San Fidel de Sigmaringen, Presbítero y Mártir
Abril 24
Abril 24
Martirologio Romano: San Fidel de Sigmaringen, presbítero y
mártir, el cual, siendo abogado, decidió entrar en la Orden de los Hermanos
Menores Capuchinos, llevando una vida observante de vigilias y oraciones. Asiduo
en la predicación de la Palabra de Dios, fue enviado a la región de Recia para
consolidar la verdadera doctrina, y en Sevis, de Suiza, fue martirizado por los
herejes a causa de la fe católica (1622).
Etimológicamente: Fidel = Aquel que es digno de confianza, es de origen
latino.
Nació en Sigmaringen, Alemania, en 1577.
Nació en Sigmaringen, Alemania, en 1577.
Tenía una inteligencia muy vivaz y fue enviado a estudiar a la Universidad
de Friburgo, donde obtuvo doctorado en ambos derechos, y luego llegó a ser
profesor muy estimado de filosofía y letras. Durante seis años fue encargado de
la educación de varios jóvenes de las familias principales de Suabia (Alemania),
a los cuales llevó por varios países de Europa para que conocieran la cultura y
el modo de ser de las diversas naciones. Sus alumnos se quedaban admirados del
continuo buen ejemplo de su profesor en el cual no podían encontrar ni una
palabra ni un acto que no fueran de buen ejemplo. Lo que los otros gastaban en
cucherías él lo gastaba en dar limosnas.
Como abogado, Fidel se dedicó a defender gratuitamente a los pobres que no
tenían con qué costearse un defensor. Su generosidad era tan grande que la gente
lo llamaba "El abogado de los pobres". Ya desde muy joven renunciaba a conseguir
y estrenar trajes nuevos y el dinero que con eso ahorraba lo repartía entre las
gentes más necesitadas. Jamás en su vida de estudiante ni en sus años de
profesional tomó licor, ni nadie lo vio en reuniones mundanas o que ofrecieran
peligro para la virtud. Sus compañeros de abogacía se admiraban de que este
sabio doctor nunca empleaba palabras ofensivas en los pleitos que sostenía (y
sus contrarios sí las usaban y muy terribles).
Un día el abogado contrario a un pleito, le ofreció en secreto una gran
cantidad de dinero, con tal de que arreglaran los dos en privado y se le diera
la victoria al rico que había cometido la injusticia. Fidel se quedó aterrado al
constatar lo fácil que es para un abogado el prestarse a trampas y vender su
alma a Satanás por unas monedas como lo hizo Judas. Y dispuso dejar la abogacía
y entrar de religioso capuchino. Tenía 35 años.
Dividió sus importantes riquezas en dos partes: la mitad la repartió a los
pobres, y la otra mitad la dio al Sr. Obispo para que hiciera un fondo para
costear los estudios a seminaristas pobres.
Con razón le pusieron después esta leyenda debajo de su retrato:
¡Santo es Fidel, y fue abogado!,
Obra del poder Divino.
Mucho le costó ser capuchino
y morir después martirizado.
Obra del poder Divino.
Mucho le costó ser capuchino
y morir después martirizado.
Habiendo sido tan rico y tan lleno de comodidades se fue a vivir como el
más humilde y pobre fraile capuchino. Le pedía constantemente a Dios que lo
librara de la tibieza (ese vicio que lo hace a uno vivir sin fervor, ni frío ni
caliente, descuidado en sus deberes religiosos y flojo para hacer obras buenas)
y le suplicaba a Nuestro Señor que no lo dejara perder el tiempo en inutilidades
y que lo empleara hasta lo máximo en propagar el Reino de Dios. Le gustaba
repetir la famosa frase de San Bernardo: "Sería una vergüenza que habiendo sido
coronado de espinas mi Capitán Jesucristo, en cambio yo que soy su soldado,
viviera entre comodidades y sin hacer sacrificios".
En Friburgo consiguió la conversión de muchos protestantes. Y la gente se
quedó admirada cuando llegó la peste del cólera, pues se dedicaba de día y de
noche a asistir gratuitamente a todos los enfermos que podía. Su austeridad o
dominio de sí mismo, era impresionante. Su fervor en la oración y en la Santa
Misa conmovían a los que lo acompañaban. Las gentes veían en su persona a una
superioridad interior que les impresionaba. Su predicación conseguía grandes
frutos porque era sencilla, clara, fácil, práctica, suave y amable, pero
acompañada por la unción o fuerza de conmover que proviene de quien antes de
predicar reza mucho por sus oyentes y después de la predicación sigue orando por
ellos. Era tal el atractivo de sus sermones que hasta los mismos herejes iban a
escucharlo. Pero este atractivo fue el que llenó de envidia y rabia a sus
opositores y los llevó a escogerlo a él, entre todos los compañeros de misión,
para martirizarlo.
