miércoles, agosto 21, 2013

Santos Bonoso y Maximiano de Arjona, Mártires

Santos Bonoso y Maximiano de Arjona, Mártires
Agosto 21

Poco se sabe de estos santos mártires, Patronos de Arjona. Se cree que fueron dos soldados de Juliano el Apóstata, decapitados en Antioquía, en 363. Sus cuerpos descansan hoy en Arjona, Jaén.
La historia del hallazgo de sus restos, es sumamente pintoresca.

En 1616, Juan Muñoz, vecino de Andújar, se hallaba en Arjona cuando a eso de las once de la noche, entre la torre mocha y la torre del reloj oyó tres golpes de una esquila, que le parecieron los sones de la campanilla que anunciaba el Santo Viático. Divisó una luz, y se descubrió la cabeza para esperar el paso del Santísimo. Pero nadie pasó. Lo tuvo a cosa de duendes, y al día siguiente fue a confesarse con el prior de San Martín de Arjona. El prior prometió al día siguiente acompañarle al lugar de los extraños fenómenos.

En el mismo lugar entre la torre mocha y la torre del reloj, Juan Muñoz y el prior, a las once de la noche oyeron el tañido de la campanilla y entonces apareció un niño de unos doce años, en hábito de fraile. El prior, espantado, sacó la espada y conjuró a la infantil aparición: "Si eres cosa del otro mundo, di lo que vienes a buscar de nosotros". El niño respondió: "No es tiempo", y acto seguido seguido se desvaneció en el aire.

Alonso de Aguilera paseaba con don Miguel Mendoza por la torre del rastrillo, sin que supieran lo acontecido al prior y al de Andújar doce años antes. Eran las once cuando Alonso vio un hombre con un bordón blanco en la mano que paseaba por donde lo hacían los dos hidalgos. Alonso temió tropezar con el extraño paseante, pero al pasarle al lado la figura lo traspasó sin que el hidalgo sintiera obstáculo 

alguno, extrañándose de bulto tan inmaterial. Contaron el suceso al prior de San Martín, y el cura achacó a excesos de vino lo que decían haber visto, prohibiéndoles que contaran a nadie lo ocurrido.
Pero luces, cruces luminosas, ruidos y demás fenómenos sin explicación natural se iban repitiendo en Arjona. Contaron el suceso al prior de San Martín, y el cura achacó a excesos de vino lo que decían haber visto, prohibiéndoles que contaran a nadie lo ocurrido.
 
Pero luces, cruces luminosas, ruidos y demás fenómenos sin explicación natural se iban repitiendo en Arjona. Se empiezan a vivir una serie de manifestaciones fuera de los marcos de la normalidad. Y eso, como hemos comprobado por las declaraciones más tempranas, mucho antes (1612)

Persisten las cruces luminosas y las apariciones de extrañas criaturas; la vecindad empieza a entusiasmarse, entre temerosa y maravillada, contemplando prodigios de luz, a veces es una multitud de arjoneros la que asiste a espectáculos sobrenaturales. Empieza así la búsqueda de los restos mortales de esos santos que dice el Cabildo que fueron martirizados en Arjona, allá en tiempos de los romanos.

Después de encomendarse a Dios, por medio de la Reina de los Mártires, se inician una serie de excavaciones que, al cabo de unos días, saca a la luz restos humanos, acompañados de vestigios materiales que hacen cierto un espantoso suplicio acontecido en las murallas de la ciudad. El pueblo se entusiasma, y da por hecho que los cráneos que se han descubierto pertenecen a San Bonoso y a San Maximiano. Pero no cesan las excavaciones, y de esta forma se descubre un inaudito osario que da pruebas de una antigua matanza: huesos, instrumentos de tormento, cráneos claveteados, huesos taladrados... Indicios todos de haberse practicado en tiempos pretéritos una colosal hecatombe.
 
