Santo Domingo Savio, Adolescente
Marzo 9
Martirologio Romano: En Mondonio, en el Piamonte, santo Domingo Savio,
que, dulce y jovial desde la infancia, todavía adolescente consumó con
paso ligero el camino de la perfección cristiana.
Etimología: Domingo = Aquel que es consagrado al señor, es de origen latino.
PATRONO de:
. Niños y Adolescentes
. Niños Cantores
. Estudiantes
. Monaguillos
. Mamás Embarazadas
Nace en Riva de Chieri, Italia, en la humilde casita de los esposos
Carlos y Brígida, el 2 de abril de 1842. Al año siguiente toda su
familia se traslada a las colinas de Murialdo. Es un niño del pueblo,
nacido en una familia profundamente cristiana y joven, pobre y
repetidamente probada.
El 8 de abril de 1849 hace su Primera
Comunión. Muy temprano, vestido de fiesta, Domingo se dirige a la
Iglesia parroquial de Castelnuovo. Es el primero en entrar al templo y
el último en salir. Aquel día fue siempre memorable para él. Arrodillado
al pie del altar, con las manos juntas y con la mente y el corazón
transportados al cielo, pronuncia los propósitos que venía preparando
desde hacía tiempo: "Propósitos que yo, Domingo Savio, hice el año de
1849, a los siete años de edad, el día de mi Primera Comunión:
1. Me confesaré muy a menudo y recibiré la Sagrada Comunión siempre que el confesor me lo permita.
2. Quiero santificar los días de fiesta.
3. Mis amigos serán Jesús y María.
4. Antes morir que pecar”.
Estos recuerdos fueron la norma de todos sus actos hasta el fin de su vida.
El 2 de octubre de 1854 conoce a Don Bosco. Este santo sacerdote lo
guiará por el camino de la santidad juvenil, convirtiéndose en su padre,
maestro y amigo. Lo lleva a estudiar a Turín. Tiene en ese momento12
años y medio. Allí pasa su adolescencia, viviendo como pupilo con los
muchachos pobres que el mismo Don Bosco recoge en su Oratorio.
El 1 de marzo de 1857 su delicada salud se agrava. El médico aconseja
que vaya a su casa y allí se reponga. Al despedirse de Don Bosco y de
sus compañeros les dice: “Nos veremos en el paraíso”. Intuía que muy
pronto iba a morir.
Efectivamente, el 9 de marzo, postrado en
la cama, en un momento se incorpora y le dice a su papá que lo asiste:
“Papá, ya es hora”, y va repitiendo las oraciones de los moribundos que
entre sollozos lee el papá. Luego parece adormecerse. Pasados algunos
minutos entreabre los ojos y con voz clara y sonriente exclama: “Adiós,
querido papá, adiós. ¡Oh, qué hermosas cosas veo!”, y expira con las
manos juntas sobre el pecho, tan dulcemente que su padre cree que se
adormece de nuevo. Tenía 14 años y 11 meses.
A los dos años de
su muerte Don Bosco escribe un librito narrando la vida de este su
querido alumno. De los hechos allí narrados son testigos todos sus
compañeros; pero lo que no todos ellos conocen bien son las grandes
motivaciones de la fe que orientaron la vida de Domingo Savio, cosa que
sí conoce Don Bosco, ya que lo atendía en el sacramento de la Confesión y
en la dirección espiritual.
¡Adolescente santo, de sólo 15
años de edad! El primero que a tan corta edad, sin ser mártir, fue
declarado santo por el Papa Pío XII el 12 de junio de 1954. En esa
ocasión el mismo Papa dijo: “Con admiración se descubren en él los
maravillosos caminos de la gracia, y una adhesión permanente y sin
reservas a las cosas del cielo que su fe percibía con rara intensidad”.
Su antecesor el Papa Pío XI dijo de él: “Pequeño, mejor aún, gran
gigante del espíritu”.
