Santa Catalina (Fieschi) de Génova, Viuda
Marzo 21 - Septiembre 15Esposa, Viuda, Modelo de Cristiandad y Mística
Martirologio Romano: En Génova, en la Liguria, de
Italia, santa Catalina Fieschi, viuda, insigne por el desprecio de lo mundano,
por sus frecuentes ayunos, amor de Dios y caridad para con los necesitados y
enfermos. (1510)
Fecha de canonización: Fue Canonizada el 18 de mayo de 1737 por el Papa
Benedicto XIV.
Santa Catalina de Génova, perteneció a la familia Fieschi, siendo la quinta
hija del matrimonio de James Fieschi y Francesca di Negro de Génova. La familia
era de mucha fama y fortuna durante el siglo XV, y cuenta con dos Papas:
Inocencio IV y Adriano V.
Catalina fue conocida más tarde en el mundo como modelo de conducta,
admirada no sólo para la Iglesia Católica sino también por otros
bautizados.
Dedicó toda su vida al Señor, entregándose a El desde muy joven. De niña
fue muy obediente y en sus actitudes ya sobresalían los deseos por la santidad y
la penitencia. Con tan solo ocho años de edad ya mostraba una inclinación
particular a la penitencia, cambiando su cama cómoda y lujosa por el duro piso,
y su almohada por un áspero tronco.
Al cumplir doce años tuvo su primera visión del amor de Dios, en la cual
Jesús compartió con ella algunos de los sufrimientos de su Santa Pasión. A los
trece años decidió abrazar la vida religiosa en el convento de las Hermanas de
Nuestra Señora de la Gracia, donde su hermana Limbania era ya una Religiosa
profesa. Habló con el director de la Orden, pero no aceptaban niñas tan jóvenes
en la congregación. Esto causó una fuerte herida en el corazón de Catalina, pero
no perdió su fe en el Señor.
Cuando su padre murió, se pensó que era necesario mantener el mando
político uniendo en matrimonio a los hijos del mismo rango. A la edad de 16 años
se vio obligada a casarse en un matrimonio de conveniencia. Su esposo era
totalmente opuesto a Catalina, ella piadosa y él, un hombre de mundo que no
tenía compasión ni escrúpulos por nadie, ni por nada. Los primeros años de su
vida matrimonial fueron muy difíciles.
Catalina, después de haber aguantado muchas infidelidades de parte de su
esposo, a los cinco años de casada, se sintió abandonada de todos y en profunda
desolación, incluso de Dios. Volcó su vida a la frivolidad, de fiesta en fiesta,
trataba de buscar un significado a su vida. Pero esto no la llenó de paz ni de
gozo, mas bien de desesperación y depresión.
Su Conversión
El 21 de marzo, de 1473, en la fiesta de San Benito, su hermana Limbania le
sugirió que fuera donde un sacerdote confesor, ella consintió. Se encontró con
un santo confesor por medio del cual el Señor la llenó de gran fortaleza y de Su
amor incondicional; cayó en éxtasis y se sintió incapaz de confesar sus pecados.
En ese momento el Señor le mostró toda su vida como pasada en una película; pudo
ver la traición que ella había hecho al amor del Señor, pero al mismo tiempo
pudo ver a través de las Sagradas Llagas de Jesús, la gran misericordia del
Señor por ella y por todos los hombres, y el contrastante amor de Dios y el amor
del mundo. Esto le hizo repudiar desde ese momento el pecado y el mundo. Ese
mismo día, estando en su casa, el Señor se le apareció, todo ensangrentado,
cargando la cruz, y le mostró parte de Su vida y de Su sufrimiento. Ella, llena
del amor del Señor y triste por los diez años que había desperdiciado no amando
al Señor, decidió limpiar su vida y así, empezar una vida nueva en El.
Luego, Nuestro Señor durante otra aparición, hizo recostar la cabeza de
Catalina en Su Pecho al igual que el Apóstol San Juan, dándole la gracia de
poder ver todo a través de Sus ojos y sentir a través de Su corazón
traspasado.
Por medio de sus constantes oraciones, su esposo se convirtió y aceptó
vivir en celibato perpetuo. Decidió entrar en la orden franciscana terciaria y
se trasladaron del palacio a una casa pequeña cerca del hospital, donde servían
a los enfermos, ayudándolos a morir en paz. Es allí donde su esposo muere
víctima de una enfermedad contagiosa.
Catalina y la Eucaristía
El día de la fiesta de la Anunciación, después de su conversión, durante la
celebración de la Santa Misa, en el momento de la Comunión, el Señor le dio un
amor ardiente por la Eucaristía, y desde ese día comenzó a comulgar
diariamente.
El Señor la invita a estar con El en el desierto
Rememorando los 40 días Jesús pasó en el desierto, Catalina no comía ni
injería bebida alguna durante la cuaresma, alimentándose únicamente de la
Eucaristía. Continuó haciendo esto todos los años durante cuaresma y adviento.
Nunca manifestó debilidad ni dolor, excepto cuando por alguna razón no podía
recibir la Eucaristía. El testimonio de que la Eucaristía es Fuente de Vida, se
vio sobrenaturalmente manifestado en ella.
Siempre mostró gran reverencia y amor por la Eucaristía. Durante las
celebración de la Santa Misa, su espíritu permanecía siempre recogido, sobre
todo a la hora de recibir la Sagrada Comunión, muchas veces se le vio caer en
éxtasis, y llorando rogaba a Dios perdonara sus pecados.