El hallazgo de una moneda en las riberas del Guadalquivir da carta de naturaleza a toda esa serie de descubrimientos. Se trata de una moneda que se acuña como conmemoración de dicho holocausto. Su leyenda dice:
 
"SUPERTITIONE CHRISTIAN. DELETA/MUNICIPIO ALBENSE URGAVONENSE". O sea, "La superstición cristiana fue destruida (en el) Municipio de Alba Urgabonense". Municipio romano que corresponde, según el criterio de la mayor parte de historiógrafos, a la actual Arjona.

No sólo se habían descubierto los restos mortales de San Bonoso y San Maximiano. Había aparecido un cúmulo de restos óseos que se atribuyeron a la legión de mártires asesinados junto con los dos soldados, hermanos y naturales de Iliturgi, a manos de los persecutores y verdugos del cristianismo.
Las reliquias que se extraían de las entrañas de la tierra producían efectos maravillosos. Algunas se iluminaban, otras se inflamaban en llamas que no quemaban al igual que la zarza ardiente de Moisés, otras también tenían efectos salutíferos obrando milagros...

Los vecinos de Arjona y cuantos forasteros se hallaban por accidente o de paso en Arjona se apresuraron a hacerse con reliquias extraídas de aquellas cavas. Y fue que por ese entonces estaban en Arjona una tal María Fernández en compañía de Martín Rodríguez, su marido y de oficio cantarero, ambos vecinos de Alcalá la Real.

   Ante las luces que emitían los huesecillos que le mostraron, María dijo: "¡Si éstas son las luces que dicen verse en el santuario, yo las tengo por gusanos!". Uno que estaba allí presente le dijo a María: "Hágase experiencia si es gusano o luz". La de Alcalá cogió en sus dedos lo que le parecía gusano, comprobando, al tocarlo, la solidez que procuraba el trozo al tacto, tan diferente de lo que es el tacto de un verme. Después de examinar la pieza que tenía en la mano, María reconoció que era un hueso.
María regresó a Alcalá la Real, con su reliquia que a veces se iluminaba, y se la mostró a una amiga suya, de nombre María Falcón. Cuando se la fue a enseñar a la vecina, ambas mujeres encontraron que el hueso había manado sangre en su envoltura, y al aire continuaba la efusión sanguinolenta de tal modo que dio tiempo a que muchos alcalaínos, avisados del prodigio, acudieran quedando maravillados del portento, y fue tanta la sangre que brotaba del resto óseo que, echando mano a unos lienzos, los tintaron en la sangre, para conservar así tan maravillosa reliquia.

Siguiéndole la pista a esta reliquia ósea, sabemos que dicho huesecillo que manaba sangre pasó de las manos de María Fernández al Cardenal Obispo de Jaén, D. Baltasar Moscoso y Sandoval. Cuando el Cardenal Obispo se partió de Jaén para Madrid, adonde lo requería insistentemente Felipe IV para enviarlo a Roma en misión diplomática, el Cardenal Obispo pasó por Arjona el 30 de marzo de 1630, con el propósito de pertrecharse de reliquias, y, en esas fechas, ya tenía en su poder la reliquia de Alcalá, llamada "el huesecillo de Alcalá". El Cardenal Obispo había reservado un relicario modesto a la reliquia, guardándola en una cajita que siempre llevaba consigo.

Otras reliquias manaron sangre, impregnando papeles y lienzos que las cubrieran, como la reliquia que sus amos le regalaron a María Blanco, doncella madrileña que servía en casa de los señores de Inestrosa, vecinos de Marmolejo; pero creemos que la reliquia que primero y prodigiosamente emitió sangre fue el hueso que se llevó María Fernández, la mujer del cantarero, a Alcalá. Por eso el Cardenal Obispo D. Baltasar Moscoso y Sandoval reclamó inmediatamente la reliquia para su custodia y estudio.
Alcalá la Real, al igual que muchos pueblos y ciudades de Jaén, Granada, Málaga y Córdoba tuvo su propia hermandad de San Bonoso y San Maximiano.
 
