San José Oriol, Presbítero
Marso 23
Martirologio Romano: En Barcelona, en España, san José Oriol, presbítero, quien, con la mortificación corporal, el cultivo de la pobreza y la continua oración, mantuvo una constante unión con Dios, enriquecido de dones celestiales (1702)
Martirologio Romano: En Barcelona, en España, san José Oriol, presbítero, quien, con la mortificación corporal, el cultivo de la pobreza y la continua oración, mantuvo una constante unión con Dios, enriquecido de dones celestiales (1702)
Fecha de canonización: 20 de mayo de 1909 por el Papa Pío X.
Nació en Barcelona, España, y quedó huérfano de padre siendo todavía muy pequeño. Jovencito fue admitido como monaguillo y cantor en una iglesia, y viendo los sacerdotes su gran piedad y devoción se propusieron costearle los estudios de seminario. Pasaba muchas horas rezando ante el Santísimo Sacramento en el templo.
Nació en Barcelona, España, y quedó huérfano de padre siendo todavía muy pequeño. Jovencito fue admitido como monaguillo y cantor en una iglesia, y viendo los sacerdotes su gran piedad y devoción se propusieron costearle los estudios de seminario. Pasaba muchas horas rezando ante el Santísimo Sacramento en el templo.
Ordenado sacerdote, y habiendo recibido en la universidad el grado de
doctor, se dedicó a la educación de la juventud. Era sumamente estimado por las
gentes y muy alabado por su gran virtud y por sus modos tan amables que tenía en
el trato con todos, pero Dios le dejó ver el estado de su alma y desde ese día
ya no tuvo José ningún sentimiento de vanidad ni de orgullo. Se dio cuenta de
que lo que ante los ojos de la gente brilla como santidad, ante los ojos de Dios
no es sino miseria y debilidad. Desde el día en que Dios le permitió ver el
estado de su alma, José Oriol se propuso nunca más volver a comer carne en su
vida y ayunar todos los días.
A San José Oriol le concedió Dios el don de la dirección espiritual. Las
gentes que iban a consultarlo volvían a sus casas y a sus oficios con el alma en
paz y el espíritu lleno de confianza y alegría. A las personas que dirigía les
insistía en que su santidad no fuera sólo superficial y externa, sino sobre todo
interior y sobrenatural.
El santo nunca se atribuía a él mismo ninguno de los prodigios que obraba.
Decía que todo se debía a que sus penitentes se confesaban con mucho
arrepentimiento y que por eso Dios los curaba. En sus últimos años obtuvo de
Dios el don de profecía y anunciaba muchas cosas que iban a suceder en el
futuro. Y hasta anunció cuando iba a suceder su propia muerte. En un día del mes
de marzo del año 1702, mientras cantaba en su lecho de enfermo un himno a la
Virgen María, murió santamente. Tenía apenas 53 años.
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Fuente: ACI Prensa
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