¿Qué hizo de extraordinario este niño y
adolescente para que la Iglesia lo eleve al honor de los altares y lo
proponga como modelo de vida cristiana?
Veamos los rasgos de su santidad
Perfil de su niñez:
Una vida en la presencia de Dios, a quien sentía vivo y presente en
todo momento. Algunos ejemplos: Se levanta de la mesa y no quiere comer
porque un invitado se sienta y empieza a comer sin rezar antes. Los
domingos es el primero en llegar a la iglesia, y si la encuentra cerrada
se arrodilla junto a la puerta para rezar, haya buen tiempo o esté
nevando; y luego su mayor alegría es poder hacer de monaguillo en la
santa misa; y su compostura durante la oración es objeto de admiración
de los que lo ven: manos juntas, ojos fijos en el sagrario, absorto en
la presencia de Jesús. Al recorrer solo y a pie, entre matorrales, los
18 kilómetros para ir diariamente a la escuela, un tío le pregunta: ¿No
tienes miedo de ir solo? La respuesta de Domingo, de 10 años, no se hace
esperar: “Yo no estoy solo; me acompaña el Ángel de la Guarda”.
El amor personal a Cristo y a su Madre: Esta vida en la presencia de
Dios es puesta en evidencia desde su temprana Primera Comunión, con
aquel propósito que es la clave de otros tres: “Mis amigos serán Jesús y
María”. Los otros tres los hizo como medios para mantener y acrecentar
dicha amistad, y son el leit-motiv en sus momentos más importantes. Las
lágrimas que vierte tienen su fuente en este precoz concepto del pecado:
así por ejemplo pide perdón a su mamá en vísperas de su Primera
Comunión; pide perdón cuando cree haber herido su amistad con Cristo por
haber cedido ante la invitación de algunos compañeros a darse un baño
en un arroyo, motivo por el que lloró repetidamente, y no cedió nunca
más a otras invitaciones, como cuando lo invitaban a “hacerse la rabona”
y no concurrir a la escuela. Por eso decide elegir a amigos que no le
impidan mantener su amistad con Jesús y con la Virgen María.
El
cumplimiento heroico del humilde deber cotidiano: A sus padres no les
daba sino “satisfacciones”. Para ir a la escuela recorría, con sus 10
años de edad, 18 kilómetros diarios, con cualquier tiempo. Domingo era
un chico de recia voluntad, sostenida por la gracia de la amistad con
Jesús y María. Don Bosco escribe: “Domingo no se ha hecho notorio en los
primeros tiempos del Oratorio por cosa alguna, fuera de su perfecta
docilidad y de una exacta observancia de las reglas de la casa…y una
exactitud en el cumplimiento de sus deberes más allá de la cual no sería
fácil llegar”. A este respecto, cierta vez sus compañeros pupilos
notaron que Domingo faltaba en el almuerzo; lo buscaron en vano; le
dijeron a Don Bosco, y él fue a la iglesia donde por la mañana había
participado en la Misa y había comulgado, y allí lo encontró junto al
altar, inmóvil, con los ojos fijos en el Sagrario desde hacía 7 horas;
lo llamó por su nombre y nada, tuvo que tocarlo en el hombro para que se
diera cuenta; y al enterarse de que ya estaban almorzando pidió
humildemente perdón a Don Bosco por la trasgresión a las reglas de la
casa.
Con sus compañeros sobresale en dos actitudes: rechaza
aprobarlos y seguirlos en sus comportamientos reprensibles; pero por
otro lado irradia simpatía y “es la delicia de ellos”, a tal punto que
acepta en lugar de quienes lo han acusado falsamente, un humillante
castigo. Es decir: tiene firmeza unida a dulzura.
