viernes, febrero 15, 2013

¿DE QUÉ TE SIRVE LA ORACIÓN?

¿DE QUÉ TE SIRVE LA ORACIÓN?

Un hombre bebía y oraba para dejar de beber. Sin embargo seguía con el mismo vicio. Un día le dijo la esposa: “Si no dejas de beber, no ores, porque es un insulto a Dios. Aquellas palabras se le grabaron profundamente. Siguió orando, pero empezó a buscar ayuda profesional y a poner todo de su parte. Y con el tiempo dejó de beber.

Jesús insistió en la práctica de la oración: Pedid y recibiréis; velad y orad para no entrar en tentación; vigilad todo el tiempo en oración; orad por los enemigos, y por los que os calumnian y persiguen; rogad para que el Padre envíe operarios a sus mieses.

Tanto los evangelios como san Pablo nos hablan de la necesidad de la oración. El Señor nos manda que oremos sin cesar, con insistencia, con vigilancia, con perseverancia: conviene orar y no desfallecer; vigilad todo tiempo en oración; vigilad y orad para no entrar en tentación. Lo mismo aconseja Pablo. Perseverad en la oración, dice a los Colosenses; orad sin tregua, a los Tesalonicenses; orad en todo tiempo con fervor con toda suerte de oraciones y plegarias, a los Efesios; sed asiduos en la oración, a los Romanos.

Muchos cristianos oran cuando necesitan la oración, para resolver algún problema y dejan de orar cuando lo han resuelto. Hay que orar no porque se guste o no se guste, porque apetezca o no, sino por una convicción de fe.
El camino de la oración supone el camino de la conversión y la búsqueda de la justicia y del amor. La oración cristiana se apoya en la experiencia de Dios en la vida y en la acción y lleva al compromiso con los hermanos. La oración es eficaz (Lc 11, 9-13), nos hace redentores con Jesús.

En Sap 7, 7-14 se presenta la sabiduría como fruto de la oración. “Rogué y me fue dada la prudencia, supliqué y vino a mí el espíritu de sabiduría” (Sa 7, 7). La sabiduría consiste en saber vivir y conducirse según los valores más nobles del ser humano. Es la capacidad para orientar la vida según la voluntad de Dios. Es el tesoro más grande que una persona puede tener (Sa 7, 11)

A Martín Luther King le sirvió la oración para no abandonar la lucha por su pueblo, para sacar fuerzas para seguir amando. Así lo cuenta él:

“Tras una jornada de mucho trabajo me acosté tarde. Mi mujer dormía ya y cuando yo estaba a punto de dormirme sonó el teléfono. Una voz colérica me dijo: `Escucha negro, estamos hartos de ti. Antes de una semana lamentarás haber venido a Montgomery`. Colgué pero ya no tenía sueño; me pareció que todos mis temores se agolpaban. Salté de la cama y me puse a dar vueltas por la habitación. Terminé en la cocina donde me preparé una taza de café. Entonces estuve a punto de abandonar. Intentaba encontrar un medio de desaparecer sin que pareciese cobarde. En este estado de agotamiento, cuando mi valor estaba a punto de desaparecer, decidí hablar con Dios de mi problema.

Con la cabeza entre las manos me incliné sobre la mesa de la cocina y me puse a rezar en voz alta. Lo que le dije a Dios aquella noche permanece todavía vivo en mi memoria. “Vine aquí por lo que yo creía justo, pero ahora tengo miedo; las gentes llegan a mí para que los guíe, pero si yo voy delante sin fuerzas y sin valor también vacilarán ellas. Estoy al límite de mis fuerzas y no me queda nada; he llegado al punto en el que solo no puedo hacer nada”. En este momento sentí como ninguna otra vez la presencia divina. Era como si pudiese escuchar la seguridad de una voz interior que me decía: “¡En pie a favor de la justicia! ¡Adelante por la verdad! ¡Dios estará a tu lado!” Tan pronto como perdí mis temores, mi incertidumbre desapareció, y estuve dispuesto a afrontar cualquier cosa. “La situación exterior no había cambiado, pero Dios me concedió la calma interior”.

La oración es un intercambio de amor, un vaciarse para llenarse de Dios. En la oración cuenta la intención, lo que se lleva en el corazón. Lope de Vega lo expresó así:

Si no llevas intención
y casto y limpio deseo
¿De qué te sirve la oración
=
Fr. Eusebio Gómez Navarro, OCD

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