Hay algo que a los santos les falla de manera impresionante, es la
"prudencia simplemente humana", ese andar haciendo cálculos para no excederse en
desgastarse por el Reino de Dios. Los santos no se miden. Ellos se enamoran de
Cristo y de su religión y no andan dedicándose a darse a cuenta gotas, sino que
se entregan totalmente a la misión que Dios les ha confiado. Y esto le sucedió a
Fidel. Cada poco le llegaban tarjetas como esta: "Recuerde que está predicando
en tierras donde hay muchos protestantes, evangélicos, calvinistas y demás
herejes. No hable tan claro en favor de la religión católica, si es que quiere
seguir comiendo tranquilamente su sopa entre nosotros".
Pero él seguía incansable enseñando el Catecismo Católico y previniendo a
sus oyentes contra el peligro de las sectas de evangélicos y demás protestantes.
Tenía que prevenir a sus ovejas contra los lobos que acaban con las devociones
católicas.
Al saber en Roma los grandes éxitos del padre Fidel que con sus
predicaciones convertía a tantos protestantes, lo nombraron jefe de un grupo de
misioneros que tenían que ir a predicar en Suiza, nido terrible de protestantes
calvinistas. Lo enviaba la Sagrada Congregación para la Propagación de la
fe.
En la ceremonia con la cual lo despedían solemnemente al empezar su viaje
hacia Suiza, Fidel dijo en un sermón: "Presiento que voy a ser asesinado, pero
si me matan, aceptaré con alegría la muerte por amor a Jesucristo y la
consideraré como una enorme gracia y una preferencia de Nuestro Señor.
Pocos días antes de ser martirizado, al escribir una carta a su lejano
superior, terminaba así su escrito: "Su amigo Fidel que muy pronto será pasto de
gusanos".
Al llegar a Suiza empezó a oír rumores de que se planeaba asesinarlo porque
los protestantes tenían gran temor de que muchos de sus adeptos se pasaran al
catolicismo al oírlo predicar. Al escuchar estas noticias se preparó para la
muerte pasando varias noches en oración ante el Santísimo Sacramento, y
dedicando varias horas del día a orar, arrodillado ante un crucifijo. La
santidad de su vida lo tenía ya bien preparado para ser martirizado.
El domingo 24 de abril, se levantó muy temprano, se confesó y después de
rezar varios salmos se fue al templo de Seewis, donde un numeroso grupo de
protestantes se había reunido con el pretexto de que querían escucharlo, pero
con el fin de acabar con él. Al subir al sitio del predicador, encontró allí un
papel que decía: "Este será su último sermón. Hoy predicará por última vez". Se
armó de valor y empezó entusiasta su predicación. El tema de su sermón fue esta
frase de San Pablo: "Una sola fe, un solo Señor, un solo bautismo" (EF. 4,5) y
explicó brillantemente cómo la verdadera fe es la que enseñan los católicos, y
el único Señor es Jesucristo y que no hay varios bautismos como enseñan los
protestantes que mandan rebautizar a la gente. Aquellos herejes temblaban de
furia en su interior, y uno de los oyentes le disparó un tiro, pero equivocó la
puntería. Fidel bajó del sitio desde donde predicaba y sintiendo que le llegaba
el fin, se arrodilló por unos momentos ante una imagen de la Sma. Virgen. Quedó
como en éxtasis por unos minutos, y luego salió por una pequeña puerta por la
sacristía detrás del templo.
Los herejes lo siguieron a través del pueblo gritándole: "Renuncie a lo que
dijo hoy en el sermón o lo matamos". El les respondió valientemente: "He venido
para predicar la verdadera fe, y no para aceptar falsas creencias. Jamás
renunciaré a la fe de mis antepasados católicos." Aquel grupo de herejes,
dirigidos por un pastor protestante, le gritaba: "O acepta nuestras ideas o lo
matamos". El les contestó: "Ustedes verán lo que hacen. Yo me pongo en manos de
Dios y bajo la protección de la Virgen Santísima. Pero piensen bien lo que van a
hacer, no sea que después tengan que arrepentirse muy amargamente". Entonces lo
atacaron con palos y machetes y lo derribaron por el suelo, entre un charco de
sangre. Poco antes de morir alcanzó a decir: "Padre, perdónalos".
Era el 24 de abril del año 1622.
Dios demostró la santidad de su mártir, obrando maravillosos milagros junto
a su sepulcro. Y el primer milagro fue que aquel pastor protestante que
acompañaba a los asaltantes, se convirtió al catolicismo y dejó sus
errores.
El Papa Benedicto XIV lo declaró santo en 1746.
San Fidel mártir: te encomendamos nuestros países tan plagados de ideas
ajenas al Evangelio que le van quitando la devoción a nuestra gente y la van
llevando al indiferentismo y a la herejía. Haz que a ejemplo tuyo se levanten
por todas partes apóstoles Católicos valerosos y santos que prevengan al pueblo
y no lo dejen caer en las garras de lobos que asaltan al verdadero rebaño del
Señor.
Si el grano de trigo cae a tierra y muere, produce mucho fruto.
(Jesucristo).
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Fuente: EWTN
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