Martirologio Romano: En Cesarea de Palestina, santos Marino, soldado, y Asterio,
senador, mártires bajo el emperador Galieno. El primero, delatado que era
cristiano por un compañero envidioso, profesó su fe ante el juez con palabras
muy claras y, decapitado, alcanzó la corona del martirio. Asterio, por haber
honrado el cuerpo del mártir extendiendo por debajo la propia veste con que se
cubría, mereció a su vez ser martirizado (c. 260).
En la «Historia Eclesiástica», Eusebio describe el martirio de San Marino. El santo pertenecía a una noble familia de Cesárea de Palestina y se había distinguido en el ejército. Iba ya a ser condecorado con el emblema de centurión, cuando uno de sus rivales objetó que no tenía derecho de aspirar a esa dignidad, pues era cristiano y no podía ofrecer sacrificios al emperador. El gobernador, Aqueo, interrogó a Marino y como éste confesara a Cristo, le dio tres horas para reflexionar. En la puerta de la sala del juicio Marino encontró al obispo de la ciudad, llamado Teotecno, quien le condujo a la iglesia.
El obispo señaló a Marino el libro de los Evangelios que se hallaba sobre
el altar y la espada que éste llevaba al cinto, y le dijo que escogiese entre
esos dos objetos. Marino tomó sin vacilar el libro de los Evangelios en sus
manos. El obispo le dijo: «Entonces acógete a Dios y pídele que te de fuerza
para ganar lo que has escogido. Vete en paz». Marino retornó a la sala del
juicio y confesó su fe con la misma valentía que antes. Fue ejecutado
inmediatamente.
San Astirio, un senador romano que gozaba del favor del emperador, asistió
al martirio de Marino, envolvió el cadáver en su propia capa, se lo echó sobre
los hombros y le dio cristiana sepultura. Eusebio no habla del martirio de San
Astirio, pero Rufino lo supone en su traducción latina de la historia y, tanto
el Martirologio Romano como el Menaion griego (7 de agosto) conmemoran a San
Astirio como mártir.
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Fuente: oremosjuntos.com
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