Ella comentaba que cuando recibía la Comunión sentía que un rayo de amor
traspasaba profundamente su corazón, a semejanza de otros místicos como Santa
Teresa de Avila, San Juan de la Cruz, Santa Gemma Galgani, Santa Verónica
Guliani y el Padre Pío. Esto es el don de la transverberación. Su gran amor por
Nuestro Señor en la Eucaristía, la hacía desearlo solamente y únicamente a
El.
Sacrificio y mortificación. La Agonía y el Éxtasis
Durante los primero cuatro años, seguidos a su conversión, practicó
sacrificios y penitencias para disciplinar sus sentidos, mortificando todo deseo
de la carne. Se abstuvo de comer carne y todo tipo de frutas. Dormía sobre
objetos puntiagudos que cortaban su piel y le ocasionaban sangramiento. Practicó
una fuerte austeridad durante estos años, pero siempre tuvo el cuidado del
cumplimiento diario de sus deberes. Pasaba largas horas en oración para poder
llenarse del Señor y permanecer fuerte en los momentos de tentación.
Como todos los santos, dedicó su vida a amar a Dios y al servicio de los
hermanos no buscando su propia comodidad y deseos.
La penitencia que Catalina practicaba era muy fuerte, tanto así que nuestro
Señor en una ocasión le ordenó que cesara de practicar esas mortificaciones y
penitencias tan severas, a lo que ella obedeció.
Catalina siempre buscó la vida escondida, deseando la vida íntima con el
Señor, pero nunca tomó ningún don como merecido, pues sabía que por ella misma
nada bueno podía hacer. En todo ello veía el gran amor de Dios, rogándole que
siempre se hiciera en ella Su voluntad.
Durante una aparición el Señor le dijo: "Nunca digas yo deseo, o yo no
deseo. Nunca digas mío, sino siempre nuestros. Nunca te excuses, sino que
siempre estés pronta para acusarte a ti misma".
Desde 1500 hasta su muerte, en 1510, hubo muchos fenómenos extraordinarios
en su vida, numerosas visiones, éxtasis durante los cuales ella expresaba en voz
alta lo que veía y oía. Las personas que estaban a su lado tomaban
cuidadosamente notas y compusieron obras sobre Santa Catalina de Génova. Ninguno
de estos textos fue escrito directamente por la Santa, pero expresan fielmente
sus experiencias y pensamiento. Entre estas obras está el Tratado del
Purgatorio, escrito por Ettore Vernaza con palabras con que la Santa trataba de
hacer entender la condición de las almas del Purgatorio, en base a lo que ella
había aprendido en sus visiones, pero aún más en base a las experiencias de su
propia vida espiritual.
Batalla ente el Amor Divino y su amor propio.
Catalina describía el amor propio como el odio propio, decía que el amor
propio es el anzuelo puesto por el diablo para hacernos caer y la estrategia
para traer el mal al mundo.
El alma absorbida por el amor propio se dirige a la total ruina espiritual.
Sorda y ciega para la Verdad, condena su ser voluntariamente, abriéndose camino
al Purgatorio o a la eterna agonía del infierno. Para ella el amor propio causa
mayor muerte que la muerte de nuestro propio cuerpo, pues nos aparta del Amor
Divino, de la Verdad y de la verdadera Voluntad de Dios. "La mejor manera de
amar al Señor de una forma plena es olvidándose de uno mismo", insistía.
Muerte de Santa Catalina de Génova
Nueve años antes de su muerte, Catalina sufrió estuvo muy enferma. Nada
quitaba sus dolores y su condición iba deteriorándose paulatinamente. Sufrió
mucho a semejanza de su Divino Esposo, no había una sola parte de su cuerpo que
no sufriera dolor. Su cuerpo y su espíritu estaban completamente unidos a los
sufrimientos de la Pasión de Cristo, aun cuando dormía.
Durante el último año de su vida, vivió prácticamente alimentándose en una
semana lo que se come regularmente en un día y, aunque físicamente estaba
padeciendo terriblemente, siempre mostró una especial paz.
Catalina murió el 14 de septiembre, de 1507 , día de la Exaltación de la
Cruz. Su cuerpo fue enterrado en el hospital donde sirvió por mas de 40 años.
Cuando años mas tarde se abrió su tumba, sus vestidos presentaban signos de
descomposición así como el ataúd, pero su cuerpo estaba intacto, igual que el
día en que había sido enterrado.
Muchos milagros a partir de su muerte.
Una amiga de Catalina que estaba críticamente enferma, tuvo una visión de
Catalina en el cielo, gozando de la Luz Divina. Entonces pidió a los enfermeros
del hospital que la trasladaran y la colocaran cerca del cuerpo de Catalina, y
que pasaran sobre la parte de su cuerpo que estaba enfermo, un pedazo de tela
del vestido de Catalina, en ese instante la amiga de Catalina pidió la
intercesión de la santa e inmediatamente fue sanada.
Su cuerpo permanece incorrupto en la iglesia del hospital donde sirvió
tantos años. Su nombre original es la Santísima Annunziata, pero se agrega el de
Santa Catalina. Originalmente era parte del hospital pero este fue destruido por
la guerra mientras que la iglesia fue prodigiosamente salvada. Hoy día la
iglesia es mantenida por los frailes franciscanos.
En muchos lugares se la festeja el 21 de Marzo, fecha original designada
para recordarla.
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Fuente: Corazones.org
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