Beato Julián Pozo Ruiz de Samaniego, Sacerdote y
Mártir
Agosto
9
Martirologio Romano: En Cuenca, España, Beato José Javier Gorosterratzu y cinco compañeros de la Congregación del Santísimo Redentor asesinados por odio a la fe († 1936-1938)
Martirologio Romano: En Cuenca, España, Beato José Javier Gorosterratzu y cinco compañeros de la Congregación del Santísimo Redentor asesinados por odio a la fe († 1936-1938)
Fecha de
beatificación: 27 de octubre de 2013, durante el pontificado de S.S.
Francisco.
Integran
el grupo: José Javier Gorosterratzu Jauranena, Ciriaco Olarte Pérez de
Mendiguren, Miguel Goñi Áriz, Julián Pozo Ruiz de Samaniego, Víctor (Victoriano)
Calvo Lozano y Pedro Romero Espejo
La infancia de Julián, un camino vocacional a la vida Religiosa
La infancia de Julián, un camino vocacional a la vida Religiosa
Nació en
el pequeño pueblo alavés llamado Payueta un 7 de enero de 1903, recibiendo el
día 9 siguiente el bautismo en la Parroquia del pueblo, dedicada a San Juan
Bautista y recibiendo el nombre de Julián. Fueron sus padres Toribio Pozo
Fernández y Micaela Ruiz de Samaniego Viana, una familia de hondas raíces de fe.
Desde pequeño destacó por ser un chico sincero, noble, obediente y vivo para el
aprendizaje. Recibió el sacramento de la Confirmación el 19 de abril de 1912 en
Peñacerrada (Álava) de manos del Obispo de Vitoria Mons. José cadena y
Eleta.
Teniendo
como fuente principal el Curriculum vitae (Nava del Rey-1920) que escribió como
ejercicio del noviciado. Nos cuenta que desde pequeño sintió en su corazón el
deseo de ser religioso y misionero. Este deseo fue alimentado mediante la
oración, sendas por las que anduvo precozmente desde esos 8 ú 9 años. ”Llegado a
los 10 años fuime penetrando poco a poco de la vanidad del mundo y de la dicha,
paz y franca alegría del claustro” (Curriculum Vitae, p. 2) a causa de la
oración y la meditación. Su madre también alentó tales deseos de la Vida
Religiosa mediante los recuerdos que tenía del Espino, donde había ido ella a
visitar a un hermano.
Dios que
pone deseos en el corazón de Julián, le abre las puertas para verlos realizados.
La ocasión se presentó con la muerte de su abuela. Fue al pueblo el tío
redentorista hermano de su madre P. Félix Ruiz de Samaniego; enterado de los
deseos de su sobrino, exhortó y alentó a Julián a mantenerse en ellos; pero al
ser demasiado joven, el P. Félix puso los ojos en otro sobrino que era un poco
mayor que Julián. Pero el mismo Julián nos dice que “Dios, que hace lo que
quiere y que no haya obstáculos a su voluntad, permitió en sus profundos juicios
que se enfriase el fervor del primo y abandonase por entero los proyectos de la
vocación. Entonces sin pensar más en mi corta edad, secundó el tío los planes
del cielo” (Curriculum, pp. 3-4), abriéndole las puertas del Seminario menor que
los Redentoristas tenían en El Espino (Burgos), donde ingresó el domingo 30 de
agosto de 1913.
El
tiempo en el jovenado trascurrió con el decurso normal de la adolescencia; según
Julián se sentía feliz por ver como se iba haciendo realidad su sueño; esta
felicidad fue acompañada por un proceso de crecimiento en su espíritu de
contemplación. El 6 de abril de 1915 deja el Espino y se pone en marcha a
Cuenca; allí los Redentoristas van a abrir otro seminario en el Convento de San
Pablo y pata echarlo a andar trasladan a algunos de los jovenistas de El Espino.
Poco nos ha dejado de este tiempo en su Curriculum. Allí, en Cuenca, permaneció
preparándose para el noviciado hasta el 9 agosto de 1919, víspera del inicio del
retiro para la recepción del hábito, en que tuvo lugar un contratiempo que
probaron la verdad de su vocación y el amor que sentía hacia la Congregación del
Santísimo Redentor: “acaeció pues, que los superiores viendo mi complexión
debilitada, juzgaron conveniente que fuera a pasar una larga temporada junto al
calor del hogar paterno. Esta noticia cayó de sorpresa sobre mí, la víspera del
retiro de la toma de hábito, 9 de agosto de
1919.
Supliqué; prometí; mas todo en vano. Tomé la resolución de no
cejar en el asunto, dando gracias a Dios por la vocación que sentía y
conformándome con su santa voluntad” (Curriculum pp. 4-5). Se encomendó a la
Virgen pidiéndole que tomara cartas en el asunto; y el 14 de agosto se le
comunica que se le esperaba en el Noviciado, en Nava del Rey (Valladolid). Según
la lectura que hacía del hecho Julián “era la mano de María, era la amorosa
Providencia de Dios. Sin mi noticia se me despidió; sin mi cooperación se me
volvió a admitir” (Curriculum, pp. 5-6). El día 25 de agosto de 1919, junto con
sus compañeros, vestía el hábito redentorista, iniciando así su noviciado bajo
la guía del P. Rafael
Cavero.
