Su nombre no está incluido en el Martirologio Romano actual
Es uno de los innumerables mártires anónimos. Voy a ver si consigo explicarme. El Martirologio Romano lo menciona junto con Pedro, Rústico, Herabo, Mario Palatino y ocho compañeros más de martirio cuyos nombres ni siquiera se mencionan. Le doy el calificativo de «anónimo» o desconocido por no tener noticia de ninguna circunstancia que nos hable del lugar, tiempo o clase de padecimientos que tanto él como sus compañeros sufrieran por la fe. Sólo conocemos sus nombres. A lo más que podemos llegar -y esto como suposición- es que padecieron por Jesucristo en África, por el relato concordante, aunque dependientes entre sí por las fuentes que utilizan, de hagiógrafos que se inclinan por este probable detalle.
El Hagiologio lusitano de Pedro Cardoso, la Crónica de España de Martín 
Carrillo y Moreno Vargas en su Historia de Mérida sostienen que sufrieron 
martirio en la Bética, en un lugar llamado Medellín, cerca de Mérida.
En este caso no se ha dado paso a la fábula; la imaginación popular no pudo 
poner aditamentos posteriores y postizos a la figura humana de estos héroes 
cristianos; el genio no ha sabido describir minuciosamente, como en otros muchos 
casos, gestas sobreaumentadas con afanes ejemplarizantes pero ajenos a la 
estricta realidad histórica. Esta influencia de la fantasía disculpable y 
bienintencionada hizo mucho bien a generaciones de lectores y de oyentes 
cristianos; muchos se sintieron animados a la fidelidad más estrecha a la fe y a 
la paciencia en los momentos duros. Otro tipo de lectores no corrieron la misma 
suerte; por tener un espíritu más crítico en asuntos históricos, o por estar 
imbuidos de una mentalidad racionalista cerrada a todo lo sobrenatural, el 
estilo anteriormente descrito les llevó a un apartamiento de la Iglesia en 
cualquiera de sus manifestaciones y la tildaron de arcaica y demasiado crédula. 
Como sucede en todos los asuntos, hay para todos los gustos y nunca llueve a 
gusto de todos.
A la muerte de estos mártires, por razones ignotas para nosotros y que sólo 
Dios conoce, no siguió un culto martirial posterior que mantuviera viva su 
memoria hasta el fin del tiempo; nos queda la noticia escueta de su entrega 
hasta la muerte y la heroicidad de la paciencia.
Hacen bien las sociedades cultas en mostrar agradecimiento a los héroes 
-aunque éstos sean anónimos- que en épocas difíciles fueron quienes sostuvieron 
la patria con su cultura, su libertad y las tradiciones de los mayores que, una 
vez pasada la situación de crisis, luego siguen disfrutando las generaciones 
futuras, cada una «actual» en su época. No se les atribuyen gestas concretas 
reconocidas ni están avalados por triunfos personales; simplemente dieron su 
vida ¿se les puede pedir más? Juntos forman una masa anónima y son los más y 
probablemente los más importantes. Hicieron posibles los bienes presentes que 
son su herencia. Probablemente este sea el lógico y noble intento de las 
sociedades cultas actuales cuando levantan en lugares preferentes monumento al 
«Soldado Desconocido», queriendo expresar de algún modo -y dejarlo testimoniado 
a las generaciones futuras- su agradecimiento.
Eusebio Palatino fue uno de estos personajes anónimos que supo personar la 
fidelidad a Jesucristo y la fortaleza hasta el fin con el tesón de los que 
entienden valer la pena su entrega. Mi testimonio agradecido a él y a sus 
compañeros anónimos.
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Fuente: Archidiócesis de Madrid

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