Beato Marcos de Aviano (Carlos Domingo) Cristofori, Presbítero Capuchino
Agosto 13
Martirologio Romano: En Viena, en Austria, beato Marcos de Aviano (Carlos Domingo) Cristofori, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos. Sapiente predicador de la palabra de Dios, se interesó de modo extraordinario por los pobres y enfermos, y suscitó en los poderosos la voluntad de actuar según la fe y la paz por encima de todo (1699).
Nació en Aviano el 17 de noviembre de 1631 en el seno de una familia acomodada. Fue bautizado ese mismo día con el nombre de Carlo Domenico. Juntamente con sus diez hermanos, recibió en su pueblo natal una buena formación espiritual y cultural, que se perfeccionó en los años 1643-1647 en el colegio de los jesuitas de Gorizia. Allí amplió su cultura clásica y científica e intensificó su vida de piedad, participando en las congregaciones marianas.
El clima épico de guerra que se libraba por entonces entre la República de
Venecia y el Imperio turco influyó decisivamente en la vida del joven Carlo.
Impulsado por el deseo de dar su vida por la defensa de la fe, abandonó el
colegio de Gorizia y se dirigió a Capodistria. Allí, agobiado por el hambre y
las fatigas del viaje, llamó a la puerta del convento de los capuchinos. El
superior, además de darle comida y alojamiento, le aconsejó que volviera cuanto
antes a la casa de sus padres.
Durante la breve permanencia con los capuchinos de Capodistria, iluminado
por la gracia, descubrió que podía realizar de modo diferente su vocación al
apostolado y al martirio. Así, decidió abrazar la austera vida capuchina. En
septiembre de 1648 entró en el noviciado de Conegliano y el 21 de noviembre de
1649 emitió la profesión religiosa con el nombre de Marco de Aviano. Después de
los estudios de filosofía y teología, el 18 de septiembre de 1655 fue ordenado
sacerdote en Chioggia.
Destacó por su intensa oración y por su fidelidad a la vida común, vivida
en la humildad y el ocultamiento, y animada por el celo y la observancia de las
reglas y constituciones de la Orden.
Desde el año 1664, en el que obtuvo el "carné de predicación", dedicó
todas sus energías al apostolado de la palabra por toda Italia, principalmente
en los tiempos fuertes de Cuaresma y Adviento. También desempeñó cargos de
gobierno: en 1672 fue elegido superior del convento de Belluno, y en 1674 fue
nombrado director de la fraternidad de Oderzo.
El 8 de septiembre de 1676, fue enviado a predicar al monasterio de San
Prosdócimo, en Padua. Allí, por su oración y su bendición, se curó
instantáneamente la monja Vincenza Francesconi, que desde hacía trece años yacía
enferma en cama. También en Venecia, un mes después, se verificaron
acontecimientos extraordinarios parecidos, de forma que comenzó a difundirse por
doquier su fama de santidad y cobró más crédito su predicación.
Sin turbarse por ello, prosiguió con sencillez su apostolado de la palabra.
En especial, exhortaba a sus oyentes a incrementar su vida de fe y su vivencia
cristiana, a arrepentirse de sus pecados y hacer penitencia.
La noticia de sus milagros y curaciones extraordinarias hizo que fuera cada
vez más requerida su presencia, especialmente por reyes y soberanos. En sus
últimos veinte años de vida tuvo que realizar, por obediencia a sus superiores
de la Orden o a la Santa Sede, fatigosos viajes apostólicos por toda
Europa.
Mantuvo una relación especial con el emperador Leopoldo I de Austria, a
cuya corte tuvo que dirigirse catorce veces, sobre todo en los meses de verano.
Participó activamente en la cruzada anti-turca en calidad de legado pontificio y
de misionero apostólico. Contribuyó de manera decisiva a la liberación de Viena
del asedio turco, el 12 de septiembre de 1683. De 1683 a 1689 tomó parte en las
campañas militares de defensa y liberación de Buda, el 2 de septiembre de 1686,
y de Belgrado, el 6 de septiembre de 1688. Favorecía la armonía dentro del
ejército imperial, exhortaba a todos a una auténtica conducta cristiana y
asistía espiritualmente a los soldados.
En los años siguientes realizó una gran actividad para restablecer la paz
en Europa, sobre todo entre Francia y el Imperio, y para promover la unidad de
las potencias católicas con vistas a la defensa de la fe, siempre amenazada por
los turcos.
En mayo de 1699 emprendió su último viaje hacia la capital del Imperio. Su
salud, ya frágil, se deterioró cada vez más, hasta el punto de que tuvo que
interrumpir toda actividad. El 2 de agosto recibió en el convento la visita de
la familia imperial y, a continuación, la de los más ilustres personajes de
Viena. Diez días después, el nuncio apostólico le llevó personalmente la
bendición apostólica del Papa Inocencio XII. Recibió los últimos sacramentos y
renovó su profesión religiosa. Murió el 13 de agosto de 1699, apretando entre
sus manos el crucifijo, asistido por sus augustos amigos el emperador Leopoldo y
la emperatriz Eleonora.
Fue beatificado por S.S. Juan Pablo II el 27 de abril de 2003
=
Fuente: Vatican.va
No hay comentarios.:
Publicar un comentario