Beata Piedad de la Cruz Ortiz Real, Fundadora
Febrero 26
Fundadora de la Congregación de Hermanas Salesianas del Sagrado Corazón de Jesús
Fundadora de la Congregación de Hermanas Salesianas del Sagrado Corazón de Jesús
Martirologio Romano: En Alcantarilla, en la Región de Murcia, España, beata Piedad de la Cruz (Tomasa) Ortiz Real, virgen, que por amor a Dios se dedicó con celo a la educación y a la catequésis de los pobres y fundó la Congregación de Hermanas Salecianas del Sagrado Corazón de Jesús.
Fecha de beatificación: 21 de marzo de 2004 por el Papa Juan Pablo
II.
Piedad de la Cruz Ortiz Real, hija de José y de Tomasa, nació en Bocairente, (Valencia) —España—, el 12 de noviembre de 1842, siendo bautizada al día siguiente con el nombre de Tomasa. Ocupaba el quinto lugar entre ocho hermanos.
Piedad de la Cruz Ortiz Real, hija de José y de Tomasa, nació en Bocairente, (Valencia) —España—, el 12 de noviembre de 1842, siendo bautizada al día siguiente con el nombre de Tomasa. Ocupaba el quinto lugar entre ocho hermanos.
En la escuela se distinguió por la piedad, la constancia y el talento en la
música, en el bordado y en la recitación.
A los diez años hizo su primera Comunión. Con mirada retrospectiva ella
misma narra así sus sentimientos: «Cuando recibí por primera vez la Sagrada
Comunión, quedé como anonadada y experimenté que Jesús me llamaba a la Vida
Religiosa». Este encuentro con Cristo en la Eucaristía la marcó para siempre.
Tomasa querrá ser del Señor y vivir para Él.
Completó su formación humana y espiritual en el Colegio de Loreto que las
Religiosas de la Sagrada Familia de Burdeos tenían en Valencia. Cuando pidió
ingresar en el noviciado de ese Instituto, su padre, considerando la situación
política de la época y la juventud de Tomasa, la obligó a volver a casa.
Tres aspectos caracterizaron esta etapa de su vida en Bocairente: el
espíritu de piedad y oración, su dedicación a hacer el bien a los niños pobres,
los ancianos y enfermos y el tesón en dar una respuesta a aquello que sintió en
su interior el día de la primera Comunión.
Por fin, Tomasa, parece que podría realizar el sueño de su vida:
Consagrarse al Señor en un convento de Carmelitas de clausura en Valencia, pero
una enfermedad, la obligó a abandonar el noviciado y volver a la casa paterna.
Una vez recuperada, hizo un nuevo intento de ingresar en un convento de clausura
y otra vez ocurrió lo mismo.
A través de estos acontecimientos, Tomasa descubrió que Dios no la quería
por ese camino. Ella le pedía ver claro cuál era su voluntad, y su oración era
ésta: «Tuya, Jesús mío, tuya quiero ser, pero díme dónde».
Con la certeza de sentirse llamada a una vida de especial Consagración,
pero con la duda de dónde la quería Dios, Tomasa se dirigió a Barcelona. Allí,
después de muchas dificultades, el Señor respondió a la búsqueda vocacional de
Tomasa haciéndola vivir una profunda experiencia mística, en la que el Corazón
de Jesús, mostrándole su hombro izquierdo ensangrentado, le dijo: «Mira cómo me
han puesto los hombres con sus ingratitudes, ¿quieres tú ayudarme a llevar esta
cruz?». A lo que Tomasa respondió: «Señor, si necesitas una víctima y me quieres
a mí, aquí estoy, Señor». Entonces, el Redentor le dijo: «Funda, hija mía, que
de ti y de tu Congregación siempre tendré misericordia».
Esta Experiencia fue crucial para Tomasa, le dio tal certeza, que jamás se
borraría de su mente y de su corazón. Desde ese momento, comprendió que Dios le
pedía dar vida a un nuevo Instituto.
El interrogante ahora era dónde fundar, dónde dar respuesta positiva a la
invitación de Cristo a llevar la cruz de los más pobres, de los que menos
cuentan para este mundo. El Obispo D. Jaime Catalá fue quien le indicó que le
abriera el corazón a su confesor y que hiciera lo que él le indicaba. Con este
gesto, Tomasa, se sometió en fe a la Jerarquía de la Iglesia para hacer la
voluntad de Dios.
Las inundaciones del río Segura que en 1884 habían destrozado la huerta
murciana y la escasez de Congregaciones religiosas en esta zona, hizo que la
orientara hacia esos lugares de mayor necesidad.
En el mes de marzo, Tomasa, acompañada de tres postulantes, salió de
Barcelona camino de Puebla de Soto, a 1 km. de Alcantarilla, para fundar allí,
con la autorización del Obispo de Cartagena-Murcia, la primera Comunidad de
Terciarias de la Virgen del Carmen.
