San Eusquerio de Orleans, Obispo
Febrero 20
Martirologio Romano: En el cenobio de san Trudón, en Brabante, de
Austrasia, tránsito de san Euquerio, obispo de Orleans, que, desterrado
por Carlos Martel por razón de las calumnias de algunos envidiosos,
encontró piadoso refugio entre aquellos monjes (c. 738).
Etimológicamente: Eusquerio = significa “de buena mano”. Viene de la lengua alemana.
Natural de Francia y nacido de familia noble alrededor del año 690, en Orleáns.
Dice la leyenda que su madre era piadosísima y que poco antes de tener
al hijo tuvo un sueño angelical. Sí, una criatura celeste le anunciaba
que iba a ser madre de un futuro obispo muy santo. Y es que hubo un
tiempo en que las biografías de santos tenían poco «gancho» si no se
presentaba su figura con títulos de gran alcurnia y con abundancia de
datos sobrenaturales.
Normalmente las cosas de Dios suelen ser
más simples y sencillas y el santo se forja en el continuo juego de la
correspondencia a la gracia, teniendo con frecuencia los altibajos que
dependen tanto de los dones otorgados -y esto sólo lo puede medir el
Espíritu Santo- como de la generosidad en la respuesta del que los
recibe -siendo esto cosa muy difícil de calibrar.
El caso es
que nació como todos los niños y con la acción de gracias de los padres,
como es lo normal. De niño se inicia en el conocimiento de las letras y
cuando joven le entusiasman los conocimientos propios del saber de la
época; se adentra en las artes y en las ciencias; le gusta la filosofía y
prefiere ante todo la teología. Al calor de la devoción sincera con la
Virgen comienzan a señalarse rasgos de profundidad en la virtud.
Cuando Leodoberdo es obispo abraza el estado clerical. Luego se hace
monje en el monasterio de Jumièges, a orillas del Sena, cerca de Ruan;
al parecer es uno de los lugares santos de más estricta observancia. A
la oración y la penitencia propia del monasterio añade el estudio de los
sagrados cánones y de los santos Padres. Recibe el Orden Sacerdotal y
se adentra en la Eucaristía con lágrimas en los ojos.
Muerto
Severo, obispo de Orleáns, es propuesto para obispo de la sede vacante.
Tiene que ser Carlos Martel, el rey merovingio hijo bastardo de Pipino
de Heristal, quien casi le obligue a aceptar, una vez vencida la
resistencia personal a abandonar el silencio del claustro y la compañía
de sus hermanos monjes. Pensaba en aquel momento que las «dignidades»
bien podrían ser causa de condenación.
Parece que le va bien el
oficio de obispo, un tanto extraño para un monje. Desempeña su
ministerio con un celo poco usual. Cuentan los cronicones que entra de
lleno en cuidar la disciplina eclesiástica ya que está convencido de que
el buen ejemplo es la primera predicación al pueblo. Y así sucedió. Con
un clero bien dispuesto, llegan tempranos los frutos que pudo recoger:
hay reforma en las costumbres del pueblo; se da una vuelta a la piedad
sincera. Incluso se traspasan los límites de la diócesis de Orleáns que
agradece de modo ostensible el recibimiento a su obispo-padre hasta en
los lugares más remotos.
No iba a estar exenta esta santa vida y
labor de cruces que purifican ni de la acción de los que padecen el tic
de la envidia que siempre y en todo lugar fueron muchos. Aquí también.
Soliviantan los ánimos de Carlos Martel, cuando regresa de Aquitania,
volviéndolos en contra de su protegido de otro tiempo porque tuvo el
valor de enfrentarse el rey franco defendiendo los bienes de la Iglesia
al utilizarlos como fondos para sus campañas guerreras. Los envidiosos
supieron aprovechar bien el momento y echaron leña al fuego hasta
levantar una hoguera de tamaño natural.
El resultado fue el
destierro del obispo Euquerio que muere el 20 de febrero del año 743 en
la abadía de Tron donde pasó en humilde y escondida santidad sus últimos
seis años.
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Fuente: oremosjuntos.com
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