Beato Juan Buralli de Parma, Franciscano
Marzo 19
Séptimo Superior General de los Franciscanos.
Martirologio Romano: En Camerino, del Piceno, en Italia, beato Juan de Parma Buralli, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores, a quien el papa Inocencio IV envió como legado a los griegos, para restaurar su comunión con los latinos (1289).
Séptimo Superior General de los Franciscanos.
Martirologio Romano: En Camerino, del Piceno, en Italia, beato Juan de Parma Buralli, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores, a quien el papa Inocencio IV envió como legado a los griegos, para restaurar su comunión con los latinos (1289).
Etimológicamente: Juan = Dios es misericordia, es de origen
hebreo.
Nació en Parma en 1209 y ya se encontraba enseñando lógica cuando, a la edad de veinticinco años, entró a la orden franciscana.
Nació en Parma en 1209 y ya se encontraba enseñando lógica cuando, a la edad de veinticinco años, entró a la orden franciscana.
Fue enviado a París para proseguir sus estudios y, después de haber sido
ordenado, se le envió a enseñar y predicar en Bolonia, Nápoles y Roma. Su
elocuencia arrastraba multitudes a sus sermones y grandes personajes se
congregaban para escucharle.
Se ha afirmado que en 1245, cuando el Papa Inocencio IV convocó el primer
Concilio general de Lyon, Juan fue designado para representar a Crescencio, el
superior general, quien debido a sus enfermedades estaba incapacitado para ir,
pero esto es inexacto: el fraile que fue al concilio se llamaba Buenaventura de
Isco. Juan, por su parte, aquel mismo año viajó a París para enseñar
"Sentencias" en la Universidad, y en 1247, fue elegido superior general de la
orden.
La tarea que tenía ante sí era excesivamente difícil, pues muchos abusos y
un espíritu de rivalidad se habían introducido, debido a la relajada observancia
del hermano Elías. Afortunadamente, poseemos una descripción de primera mano de
las actividades del Beato Juan, escrita por su conciudadano, el hermano
Salimbene, quien estuvo ligado íntimamente a él durante largo tiempo.
Sabemos que era fuerte y robusto, de manera que podía soportar grandes
fatigas, de apariencia dulce y atrayente, de modales educados y lleno de
caridad. Fue el primer superior general que visitó toda la orden, y siempre
viajó a pie. Fuera de los conventos no permitió que nadie conociera su identidad
y era tan humilde y modesto que, al llegar a una casa, con frecuencia ayudaba a
los hermanos a lavar verduras en la cocina.
Amante del silencio y recogimiento, nunca se le oyó una palabra ociosa y
cuando estaba moribundo, admitió que él tendría que dar mayor cuenta de su
silencio que de sus palabras.
Comenzó su visita general por las casas de Inglaterra y cuando el rey
Enrique III supo que se encontraba en palacio a presentarle sus respetos, se
levantó de la mesa y salió a la puerta para abrazar al humilde fraile. En
Francia, Juan fue visitado por San Luis IX, quien la víspera de su partida a la
Cruzada, se detuvo en Sens a pedirle sus oraciones y bendiciones para la
empresa. El rey que llegó en ropas de peregrino y báculo en mano, impresionó al
hermano Salimbene por su apariencia delicada y frágil. Comió con los hermanos en
el refectorio, pero no pudo persuadir a Juan de Parma para que se sentara a su
lado.
Burgundia y Provenza recibieron la siguiente visita del beato. En Arlés, un
monje de Parma, Juan de Ollis, vino a pedirle un favor. ¿Se dignaría el superior
enviarle a él y a Salimbene a predicar?, Juan, sin embargo no iba a mostrar
favoritismo con sus compatriotas. "En verdad, aunque fuereis mis hermanos
carnales", respondió, "no obtedríais de mí esta misión, sin un examen
previo".
