San Pablo Miki y compañeros, Mártires de
Japón
Febrero 5
Martirologio Romano: En Nagasaki, en Japón, pasión de los santos Pablo Miki junto con veinticinco compañeros, Declarada una persecución contra los cristianos, ocho presbíteros o religiosos de la Compañía de Jesús o de la Orden de los Hermanos Menores, procedentes de Europa o nacidos en Japón, junto con diecisiete laicos, fueron apresados, duramente maltratados y, finalmente, condenados a muerte. Todos, incluso los adolescentes, por ser cristianos fueron clavados en cruces, manifestando su alegría por haber merecido morir como murió Cristo (1597).
Martirologio Romano: En Nagasaki, en Japón, pasión de los santos Pablo Miki junto con veinticinco compañeros, Declarada una persecución contra los cristianos, ocho presbíteros o religiosos de la Compañía de Jesús o de la Orden de los Hermanos Menores, procedentes de Europa o nacidos en Japón, junto con diecisiete laicos, fueron apresados, duramente maltratados y, finalmente, condenados a muerte. Todos, incluso los adolescentes, por ser cristianos fueron clavados en cruces, manifestando su alegría por haber merecido morir como murió Cristo (1597).
Compañeros en el martiro: Juan de Goto Soan, Jacobo
Kisai, religiosos de la Compañía de Jesús; Pedro Bautista Blásquez, Martín de la
Ascensión Aguirre, Francisco Blanco, presbíteros de la Orden de los Hermanos
Menores; Felipe de Jesús de Las Casas, Gonzalo García, Francisco de San Miguel
de la Parilla, religiosos de la misma Orden; León Karasuma, Pedro Sukeiro, Cosme
Takeya, Pablo Ibaraki, Tomás Dangi, Pablo Suzuki, catequistas; Luis Ibaraki,
Antonio, Miguel Kozaki y su hijo Tomás, Buenaventura, Gabriel, Juan Kinuya,
Matías, Francisco de Meako, Ioaquinm Sakakibara y Francisco Adaucto,
neofitos.(1597).
Fecha de canonización: 8 de julio de 1862 por el Papa
Pío IX.
El primero que llevó el anuncio de la fe cristiana a Japón fue San Francisco Javier, quien trabajó allí en de 1549 a 1551. En pocos años los cristianos llegaron a ser unos 300.000. Humanamente hablando, es doble el “secreto” que hizo posible esta expansión: el respeto que los misioneros jesuitas tuvieron por los modos de vida y las creencias japonesas no directamente opuestas a la enseñanza cristiana, y el empeño de insertar elementos locales en la predicación y en la administración.
El primero que llevó el anuncio de la fe cristiana a Japón fue San Francisco Javier, quien trabajó allí en de 1549 a 1551. En pocos años los cristianos llegaron a ser unos 300.000. Humanamente hablando, es doble el “secreto” que hizo posible esta expansión: el respeto que los misioneros jesuitas tuvieron por los modos de vida y las creencias japonesas no directamente opuestas a la enseñanza cristiana, y el empeño de insertar elementos locales en la predicación y en la administración.
Fue catequista jesuita un joven llamado Pablo Miki,
nacido entre los años 1564 y 1566, de una rica familia de Kyoto. Quería ser
sacerdote pero su ordenación fue postergada “sine die”, porque la única diócesis
todavía no tenia obispo. Además, en 1587 el emperador Toyotomi Hideyoshi, que se
propuso la conquista de Corea, cambió su actitud benévola para con los
cristianos y publicó un decreto de expulsión de los misioneros
extranjeros.
La orden se cumplió en parte: algunos misioneros
permanecieron en el país de incógnito, y en 1593 algunos franciscanos españoles,
dirigidos por Pedro Bautista, llegaron a Japón procedentes de Filipinas y fueron
bien recibidos por Hideyoshi. Pero poco después vino la ruptura definitiva,
incluso por motives políticos anti-españoles y anti-occidentales. El 9 de
diciembre fueron arrestados seis franciscanos (Pedro Bautista, Martín de la
Asunción, Francisco Blanco, Felipe Las Casas, Francisco de San Miguel y Gonzalo
García), tres jesuitas (Pablo Miki, Juan Soan de Gotó y Santiago Kisai) y quince
laicos terciarios franciscanos, a los que se les añadieron después otros dos,
que eran catequistas.
Después de haberles cortado el lóbulo izquierdo, los
26 fueron llevados de Meaco a Nagasaki, para exponerlos a la burla de las
muchedumbres, que más bien admiraron la heroica valentía que manifestaron sobre
todo en el momento de la muerte, cuando fueron crucificados en una colina de
Nagasaki el 5 de febrero de 1597. Despertaron gran conmoción las palabras de
perdón y de testimonio evangélico pronunciadas por Pablo Miki desde la cruz, y
la serenidad y valentía que demostraron Luis Ibaraki (de 11 años), Antonio (de
trece) y Tomás Cosaki (de catorce), que murieron cantando el salmo: “Laudate,
pueri, Dominum...”
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Autor: P. Ángel Amo |
Fuente: Catholic.net
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