Beato Jacobo Gapp, Presbítero y Mártir
Agosto 13
Martirologio Romano: En Berlín, en el lugar llamado Plötzensee, en Alemania, beato Jacobo Gapp, presbítero de la Compañía de María y mártir, que, con firmeza de ánimo, proclamó que los criminales proyectos de un régimen militar enemigo de la dignidad humana y cristiana estaban en total desacuerdo con la doctrina cristiana. Por ello, sometido a persecución, se dirigió a Francia y España en calidad de desterrado, pero, apresado por unos emisarios, murió finalmente decapitado (1943).
Martirologio Romano: En Berlín, en el lugar llamado Plötzensee, en Alemania, beato Jacobo Gapp, presbítero de la Compañía de María y mártir, que, con firmeza de ánimo, proclamó que los criminales proyectos de un régimen militar enemigo de la dignidad humana y cristiana estaban en total desacuerdo con la doctrina cristiana. Por ello, sometido a persecución, se dirigió a Francia y España en calidad de desterrado, pero, apresado por unos emisarios, murió finalmente decapitado (1943).
El P. Jakob Gapp fue condenado a muerte por defender la fe católica y
por criticar las doctrinas del nazismo.
Había nacido en Wattens, Austria, el 26 de julio de 1897. Sintió la llamada
de Dios cuando tenía 22 años, e ingresó en el noviciado de los marianistas.
Recibió la ordenación sacerdotal cuando tenía 33 años. Pronto se vio envuelto en
un ambiente de tensiones y de luchas políticas, debidas, sobre todo, al
creciente influjo de las ideas hitlerianas. Tras estudiar a fondo el pensamiento
del nacionalsocialismo, llegó a la conclusión de que era una doctrina
intrínsecamente anticatólica. Decidió, desde entonces, oponerse con decisión a
la misma.
El nacismo llegó a imponerse en Alemania y en Austria, por lo que la vida
del P. Gapp corría grave peligro. Sus superiores decidieron que fuese a trabajar
primero a Francia, y luego a España. En España se dedicó especialmente a la
formación de los jóvenes, en medio de no pocas incomprensiones y críticas.
Pero la policía secreta de Hitler había decidido acabar con su vida. Por
medio de un personaje misterioso, que se hizo pasar por un judío deseoso de
convertirse, prepararon una trampa. El P. Jakob Gapp fue invitado por el falso
amigo a hacer un paseo por el sur de Francia (ocupada por los alemanes), donde
fue inmediatamente arrestado por la Gestapo. Era el mes de noviembre de
1942.
Gapp atravesó Francia para ser encarcelado en Berlín. Allí fue procesado
como traidor. Se han conservado las actas de los interrogatorios, en los que el
P. Gapp defendió con firmeza su fe católica y su deseo de mantenerla con
coherencia, con amor, plenamente consciente de que podría perder su vida con su
actitud de creyente convencido.
Fue condenado a muerte. La ejecución de la sentencia quedó fijada para el
13 de agosto de 1943. Era el día del aniversario de su ingreso al noviciado de
los marianistas. Antes de morir, pudo escribir dos breves cartas, una a sus
primos y otra a su superior. En ellas se descubre la sencillez, el valor y la fe
propia de tantos mártires de ayer y de hoy, de tantos hombres y mujeres que
ponen en Cristo toda su esperanza.
A sus primos les decía, entre otras cosas, lo siguiente: “Hoy será
ejecutada la sentencia. A las 7 me presentaré a mi buen Salvador, a quien
siempre amé ardientemente. No lloréis por mí. Soy plenamente feliz. Sin duda que
he pasado muchas horas en la tristeza, pero he podido prepararme a la muerte del
mejor modo posible. ¡Buscad vivir santamente y soportad cualquier cosa por amor
de Dios, para que podamos reencontrarnos en el cielo! Saludad a todos, parientes
y conocidos. En el paraíso me acordaré de todos”.
Y continúa un poco más adelante: “Después de haber luchado largo tiempo
contra mí mismo he llegado a considerar este día como el más hermoso de mi vida.
Dios os recompense por todo el bien que me habéis hecho desde mi niñez. ¡Seppl,
querido Seppl, cuántas veces te he recordado! No estés triste. Todo pasa, sólo
el cielo permanece. Nos encontraremos de nuevo. Entonces no habrá ninguna
separación. ¡Avisa de mi muerte a los más íntimos! He sido condenado como
traidor a la patria”.
En la carta que dirige a su superior, escrita ese mismo día, expresa ideas
parecidas. “¡Reverendísimo y querido padre superior! Me siento obligado a
escribirle ahora, pocas horas antes de mi muerte, para saludarle. El pasado 2 de
julio, fiesta del Sagrado Corazón, fui condenado a la decapitación como traidor
contra la patria. La ejecución tendrá lugar esta tarde, a las 7.
Durante el tiempo de prisión, es decir, desde el 9 de noviembre del año
pasado, he tenido tiempo para reflexionar largamente sobre mi vida. Le agradezco
de corazón todo lo que ha hecho por mí el tiempo que lo he conocido. Me
considero todavía miembro de la Sociedad de María: renuevo mis votos y me
ofrezco a mí mismo al buen Dios a través de nuestra Madre del cielo. Le pido
perdón por las molestias que haya podido ocasionar, fuesen las que fuesen. He
pasado por momentos realmente difíciles, pero ahora soy plenamente feliz. Creo
que todo esto me ha ocurrido para que pueda santificarme en este tiempo de
pruebas. ¡Salude de mi parte a todos los hermanos! Yo saludaré a los que ya han
pasado a la otra vida. Todo pasa, sólo el cielo permanece”.
Son escritos llenos de humanidad y de fe. También el mártir sufre, también
pasa por momentos de oscuridad, de maduración. También siente, como todos, miedo
al momento del sacrificio. Pero Dios da la fuerza para ser fieles, Dios no deja
de acompañar a quien con amor da la vida por confesar su fe.
El testimonio del P. Jakob Gapp, beatificado por Juan Pablo II el 24 de
noviembre de 1996, nos sirve para levantar una vez más los ojos al cielo y
pensar en lo que realmente vale la pena. “Todo pasa, sólo el cielo
permanece”.
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Autor: P. Fernando Pascual
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