San Alipio de Tagaste,
Obispo
Agosto 15
Martirologio Romano: Conmemoración de san Alipio,
obispo de Tagaste, en Numidia, que en un tiempo fue discípulo de san Agustín y,
posteriormente, compañero suyo de conversión, colega en el ministerio pastoral,
camarada en la lucha contra los herejes, para, finalmente, también ser partícipe
con él de la gloria del cielo.
Etimología:
Alipio = sin pena. Viene de la lengua griega.
Las noticias sobre la vida de
ALIPIO podemos hallarlas, casi totalmente, en las obras de su gran amigo san
Agustín, con quien compartió los errores de la juventud, la conversión y las
fatigas del apostolado.
Nació en Tagaste (hoy Souk Ahras, Argelia), de
padres que formaban parte de la clase noble local. Pequeño de estatura, pero de
ánimo fuerte y de carácter virtuoso, trabó una afectuosa e íntima amistad con
Agustín, hasta el punto de que éste lo llama repetidamente “frater cordis mei”,
hermano de mi corazón. Con él compartió los errores de juventud, la conversión,
la vida religiosa y las fatigas del apostolado. San Agustín le describe como
persona de índole religiosa, de gran honradez e imparcialidad por su amor a la
justicia.
Algún año más joven que su amigo, frecuentó las escuelas de
gramática de su tierra y las de retórica en Cartago; lo precedió en Roma, donde
fue a estudiar derecho, y, más tarde, lo acompañó a Milán. En Roma fue consejero
del “comes” distribuidor de las subvenciones a Italia, y dio muestras, poco
frecuentes en estas circunstancias, de integridad y desinterés. Resistió
enérgicamente a las pretensiones de un potente senador que intentó inducirlo a
cometer irregularidades, mostrándose indiferente, con la admiración general,
tanto ante las amenazas como ante las lisonjas: “Alma rara, escribe san Agustín,
que no hizo caso de la amistad, ni temió el resentimiento de un hombre tan
poderoso, célebre por los innumerables medios de que dispuso para hacer el bien
o el mal”. La amistad con Agustín sirvió para retraerlo momentáneamente de la
pasión por los juegos del circo, pero le arrastró el maniqueísmo.
Con el
amigo, Alipio vivió la aventura del retorno a la fe. Casto de constumbres, le
fue una gran ayuda en la lucha contra las pasiones y le desaconsejó unirse a una
mujer para no renunciar a vivir libremente en el amor de la sabiduría. Estuvo
presente en la crisis de la conversión y siguió su ejemplo. Se retiró con él a
Casiciaco, donde participaba en las discusiones filosóficas y, junto con él,
recibió el bautismo el 25 de abril del 387. Al año siguiente, Alipio volvió a
África, y en Tagaste se retiró con los amigos a la vida cenobítica. En el 391
siguió a Agustín en el monasterio de Hipona. Poco después, viajó a oriente e
hizo amistad con san Jerónimo. Fue estimado por san Paulino de Nola, quien
admiró su santidad y su celo.
Elegido obispo de Tagaste, hacia el año
394, cuando Agustín era todavía sacerdote, a su lado, casi durante cuarenta
años, brilla en la iglesia de África como reformador del clero, maestro de vida
monástica (santa Melania, la joven, permaneció siete años en Tagaste bajo su
dirección) y defensor de la fe contra donatistas y pelagianos.
En el 411
participó en la conferencia de Cartago, siendo uno de los siete obispos
católicos que disputaron con los donatistas. Contra los pelagianos se empleó con
tal fuerza, que los herejes le unieron a Agustín en el odio y a Jerónimo en el
mérito. En el 416 participó en el concilio de Milevi (Numidia) y escribió sobre
esta reunión al papa Inocencio.
Por motivo de la causa pelagiana viajó
varias veces a Italia, llevando obras agustinianas al pontífice Bonifacio y al
“Comes” Valerio. En el 428, desde Roma, le mandó al amigo una réplica de
Juliano, e insistió para que le contestara. Son las últimas noticias que tenemos
de él. Se supone que estuvo en Hipona durante la muerte de san Agustín y que
murió en el mismo año de 430.
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Fuente: www.agustinos-es.org
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