El 26 de Julio de 1936, los milicianos llaman a las puertas del santero, D. Bonoso Baena Córdoba, a quien obligaron les abriera las puertas para pasar al interior del templo
Una vez dentro, abrieron las puertas principales y fueron sacando, bancos, sillas, reclinatorios,... formando una hoguera a pocos metros de la puerta. Después sacaron las andas de los Santos, que como antes digo, estaban en el presbiterio, y unos años antes estaban en ellas San Hieroteo y El Resucitado, después se dedicaron a echar una sogas a las columnas del retablo, arrancando dos de ellas. Luego fueron destrozando los altares laterales. Arrancando los retablos que estaban adosados a la pared y arrastrando los sacaron a la calle y los echaron a la hoguera.

Tiraron por el suelo candeleros, manteles, floreros y todos los objetos de culto que encontraron a su paso y que Baena, no pudo ocultar con anterioridad.
 
Los huesos de las cinco alacenas existentes en el camarín, los dejaron, para que Baena con la burra los llevara al cementerio.
Entre siete u ocho milicianos, empujaron por la boca del camarín el templete de las Sagradas Reliquias, y después arrastrándolo lo sacaron a la puerta, donde quedó a la espera de cargarlo en un camión que nunca llegó.
Llegada la noche y una vez que los milicianos se habían marchado, Baena cerró la puerta y se marchó casa de su madre.
Pasaron los meses desde Julio hasta Noviembre y nadie mas se acordó del templete que desde la mañana del 26 de Julio se encontraba en la calle.

Un día del mes de noviembre, Baena habló con unos cuantos vecinos, Juan Sierra, Manuel de Vicente, Diego González, y Manuel Cobo y entre todos introdujeron las Andas-Templete dentro de la iglesia de las Reliquia, y así se salvó.
 
Esta iglesia no necesitó de reconstrucción ya que no fue incendiada la fabrica del templo.
Lo primero que se hizo fue blanquear de medio para abajo, limpiar y fumigar la iglesia por haber estado tres años convertida en cuadra. El Templete procesional se restauró un poco, se limpió con tiza y vinagre y se subió al Camarín donde se colocó de nuevo la urna de las Sagradas Reliquias, una vez repuesto el cristal que violentaron para sacar los huesos.

Don Manuel de Lara donó para esta iglesia el oratorio de su hermano Don Sebastián con todos los objetos de culto del mismo.
El retablo gótico se colocó en la pared del lado del evangelio, en el mismo sitio donde antes estuvo el retablo de la Asunción de la Virgen, destruido en 1936.
Este retablo no decía nada por sus reducidas dimensiones y estilo, por lo que el Sr. Prior se lo cedió a las Hermanas de la Cruz del Hospital de San Miguel, situado en la misma plaza de Santa María, para su capilla, que también había sido destruida.

En 1940, llegaron las nuevas imágenes de los Santos, se subieron al camarín, donde recibieron culto hasta el 1942 en que fueron trasladadas a la iglesia de Santa María, una vez acabadas las obras de reconstrucción.

En 1944 un donante anónimo, costeó la restauración del retablo, reponiéndosele las columnas que habían sido arrancadas y destruidas y pintándose las mismas y el resto del retablo, trabajo este que realizaron "Los Chingas", de Andújar.
 
Los terremotos de 1950, dañaron la techumbre del templo, con peligro de hundimiento, que no es reparado hasta 1953, a costa del Ayuntamiento, colocándole nueva solería y pintándose de nuevo.
En 1968, se comienzan las obras para instalar en él, el Museo de los Santos, encomendándosele la dirección del mismo a Don Jerónimo Gil Mean que con limosnas de algunas entidades del pueblo y donativos de devotos de los Santos, consigue su inauguración un año después, siendo párroco de San Martín, D. Francisco Cristino Garrido, que años después dejaría el sacerdocio, y de San Juan D. Manuel Peña Garrido
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