domingo, marzo 24, 2013

San Simón de Trento, Niño Mártir

San Simón de Trento, Niño Mártir

Marzo 24

SAN SIMÓN, MÁRTIR EN TRENTO A MANOS DE LOS JUDÍOS

El Martirologio Romano, en este día, 24 de Marzo, conmemora "la pasión de San Simeón, niño, cruelísimamente sacrificado por los judíos en Trento y después glorificado por sus muchos milagros".

El lugar en que se desarrollaron los sucesos que constituyen la parte principal de la vida de San Simón mártir, es la región de Austria-Hungría denominada el Tirol, territorio atravesado por los Alpes réticos, regado por los ríos Inn y Adigio y de una variedad que puede rivalizar con el de Suiza.

Al Sur invade físicamente a Italia, y al Norte a Alemania. Entre las ciudades más importantes de esta región, además de Inspruk, la capital, figura Trento, célebre por el Concilio general de su nombre, reunido en dicha ciudad en 1545, para poner coto a la herejía protestante y determinar con precisión los dogmas católicos.
En esta ciudad vivían en 1475 tres familias judías, cuyos jefes se llamaban respectivamente Tobías, Angelo y Samuel, viviendo en compañía de este último un anciano llamado Moisés, a quien, según la opinión de sus conciudadanos, se había revelado el tiempo y la hora en que había de venir el Mesías prometido, que, como sabemos, esperan todavía los judíos.

Preparábanse para celebrar la Pascua del año 1475, y habiéndose reunido en casa de Samuel, donde tenían la sinagoga, para examinar una ternera que les habían traído para dicho objeto, Angelo dijo a sus compañeros:
-"En esta Pascua no nos ha de faltar carne y pescado en abundancia; no falta más que una cosa." 27 abril galeria - judios
-"¿Qué cosa falta?", interpeló Samuel.

Se miraron en silencio unos a otros y todos, riéndose, quedaron entendidos de que se trataba de la inmolación de un niño cristiano, el cual degüellan cruelmente en desprecio de Nuestro Señor Jesucristo , y comen su sangre mezclada con los ázimos , a lo cual llaman ellos su "jubileo".

Hicieron diligencias para proporcionarse la víctima inocente, no encontrando ningún criado de ellos que se comprometiese a robar un niño, por lo expuesto que era.

Entonces, reunidos en la Sinagoga propusieron que lo robase un médico de ellos llamado Toribio, quien a fuerza de promesas y execraciones, se comprometió a llevar un niño, ya que como médico recorría todos los días las calles de la ciudad y no había de extrañar su presencia en ellas. Salió, pues, a buscar ocasión de llevar a cabo sus infames propósitos, y habiendo hallado en una calle llamada de las Fosas sentado a la puerta de su casa, a un niño solo, de poco más de dos años, empezó a acariciarlo y lo alejó unos pasos de la puerta de la casa, y viendo que nadie le observaba, comenzó á empujarle para que le siguiese.

El niño, haciéndose atrás, llamaba a su madre; mas el infame judío le enseñó una moneda de plata, y algo más dócil con ello el inocente niño, Toribio atravesó con rapidez la calle y lo condujo a casa de Samuel, quien como un tigre sediento de sangre, llevó al niño a una habitación secreta, a la que acudieron todos los judíos, celebrando la adquisición con una feroz alegría.

Llegada la noche, empezó el sacrificio del niño; lo desnudaron, y cogiéndolo, con la boca tapada para que no gritase, empezaron a arrancarle pedacitos pequeños de carne del carrillo derecho, mientras recogían la sangre que brotaba de la herida y tomaban un bocado de la carne arrancada.
Lo mismo hicieron con otras varias partes del cuerpo del niño, que quedó desfallecido.
En seguida lo tendieron como en una cruz y le dieron uno a uno fieros golpes, remedando los azotes del Señor. Luego lo sujetaron, y elevándolo en alto decían:
-"Vedlo, así hemos matado nosotros a Jesús, el Dios de los cristianos; puedan nuestros enemigos ser confundidos del mismo modo para siempre".

Así permaneció el pobre niño, sufriendo este horrible martirio por espacio de una hora; mas al fin, levantando los ojos al cielo, como si en su inocencia invocase a Dios por testigo de aquel crimen, inclinó su cabecita de ángel y voló al cielo.

Ya muerto el niño cristiano, los judíos lavaron su cuerpo y rociaron la cara con aquella agua, lo mismo que hacemos nosotros con el agua bendita, y se disputaban unos y otros la preferencia para lavarse en ella las manos y la vista. Le colocó Samuel la ropa que antes le había quitado, y mandó esconderlo entre la paja del granero, donde permaneció hasta el Viernes Santo por la noche.
Entretanto, los padres de Simón, pues este era el nombre del niño, cansados de buscarle por todas partes inútilmente, dieron parte al Obispo, que era también señor de la ciudad; los magistrados publicaron el aviso de que sería castigado con gran severidad quien sabiendo algo de aquella desaparición del niño Simón no lo manifestase a los jueces.

Simon von Trient, Pietro Stefanoni

Recorrieron la ciudad, registraron la casa misma de Samuel; pero no habiendo escarbado en el granero no dieron con el cuerpo del mártir. Entonces, temiendo que volviese la justicia a registrar el granero, Samuel ordenó a su cocinero lo llevase a la cocina y lo escondiese bajo una cuba, permaneciendo allí hasta el día siguiente que fue trasladado a la sinagoga y puesto sobre la mesa que les servía de altar.
Pero como todo el mundo atribuía la desaparición de Simón a crimen de los judíos, y en todas partes eran vigilados por los habitantes de la ciudad, reuniéronse los criminales para determinar lo que había de hacerse con el cadáver del niño; y como cada uno indicase una cosa distinta, arrastrados por el miedo, un criado de Samuel lo arrojó al canal que pasaba por el lado de la cocina. Pero el cuerpo del niño quedó flotando sobre el agua.
Intentaron varias veces arrastrarlo al fondo por medio de una percha y de cuerdas de las que pendían gruesas piedras, mas todo fué en vano, pues el cuerpecito de Simón se mantenía quieto en la superficie.

