padres
La Tradición de la Iglesia, expresada en sus Padres y Doctores, pone de
manifiesto su intuición y su fe en esta ver dad, la cual se refleja
ejemplarmente en los autores que enseguida se citan.
San Juan Damasceno, en el siglo VII, escribe: “convenía que aquella que en
el parto había conservado íntegra su virginidad, conservase sin ninguna
corrupción su cuerpo después de la muerte; convenía que aquella que había
llevado en su seno al Creador, hecho niño, habitara en la morada celeste;
convenía que la Esposa de Dios entrara en la casa celestial; convenía que
aquella que había visto a su Hijo en la Cruz, recibiendo así en su corazón el
dolor de que había estado libre en el parto, lo contemplase sentado a la diestra
del Pa dre; convenía que la Madre de Dios poseyera lo que corresponde a su hijo
y que fuera honrada como Madre y esclava de Dios por todas las criaturas
(Homilía en la dormición de la Virgen: PG 96,742).
San Germán de Costantinopla, del siglo VII: “Así como un hijo busca y desea
estar con la propia madre, y la madre ansía vivir con el hijo, así fue justo
también que Tú, que amabas con un corazón materno a tu Hijo y Dios, volvieses a
Él. Y fue también muy conveniente que Dios, que te amaba como Madre suya, te
hiciere partícipe de la comunidad de vida con Él mismo. De esta forma, Tú,
habiendo sufrido la pérdida de la vida, propia de las cosas caducas, has
emigrado a las mora das que durarán por los siglos, allí donde mora Dios, junto
al que Tú vives, oh Madre de Dios, sin separarte de su compañía” (Homilia in
Dormitionem B.V. Mariae).
Recogiendo la doctrina de sus predecesores, Juan Duns Scoto, en el siglo
XIV, podía afirmar: “Convenía, Dios podía hacerlo, luego lo hizo” (In III
sententiarum, dist. III, q.1; cfr. DZ. 2331).
Los grandes privilegios marianos
El fundamento del dogma de la Asunción de María se desprende y es
consecuencia de los anteriores dogmas marianos. En efecto, si por la plena
asociación de María a la persona y a la obra de su Hijo se debió su redención
anticipada; por esa misma razón, convenía también su glorificación anticipada,
su asunción corporal, como veremos enseguida.
a) Por su Inmaculada Concepción
Puesto que María – por su Inmaculada Concepción - estuvo exenta de todo
pecado, no quedaba sujeta a la ley de padecer la corrupción del sepulcro –
castigo del pecado – ni, por consiguiente, tampoco tenía necesidad de esperar la
redención de su cuerpo hasta el fin del mundo.
Si la resurrección es el triunfo y el trofeo de la Redención, a una
redención preventiva y anticipada, como ocurrió en María, corresponderá también
una anticipada resurrección. Por ello, primicias de la redención de Cristo en el
alma de María fueron su preservación del pecado y la plenitud de gracia, y
primicias, de la redención en su cuerpo fueron su incorruptibilidad y su
anticipada glorificación.
b) Por su divina Maternidad
Si Adán y Eva introdujeron en el mundo la muerte del alma, que es el pecado
y, con él también la muerte del cuerpo, que es la corrupción; Cristo, por el
contrario, introduce la vida del alma ?que es la gracia?, y la inmortalidad del
cuerpo por medio de la resurrección. Por estas dos consideraciones, María que es
Madre de Cristo y Madre de los hombres, es lógico que la que es causa de vida y
antídoto contra la muerte, Ella, no permanezca en el sepulcro presa de la misma
muerte.
Así pues, dado que nuestro Redentor es hijo de María, su glorificación
anticipada parece ser exigida: Cristo que pu diendo dar a su Madre tanto honor y
tanta gloria, necesariamente lo hizo.
“No era tampoco admisible que Tú, Vaso que contuvo a Dios, fueses disuelta
en el polvo de la corrupción, que destruye todos los cuerpos… Era necesario que
la Madre de la Vida cohabitase con la Vida y recibiese la muerte como un sueño
y, en tanto que Madre de la Vida, fuese su traslado como el despertar” (San
Germán de Constantinopla, Homilia in Dormitionem B.V. Mariae).
c) Por su perpetua virginidad
Finalmente la virginidad perpetua de María, nos conduce a la conveniencia
de su incorruptibilidad. Cuando pensamos en el cuerpo santísimo de María, tan
divinamente poseído de Dios, no se concibe que sea presa de la corrupción; por
ello puede afirmarse que su misma virginidad exige los esplendores de la
glorificación corporal.
CONSECUENCIAS PARA LA FE Y LA PIEDAD
a) La Asunción de la Virgen es un argumento prueba de que todos los
hombres, de los que Ella es Madre, estaremos también en el Cielo con nuestro
cuerpo glorificado: si aprendemos a gastar la vida en el cumplimiento de la
voluntad de Dios como lo hizo Santa María.
b) María es nuestra esperanza, pues en Ella se ha dado con plenitud lo que
todo hombre está llamado a ser al final de los tiempos. María es nuestro
consuelo, ya que podemos dirigirnos a aquella que antes de nosotros recorrió
este valle de lágrimas y ahora fija sus ojos en la luz eterna. María es nuestro
refugio porque con su ternura nos devuelve la paz y, por su poderosa intercesión
nos sabemos amparados. Glorificada anticipadamente, vive en el Cielo con una
solicitud maternal y amorosa por todos sus hijos.
“Subió al cielo nuestra Abogada, para que, como Madre del Juez y Madre de
Misericordia, tratara los negocios de nuestra salvación” (San Bernardo, Hom. en
la Asunción de la B.V. María).
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Juan Gustavo Ruiz Ruiz - encuentra.com
Gálatas 1:8 si aun nosotros o un ángel del cielo os anunciara otro evangelio contrario al que hemos anunciado sea anatema (maldito) ¡¡¡CUÁNTA IDOLATRÍA Y BLASFEMIA AY POR AQUI!!!
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