La vida
de Julián como redentorista, un camino de preparación al
martirio
Julián,
después del año de noviciado, profesa en Nava del Rey (Valladolid) el 26 de
agosto de 1920, tras lo cual se encamina a Astorga para realizar sus estudios
sacerdotales. Si su infancia va a estar centrada en sortear las dificultades
para realizar los deseos que Dios puso en su corazón de ser religioso, su vida
como redentorista va a estar centrada en asumir en su proyecto vital la
enfermedad crónica que le harán no apto para la vida apostólica de Misionero.
Junto a la enfermedad, creció en él la aceptación de la limitación, y la
alegría, el optimismo y el comunicarse siempre contento; la sonrisa siempre la
tuvo a flor de piel. La fuente de la que nos serviremos serán las cartas envió a
su familia. En ellas destaca y expresa un amor hacia su madre, su padrastro y
hermanastros. No sólo quería a las personas, sino que había cultivado una
facilidad para comunicar ese
cariño.
En 1921
se le desencadena una tuberculosis en el pulmón derecho. Con la exhumación y
recognición de sus restos en 2008 se le diagnosticó un proceso reumático de
notable gravedad que es el conocido como enfermedad de BETCHEREW, que produce
anquilosamiento de unos u otros segmentos de la columna vertebral y en los casos
avanzados, aparte de la limitación de movilidad del tronco, insuficiencia
respiratoria. Este problema le degeneró en una tuberculosis crónica. El 1 de
diciembre el Provincial le permite que vaya una temporada a su casa paterna de
Payueta para que se recupere. Efectivamente, se produce una notable mejoría. De
regreso a Astorga, y poniendo esfuerzo por su parte, se puso en los estudios a
la altura de sus compañeros y obtuvo muy buenas calificaciones (Cf. Carta a su
familia de Astorga, 6 de abril de 1922). El estudio lo deja agotado y le hace
vivir un estado de debilidad continuada; a pesar de ello va creando dentro de sí
un espíritu alegre, optimista y
contento.
El 15 de agosto de 1923 de nuevo tuvo una hemorragia que le duró 4 días. Según él una lección de realidad: “el día de la Asunción, fiesta solemne... y yo inmóvil, enclavado en cama, arrojando la vida en dolorosas bocanadas de sangre… Este contraste… me aferró más as mi vocación …” (Cf. Carta desde Astorga, 27 de septiembre de 1923). La revisión médica le prescribe descansar del estudio y restablecerse por las fuerzas naturales. Para ello se trasladará una temporada a Nava del Rey, a la casa noviciado. De regreso a Astorga se ordena de Subdiaconado el 14 de junio de 1925 de manos de Antonio Lenzo Lázaro; y después de recibir el Diaconado se ordena de Presbítero el 27 de septiembre de 1925.
El 15 de agosto de 1923 de nuevo tuvo una hemorragia que le duró 4 días. Según él una lección de realidad: “el día de la Asunción, fiesta solemne... y yo inmóvil, enclavado en cama, arrojando la vida en dolorosas bocanadas de sangre… Este contraste… me aferró más as mi vocación …” (Cf. Carta desde Astorga, 27 de septiembre de 1923). La revisión médica le prescribe descansar del estudio y restablecerse por las fuerzas naturales. Para ello se trasladará una temporada a Nava del Rey, a la casa noviciado. De regreso a Astorga se ordena de Subdiaconado el 14 de junio de 1925 de manos de Antonio Lenzo Lázaro; y después de recibir el Diaconado se ordena de Presbítero el 27 de septiembre de 1925.
El 3 de
diciembre de 1925 el P. Julián Pozo va destinado a Granada, por motivos de
salud. Como sacerdote y podrá ayudar en aquella comunidad según se lo permitan
sus fuerzas. Allí conocerá a la Sierva de Dios Conchita Barrecheguren, también
tuberculosa como él, a la que algunas ocasiones pudo consolar con la Eucaristía.
Esta moría con fama de santidad el 13 de mayo de 1927, reconfortada por el
auxilio de los sacramentos de la Reconciliación y de la Santa Unción y de la
Eucaristía como viático y el acompañamiento del P. Julián. No sólo los unió la
enfermedad y este momento; la vida de contemplación de ambos es similar. El P.
Julián será posteriormente un divulgador de la vida de Conchita regalando su
biografía (Cf. Carta dirigida a su hermana Elisa. Cuenca, 16 de marzo de 1935).
El 30 de octubre de 1927 sale de Granada con dirección a
Cuenca.