Ante peligro tan inminente, los judíos tomaron la resolución de presentarse al Obispo y anunciarle que el río había arrastrado el cadáver de un niño y que detenido por una red, estaba cerca de la cocina de Samuel. Así lo hicieron, y los magistrados, ayudados por inmensa muchedumbre de pueblo, fueron al lugar señalado y extrajeron del agua el cadáver, todo entero y sin señal de descomposición.

Apenas vieron las heridas que tenía, todos unánimes empezaron a decir que sólo los enemigos de la religión podían ser autores de un hecho de crueldad tan feroz y de suplicios tan bárbaros.
Procedióse de nuevo a registrar la casa de Samuel, con más detenimiento que antes y se encontraron manchas de sangre y otros indicios que acusaban el crimen.

Conducidos a prisión separadamente los judíos, fueron interrogados acerca de la hora en que había aparecido el cadáver del niño en el río, y como sus respuestas no estuviesen acordes y había algo en el rostro y vista de los delincuentes que indicaba su participación en el crimen, fueron encerrados en el calabozo mientras dos médicos y un cirujano informaban sobre el estado del cadáver.
Al propio tiempo el pueblo entero culpaba á los judíos del crimen y pedía a Dios lo aclarase. El juez quiso averiguar la causa de aquella general creencia de que los judíos eran asesinos de Simón y para que declarara hizo comparecer á un tal Juan que hacía siete años se había convertido al cristianismo, pues había sido antes judío.

Le preguntaron las costumbres y ritos de los judíos sobre todo en tiempo de Pascua, y Juan dijo lo que ya queda expuesto sobre la comida de ázimos regados con sangre de un niño cristiano y añadió que algunos años antes, en Alemania habían los judíos asesinado a un niño para hacer uso de su sangre en la Pascua; que descubiertos los autores fueron muertos cuarenta y cinco.
Sometidos los presuntos criminales al tormento, protestaron de su inocencia y acusaron como autor probable a un vecino de la casa llamado Gianzer, hombre extremadamente pobre que con su mujer fué puesto en la cárcel, mientras que atormentados de nuevo los criminales, confesaron su delito con todos los detalles que ya conocemos.

El dinero judío comenzó a correr desde este momento; se intentó sobornar a los magistrados, se buscaron los mejores jurisconsultos para que los defendiesen; pero inútilmente, pues crimen tan atroz no podía quedar sin el justo castigo aun en esta vida. Todos los que habían tomado parte en el asesinato de Simón fueron condenados a muerte; unos con el mismo género que ellos habían aplicado al niño, otros quemados y algunos que pidieron el Bautismo para morir cristianos, fueron decapitados.

Castigado ya el crimen que tanta consternación había producido en Trento, se pensó en honrar la memoria del inocente mártir.
Se levantó una iglesia en la casa donde había sufrido el martirio. Se prohibió á los judíos el establecerse en Trento, y una multitud de milagros se operaron por la intercesión del santo inocente.
Hemos dicho que Gianzer y su esposa fueron presos por las delaciones falsas de los judíos y se hallaban en un lóbrego calabozo cargados de cadenas. Ambos no cesaban de rogar a Dios por los méritos de su santo mártir, que se dignase descubrir su inocencia; y he aquí que sus cadenas se rompieron y probada su inocencia por prodigio tan singular, quedaron muy pronto en libertad.
El Papa Gregorio ordenó inscribir el nombre de Simón en los fastos sagrados de la Iglesia Romana el 24 de Marzo.

La urna de San Simón está en la Iglesia de San Pedro, en Trento; se muestran reliquias de él todavía, entre ellos el cuchillo sacrificatorio.
SU CUERPO SE ENCUENTRA EN PERFECTO ESTADO DE CONSERVACIÓN NATURAL. SE PUEDE VISITAR.

SAN SIMÓN DE TRENTO, INOCENTE Y MÁRTIR, ¡RUEGA POR NOSOTROS
¡¡DEFENDÁMONOS DE LOS CRÍMENES Y BESTIALIDADES JUDÍAS!!

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Fuente: "LA LUZ DE LA FE EN EL SIGLO XX. Libro de la Familia Cristiana.", por el Excmo. Sr. Dr. D. Luis Calpena y Ávila, auditor del Supremo Tribunal de la Rota de la Nunciatura. [Tomo III].
(Subrayado, Adaptado e Ilustrado por G. Pérez)

5 comentarios:

  1. Oturnos a Dios, porque su pueblo escogido, vea la luz De Cristo, anunciada en las Escrituras Sagradas
    Y vuelto su rostro al Ielo, acojan al Salvafor del Mundo vomo que El es, el Mesías prometido
    Y sea el pueblo de la Promesa, Gloria de Dios, sobre la tierra

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    1. Ahora el pueblo de Dios es la iglesia y no un pueblo en sí como lo fue en el antiguo Testamento.

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  2. La Santa Iglesia ha pedido perdón por este libelo y ustedes lo reproducen...

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    1. No es ningún libelo, es la realidad de lo sucedido. La verdad no se puede cambiar.

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    2. Hay que rememorar la historia, y que no se repita lo malo. Ya se dió el perdón es verdad. Pero aún se REPRODUCEN los horrores de las guerras pasadas

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