Juan de Ollis no se desanimó fácilmente. "Si debemos ser examinados,
¿llamaréis al hermano Hugo para que nos examine"?, Hugo de Digne, el anterior
provincial se encontraba entonces en la casa. "¡No!", dijo el superior
rápidamente. "El hermano Hugo es vuestro amigo y podría ser indulgente con
vosotros; llamad mejor al catedrático e instructor de la casa".
El hermano Salimbene no puede resistirse a informarnos que él pasó el
examen, pero que Juan de Ollis fue enviado a estudiar un poco más.
Poco después del regreso de Juan de Parma de una misión como legado papal
ante el emperador oriental, los problemas estallaron en París, adonde él había
enviado a Buenaventura como uno de los mejores estudiantes de los frailes
menores. Guillermo de Saint Amour, un doctor seglar de la universidad, había
levantado una tormenta contra las órdenes mendicantes, atacándolas en un
provocativo libelo.
El Beato Juan fue a París y, se dice que habló a los profesores
universitarios en términos tan persuasivos y humildes, que todos quedaron
convencidos y que el doctor que debía responder, solamente pudo decir: "¡Bendito
seas y benditas sean tus palabras!".
Calmada la tormenta, el superior general se entregó a la restauración de la disciplina. Aun antes de su partida para el oriente, ya había tenido un capítulo General en Metz, donde se habían tomado medidas para asegurar la exacta observancia de las reglas y constituciones y para insistir en que se apegaran estrictamente al breviario y al misal romano. Obtuvo varias bulas papales que lo apoyaban; el Papa Inocencio IV entregó a la orden el convento de Ara Coeli en Roma, que se convirtió en la residencia del superior general.
Calmada la tormenta, el superior general se entregó a la restauración de la disciplina. Aun antes de su partida para el oriente, ya había tenido un capítulo General en Metz, donde se habían tomado medidas para asegurar la exacta observancia de las reglas y constituciones y para insistir en que se apegaran estrictamente al breviario y al misal romano. Obtuvo varias bulas papales que lo apoyaban; el Papa Inocencio IV entregó a la orden el convento de Ara Coeli en Roma, que se convirtió en la residencia del superior general.
A pesar de todos sus esfuerzos, el Beato Juan encontró amarga oposición, en
parte causada por sus tendencias joaquimistas. Llegó a convencerse de que no era
capaz de llevar hasta el final las reformas que creía eran esenciales. No está
claro si actuó espontáneamente o por obediencia a la presión ejercida sobre él
por la curia papal, pero él renunció a su cargo en Roma, en 1257, y cuando se le
pidió que nombrara un sucesor, escogió a San Buenaventura.
Fue una elección feliz y se habla a veces de San Buenaventura, como del
segundo fundador; pero el camino le había sido preparado por el firme gobierno
de su predecesor. Juan se retiró entonces a la ermita de Greccio, lugar donde
San Francisco había preparado el primer Nacimiento. Estuvo los últimos treinta
años de su vida en el retiro, del que solamente salió dos o tres veces, llamado
por el Papa. Cuando Juan, ya un anciano de ochenta años, supo que los griegos
habían caído nuevamente en el cisma, suplicó que se le permitiera ir otra vez a
discutir con ellos. Obtuvo la anuencia del Papa y partió, pero al entrar en
Camerino se dio cuenta de que iba a morir y dijo a sus compañeros: "Este es el
lugar de mi descanso". Fue a recibir su recompensa en el cielo el 19 de marzo de
1289 y, muy pronto empezaron a obrarse muchos milagros en su tumba.
Su culto fue aprobado en 1777, siendo Papa Pío VI.
Juan de Panna desempeñó un papel tan considerable en el desarrollo de los
problemas que culminaron en la revuelta de los "fraticelli", que su nombre
figura más o menos prominentemente en una multitud de libros que tratan del
movimiento franciscano.
=
Fuente: oremosjuntos.com
No hay comentarios.:
Publicar un comentario