San Antonino de Sorrento, Abad
Febrero 14
Martirologio Romano: En Sorrento, de la Campania, san Antonino (o
Domenico Catelli, o Cacciottolo), abad, que al ser destruido su
monasterio por los lombardos se refugió en la soledad (c. 830).
Parece que San Antonino nació en Picenum, en el distrito de Ancona en
el sur de Italia, y que entró todavía joven a un monasterio que estaba
bajo el gobierno de Monte Cassino, pero no en el mismo Monte Cassino,
como algunos escritores han supuesto erróneamente. Los saqueos del duque
Sico de Benevento lo obligaron a abandonar su convento; entonces se fue
a Castellamare, cerca de Sorrento, junto al obispo Catellus, quien lo
recibió muy cordialmente y con quien pronto tuvo íntima amistad.
Trabajaron juntos, y cuando Catellus se retiró a llevar por un tiempo
vida solitaria en la cima de una montaña aislada, le confió a San
Antonino el cuidado de su diócesis. Sin embargo, pronto Antonino siguió a
su amigo a la vida aislada. Los dos tuvieron una visión de San Miguel y
esto los llevó después a construir allí un oratorio dedicado al
arcángel. Catellus tuvo que volver a su diócesis porque lo acusaban de
descuidarla; poco después, se le llamó a Roma y fue puesto en prisión
por una falsa acusación. San Antonino continuó viviendo en su cumbre,
desde donde dominaba una extensa vista de mar y tierra; este picacho
llevaba el nombre de Monte Angelo, y pronto se volvió un lugar favorito
de las peregrinaciones. Después de un tiempo, los habitantes de Sorrento
le suplicaron que viniera a vivir entre ellos, pues su obispo estaba en
prisión y pensaban que Antonino sería su ayuda y sostén. Por lo tanto,
abandonó su vida solitaria y entró al monasterio de San Agripino, del
cual después llegó a ser abad.
Cuando estaba en su lecho de
muerte, parece que pidió que no lo sepultaran ni dentro, ni fuera de la
muralla de la ciudad. De acuerdo con esto, sus monjes decidieron
enterrarlo en la misma muralla.
Agrega la tradición que cuando
Sicardo de Benevento (el hijo de Sico) sitió Sorrento, trató de
derrumbar con arietes la parte de la muralla de la ciudad donde estaba
la tumba del santo, pero todo fue en vano. Durante la noche, San
Antonino se apareció a Sicardo y, después de vituperarlo, lo apaleó
severamente con una estaca. En la mañana, se encontró lleno de
cardenales, y cuando estaba consultando con sus consejeros, le dieron
aviso de que su hija única estaba poseída de los demonios y rasgaba sus
vestidos como una loca.
Al informarse, descubrió que esto le
había sucedido a la misma hora en que había comenzado el ataque contra
la muralla. Convencido de que era testigo de la voluntad de Dios,
Sicardo abandonó el sitio y pidió la intercesión de san Antonino, quien
obtuvo el restablecimiento de la salud de la joven. Dos veces más, en
1354 y en 1358, fue cercada la ciudad por los sarracenos, y cada vez la
repulsa victoriosa del enemigo se atribuyó a la intercesión de san
Antonino, que por esa razón está considerado como patrón principal de
Sorrento.
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