Perfil de su adolescencia:
La edad de la adolescencia: se caracteriza por la inestabilidad, que
Domingo supo domarla a fuerza de dominio de sí mismo y de docilidad a
las directivas de Don Bosco, y más que nada con su habitual recogimiento
en Dios. Y las otras características propias de esta edad también las
puso al servicio de su santidad de adolescente: afirmación de sí mismo,
llamado a grandes horizontes, fervor de sentimiento. Esto se hace
evidente en el exaltante descubrimiento y en el apasionado deseo de la
santidad (“¡Yo quiero hacerme santo!”), en su viva ternura demostrada
para con la Virgen María, como también con sus amigos más íntimos, en su
voluntad de acción, de dominio, de construcción de alguna “obra” (funda
la Compañía de La Inmaculada: grupo de compañeros buenos que se
comprometen a ayudarse mutuamente y a ayudar a Don Bosco en la educación
de los chicos del Oratorio, que los había artesanos rústicos y jóvenes
burgueses y aristocráticos, chicos que se peleaban a pedradas, que
faltaban a clase, que tenían costumbres de blasfemar, que con placer se
entretenían con revistas pornográficas, que no se hacían problemas de
tomar a golpes de puño y puntapiés a los otros, que se enfurecían por
nada). En medio de éstos es como Domingo ha vivido y ha construido su
santidad: con cuatro viajes diarios por las calles de Turín para ir a la
escuela; con un Reglamento y un horario de Internado cristiano. En
resumen, se halla inmerso en nuestro mundo moderno (aunque no hay
todavía bicicletas y televisores), metido en todo aquello que aún hoy es
la sustancia de la vida de un estudiante de 15 años.
Aparecen
turbaciones y arranques bruscos, como el endurecimiento para consigo que
sigue al descubrimiento de que la santidad es posible, las dudas de
conciencia que lo llevan a querer confesarse cada tres o cuatro días, el
ansia de penitencias extraordinarias (“¡para unirme –dice- a los
sufrimientos de Jesús en la cruz!”). También aparece lo trágico de
algunas circunstancias: el desgarrón hiriente de sus truncadas
amistades, la alarma por su endeble salud, la dolorosa partida del
Oratorio… Todo esto hace de Domingo un verdadero y simpático
adolescente. Un santo “joven estudiante”.
La presencia de un
guía: La adolescencia es una etapa de conquista de la personalidad, a la
vez que de gran necesidad de guía y formación individual. Domingo tuvo
la suerte de encontrar un guía espiritual en Don Bosco y de saber
aprovecharlo. Y así se encuentran la generosidad de un adolescente con
la luz de un verdadero sacerdote amigo del alma. Cuando llegó al
Oratorio leyó el cartel puesto sobre la puerta del cuarto de Don Bosco:
“¡Denme almas, y llévense lo demás!”; y con espontaneidad le dijo: “Don
Bosco, aquí se trata de un negocio, la salvación de las almas. Pues
bien, yo seré la tela y usted será el sastre. Haga de mí un hermoso
traje para el Señor”. A esta docilidad en dejarse guiar, atribuye Don
Bosco la orientación de Domingo hacia su santidad de estudiante. En este
contexto aparece la función decisiva de la Confesión frecuente. Así va
descubriendo el misterio de la redención: Jesús es comprendido como el
Salvador; María como La Inmaculada y La Dolorosa. Su alma y la de sus
compañeros deben ser salvadas…a través del misterio de la cruz.
Su devoción a la Virgen María: La estadía con Don Bosco coincide con el
acontecimiento mundial de la proclamación del dogma de la Inmaculada
Concepción. Como santo “adolescente”, Domingo es el fruto de aquel 8 de
diciembre de 1854. En ese día hace una confesión general, y delante del
altar de la Inmaculada se consagra personalmente a Ella. De aquí en
adelante ve a María con su rostro de “Inmaculada”, y su propósito de la
Primera Comunión adquiere una nueva dimensión: “el pecado al que
preferirá la muerte es ahora, de manera más precisa, la impureza”. Los
esfuerzos heroicos de adolescente para conservar intacta su pureza,
especialmente con el control de los ojos, se deben a su gran devoción
hacia La Inmaculada vivida con espíritu caballeresco y con ardiente
ternura. Había días que terminaba con dolor de cabeza, por el esfuerzo
de controlar la curiosidad y no mirar cosas que perturbaban su alma
limpia y ponían en peligro su amistad con Jesús y María, exponiéndolo a
dejarse llevar por pensamientos y deseos impuros (tan comunes en esa
edad).
