Beatos Jacobo Salès y Guillermo Saultemouche, Mártires
Febrero 7
†: 1593 - país: Francia
B: Pío XI 6 jun 1926
En
Aubenas, en la región de Viviers, en Francia, beatos mártires Jacobo
Salès, presbítero, y Guillermo Saultemouche, religioso de la Orden de la
Compañía de Jesús, que con su predicación consolidaron la fe del
pueblo. Tiempo después, al caer la ciudad en manos de los disidentes, un
domingo, y en presencia de toda la población, fueron martirizados.
Llegada la hora, cuando vieron que en efecto se disponían sus verdugos a darles muerte, ambos se arrodillaron para esperar la muerte en actitud de oración. Ambos, además, se pusieron a orar encomendando sus almas al Señor. El sacerdote recibió un arcabuzazo, luego una puñalada y finalmente otro le clavó un cuchillo en la garganta que acabó con su vida. El hermano Guillermo se echó entonces sobre el cadáver del sacerdote afirmando que nunca se separaría de él. Con una espada le atravesaron el costado, siendo luego rematado con sables y mazazos. Expirando no dejaba de pronunciar el nombre de Jesús. Eran las dos de la tarde.
Santiago había nacido en Lezoux (Francia) el año 1556. Muerta su madre cuando tenía diez años, fue confiado al colegio jesuita de Billón, e ingresó en la Compañía el año 1573. Hechos los estudios y ordenado sacerdote, fue profesor de teología unos años, pasando luego a las misiones populares, en las que inculcaba una gran devoción al Santísimo Sacramento. Devuelto a Tournon para enseñar otra vez teología, simultaneó este encargo con la predicación popular. El gobernador de Aubenas, ciudad reconquistada de manos de los hugonotes, solicitó para el adviento de 1592 un jesuita que fuera buen teólogo pues era inevitable la disputa con los protestantes. Fue designado Santiago y se le dio por compañero al hermano Guillermo Saultemouche que lo acompañase y asistiese.
Guillermo había nacido en Saint-Germain-l'Herm (Francia) en 1557, hijo de un italiano, por lo que su apellido originario era Saltamocchio, pasado luego al francés. Había ingresado en la Compañía de Jesús en 1579 y estaba destinado en Tournon hacía poco, con fama de religioso cumplidor y diligente. Ambos marcharon animosos a cumplir el encargo.
El domingo primero de Adviento hubo el primer sermón, y acudieron también protestantes a oírlo. Sus predicaciones gustaron tanto que se le pidió al provincial de la Compañía que lo dejaran allí hasta Pascua, y así se concedió. Hecha la predicación en la ciudad, se pensó en visitar también los pueblos cercanos, y en efecto Santiago y Guillermo los visitaron. Pero en Ruoms uno que se había hecho protestante sin pensarlo demasiado, como tenía dudas de conciencia, le pidió al P. Santiago que tuviera una discusión pública con el ministro protestante Pedro Labat. Y se convino que la discusión tendría efecto, pero Labat no se presentó.
El P. Santiago llega a percatarse de que los hugonotes pensaban romper la tregua y apoderarse de Aubenas, y decidió por ello volver a esta ciudad y dar el aviso. Pero no se le hizo caso sino que se insistió en que los hugonotes guardarían la tregua. Esta falsa confianza sirvió para que en efecto el 6 de febrero de 1593 la ciudad fuera asaltada por los hugonotes, que fácilmente se apoderaron de ella. En cuanto la ciudad fue suya, buscaron y detuvieron a los dos jesuitas. Llevados a la casa del juez La Faye, había allí varios ministros protestantes que tuvieron diatribas con el sacerdote católico sobre diversos puntos de doctrina, discutiéndose especialmente sobre el sacramento de la eucaristía. Uno de los pastores protestantes era Labat, el que no compareció a la diatriba preparada días antes.
A éste le entregó el P. Santiago un manuscrito con los argumentos católicos a favor de la presencia real de Cristo en la eucaristía. Labat lo tomó y en un sermón público que dio a continuación rebatió la doctrina católica sobre el asunto. Seguidamente incitó al jefe de los hugonotes a que acabara con la vida del jesuita. Y acompañado del mismo y otra gente armada acudió a donde ambos religiosos estaban detenidos. Cuando llegaron y el P. Santiago vio su intención intentó salvar la vida del hermano, haciendo ver que no era más que su acompañante, pero cuando se fueron a llevar al sacerdote, el hermano Guillermo se negó a abandonarlo. Y por ello ambos fueron martirizados, como queda narrado más arriba. Los cuerpos de los mártires fueron luego arrastrados por las calles de la ciudad. El papa Pío XI beatificó a ambos mártires el 6 de junio de 1926.
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fuente: «Año Cristiano» - AAVV, BAC, 2003
Tomado de: El Testigo Fiel
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