Desde
los primeros días de noviembre de 1927 hasta el día de su martirio su vida
transcurrirá en Cuenca. Este destino fue interrumpido desde el 27 de junio de
1933 al 4 de octubre de 1934 en que va destinado a El Espino (Burgos) como
confesor de los jovenistas. Un nuevo brote tuberculoso le obligarán a dejar esta
actividad pastoral y volver a Cuenca. Aunque tuvo que cuidarse debido a su
enfermedad, no eran pocas las personas que reclamaban su consejo, siempre
inteligente, sensato y lleno de
trascendencia.
Su vida
caracterizada por la enfermedad, la oración, la alegría expresada en forma de
sonrisa, el cariño y las atenciones para con los demás y la aceptación de la
propia limitación fueron madurando en él una santidad de vida que culminó con su
martirio. En una carta a sus padres desde Cuenca, con fecha de 9 de septiembre
de 1935 dice: “… pero ahora para vivir en estrecho lazo en el hermoso cielo que
espero está cercano! ¡Que alegría vivir desprendido de afectos desordenados y
terrenos y esperar un cielo eterno! Esto pido para ustedes, esto pidan para mí:
vivir escondidos con Cristo (en gracia) en Dios para después (muy pronto, pues
la vida es viento) triunfar en el cielo. Encomiéndoles a la Mamá del cielo…”. El
7 de octubre de 1928 el Superior de Cuenca, P. Joaquín Chaubel, le escribió a su
familia comunicándole el estado de la enfermedad; les decía: “No creo que sea
nada inminente, pero juzgo necesario avisarles. Nuestro buen padre es un santito
y creo que está deseando la muerte; así hacen las almas escogidas. Él mismo ha
pedido todos los sacramentos y yo no he querido negárselos. A las tres y media
de la madrugada acabo de dárselos y los ha recibido con gran
devoción”.
La
muerte de Julián, consecuencia lógica de su
vida
Acostumbrado a mantener la caridad, esperanza y fe en medio de
la enfermedad, y viviendo en medio de la tensión política en aquella Cuenca de
1936, fue madurando en su interior la idea del martirio. Un día, mientras
contemplaba desde la azotea del convento una manifestación izquierdista, ante
las proclamas de aquella comentó: “Qué dicha si pudiéramos morir
mártires”.
Salió de
San Felipe el día 20 de julio de 1936 junto con el H. Victoriano, que se
responsabilizó de su atención a causa de la enfermedad. Se alojaron en la casa
de Dª Eugenia y Joaquina Muñoz Girón (C. Andrés Cabrera nº 22) donde llevaron
vida de recogimiento y oración, disponiéndose para lo que pudiese pasar. El
tiempo que permanecieron allí, comenzó a intuir el fatal destino martirial y
suspirando por él, entre bromas, decía: “Nosotros no tenemos mártires; a ver si
vamos a ser los primeros mártires”. El 25 de julio, en que por indicación del
superior, ambos fueron a alojarse en el Seminario, donde coincidió con el P.
Gorosterratzu.
El día
31 de julio fueron martirizados los PP. Olarte y Goñi; el día 7 de agosto lo
fueron un sacerdote y su sobrino abogado; el 8 sacaron del Seminario, donde
estaba el P. Pozo al Sr. Obispo y a su secretario; el día 9 de agosto le tocó el
turno al P. Julián Pozo que caminó junto al sacerdote D. Juan Escribano
García.
Sus
cadáveres fueron recogidos “en el hectómetro segundo del kilómetro ocho de la
carretera de Cuenca a Tragacete próximo a esta Capital [de Cuenca]” (Cf. Acta de
defunción del Beato Julián Pozo Ruiz de Samaniego: Registro Civil de Cuenca,
Sección 3ª, Tomo 42, Folio 324, Número 642; inscrita el 13 de agosto de 1936).
La causa de la muerte, según la presente certificación, fue una herida cerebral.
“D. Crisóstomo Escribano pidió que le dejaran ir al martirio con sotana. Se lo
concedieron. Después de herido todavía pudo gritar un ¡Viva Cristo Rey!
–‘¿Todavía te atreves a gritar?’- le increparon los asesinos. Y en otra descarga
lo abrasaron a balazos. Cuando el Juzgado levató los cadáveres se le encontró el
escapulario colgado del cuello, el rosario en una mano y el crucifijo en la
otra. ¡Todo un arsenal para el triunfo. El Padre Pozo murió como había vivido:
en actitud amorosa de víctima; en postura de mártir clásico; de rodillas y
rezando el rosario… seguro que sonrió a los verdugos y a las balas. Había
sonreído siempre a todos y a todo, y se puede asegurar que no perdió la sonrisa
sino con la vida” (De Felipe, Nuevos Redentores, Madrid, PS. 1962, p.
188).
S.S.
Benedicto XVI firmó el 20 de diciembre de 2012 el decreto con el cual se
reconoce el martirio del Siervo de Dios José Javier Gorosterratzu y cinco
compañeros de la Congregación del Santísimo Redentor, lo cual permitirá su
beatificación, misma que se realizara -Dios mediante- el 27 de octubre de
2013.
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Fuente:
testigosdelaredencion.blogspot.com
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