Los habitantes de la huerta murciana aún no se habían repuesto de la
tragedia de las inundaciones de 1884, cuando apareció el cólera. Tomasa, —que
por entonces había tomado el nombre de Piedad de la Cruz— y sus Hijas se
multiplicaban en el cuidado a los enfermos y a las niñas huérfanas en un
hospitalillo que ella llamó de «La Providencia».
Iban llegando otras jóvenes, atraídas por el modo de vivir de aquellas
primeras Terciarias Carmelitas. La Casa se quedó pequeña, hubo que comprar la de
Alcantarilla. También se estableció una nueva Comunidad en Caudete... Todo hacía
pensar que al fin, Tomasa había encontrado el lugar donde llevar a cabo su
vocación.
Sin embargo... de nuevo la cruz. Era el signo que ella había pedido para
saber que todo aquello era de Dios: «Fundar en tribulación» y el Corazón de
Jesús se lo concedió con creces.
Aunque la Virgen María ocupó un lugar muy importante en el corazón y en la
vida de Tomasa, su Carisma estaba centrado en el Corazón de Cristo. Y...
¡designios de Dios! Aparecieron algunas tensiones entre las Comunidades de
Alcantarilla y Caudete, ya que la Congregación no tenía aún la aprobación
diocesana.
En el mes de agosto, las Hermanas de Caudete se dirigeron a Alcantarilla y
se llevaron las novicias, dejando a Madre Piedad sola con Sor Alfonsa. Fueron
días de mucho dolor. La Fundadora, como siempre, se refugió en la oración, se
postró ante el Cristo del Consuelo y allí permaneció horas y horas clavada a sus
pies. Sufre, pero no se rompe, porque la barquilla de su vida estaba bien
anclada en el Señor.
Una vez más acudió a la Jerarquía eclesiástica en busca de orientación y de
luz. Será el Obispo Bryan y Livermore quien envíe a Tomasa y a su fiel
compañera, Sor Alfonsa, al Convento de la Visitación de las Salesas Reales en
Orihuela para hacer un mes de ejercicios espirituales y para proyectar una nueva
Fundación, tomando como protector a un Santo Obispo. Es aquí, donde el Espíritu
Santo iluminó vivamente a M. Piedad, al tiempo que la llenaba de fuerza
profética, le mostraba su verdadero Carisma, y el título de su Congregación, que
estaría bajo el patrocinio de S. Francisco de Sales.
Y... llegó la hora de Dios. Era el 8 de septiembre de 1890. Nacía en la
Iglesia, después de muchas dificultades y tribulaciones, la Congregación de
Hermanas Salesianas del Sagrado Corazón de Jesús, una Congregación donde el
Corazón de Cristo quiere ser amado, servido y desagraviado de las ofensas que
recibe de los hombres. Y al amar, servir y desagraviar, ver el rostro del Señor
en las niñas huérfanas, en las jóvenes obreras, en los enfermos, en los ancianos
abandonados... y ayudarles a llevar la cruz.
Nos legó su propio Carisma: Hacer sensible ante los hombres, especialmente
pobres, el amor del Padre Providente, manifestado en el Corazón misericordioso
de Jesús abierto en brazos de la Cruz.
Aunque toda la vida de Madre Piedad fue una renuncia al mundo, no por eso
había «huido» del mundo, sino que seguía en él haciendo el bien y luchando
contra el mal. Testigos de ello fueron tantos matrimonios rotos o a punto de
romperse, tantas jóvenes a las que iba a buscar a las fábricas para formarlas en
la escuela dominical, niñas sin hogar a las que amó entrañablemente, ancianos
solos, enfermos ...
Vivió pobre y murió pobre, sentada en un sillón, porque «Aquel —decía
señalando el Crucifijo— murió en la cruz y yo no debo morir en la cama, sino en
el suelo». Expiró con el crucifijo en los labios y en la santa paz de Dios. Era
el sábado, 26 de febrero de 1916.
La gente sencilla exclamaba con profundo sentimiento: ¡Ha muerto una santa!
¡Ha muerto nuestra madre!
El día 6 de febrero de 1982 tuvo lugar en la Diócesis de Cartagena-Murcia
la apertura del Proceso de Beatificación y Canonización de la Sierva de
Dios.
El día 7 de mayo de 1983 fue clausurado dicho Proceso, pasando a Roma, que
aprueba la validez del mismo el 3 de febrero de 1984.
Después de un estudio exhaustivo sobre las virtudes practicadas por Madre
Piedad, el 1 de julio de 2000, en el Vaticano, en presencia de S.S. Juan Pablo
II, se dio lectura al Decreto de reconocimiento de Virtudes Heroicas, y el 12 de
abril de 2003 al Decreto sobre el milagro, dando paso así a la Beatificación en
Roma el 21 de marzo de 2004.
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Fuente: Vatican.va
Tomado de: es.catholic.net
Tomado de: es.catholic.net
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