También contempla a la Virgen con su rostro de
“Dolorosa”: todos los miércoles hace la comunión en su honor y por la
conversión de los pecadores; cada viernes se hace acompañar por algunos
compañeros para rezar en la capilla la Corona de los Siete Dolores; más
de una vez es visto en extática oración ante el altarcito del
dormitorio, donde campea una imagen de la Dolorosa; cada sábado hubiera
querido ayunar a pan y agua por Ella (Don Bosco no le permite esto
último).
Esta doble devoción es la inspiradora de su
apostolado, especialmente en la Compañía de la Inmaculada, que exige de
sus miembros una verdadera consagración de sí mismos a María.
Algunos años después de su muerte se aparece a Don Bosco en uno de sus
famosos sueños. Éste le pregunta: “Domingo, ¿qué es lo que más te
consoló en el momento de tu muerte?”. Y la respuesta de Domingo: “La
asistencia de la poderosa y amable Madre del Salvador”.
Su amor
a Jesús. La misa y la comunión cotidiana (cuyos efectos se prolongan a
través de frecuentes visitas a la capilla que está junto al patio de
juegos), enseñan a Domingo a considerarlo como Salvador de su alma y de
la de sus compañeros. Su odio por el pecado crece a medida que comprende
el precio que por él ha pagado Cristo y su Madre. Su espíritu de
penitencia lo lleva a sufrir para asemejarse a Jesús, por ejemplo cuando
es calumniado, cuando se cubre con una sola frazada en pleno invierno o
pone piedritas entre las sábanas (al enterarse Don Bosco le prohíbe
esta penitencia), cuando transforma sus sabañones en llagas, cuando se
le suministran medicinas amargas… Su celo apostólico se ve alimentado en
la misma fuente: quiere impedir o reparar el pecado porque arruina el
fruto de la sangre de Cristo, y quiere hacer el bien a sus compañeros
para asegurar el fruto de esta sangre divina. Este es el sentido de
varias de sus intervenciones, como la de impedir el desafío a pedradas
de dos compañeros, interponiéndose entre ellos con un crucifijo en la
mano y pidiendo que arrojen la primera piedra contra él; el de narrar
cosas edificantes o bien enseñar a hacer bien la señal de la cruz
durante los tiempos de recreo... (su preocupación era atender de modo
particular a los compañeros díscolos, a los recién llegados al Oratorio y
a los solitarios, a los compañeros de clase con dificultades y a los
enfermos).
Obsesión por la santidad en la alegría: A partir de
una predicación de Don Bosco sobre la santidad se desata en su alma una
verdadera efervescencia. Realiza un gran descubrimiento: ¡Dios le quiere
santo! Y da su explicación: “Yo quiero entregarme todo al Señor. Yo
debo y quiero pertenecer todo al Señor”. Por un momento Domingo piensa
imitar a los santos en sus prácticas de penitencia y en unas prolongadas
y extraordinarias prácticas de piedad. Pero aquí interviene su guía
espiritual Don Bosco: “Domingo, lo que Dios quiere de ti, como
adolescente, es que cumplas siempre bien tus deberes de estudiante,
trates de hacer el bien a tus compañeros y estés siempre alegre”. Y cosa
maravillosa: este nuevo impulso de querer ser santo y de que es posible
lograrlo, le proporciona una profunda alegría, y de tal modo la suscita
que la alegría viene a definir esta santidad tan salesiana y juvenil:
“Nosotros hacemos consistir la santidad en estar siempre alegres,
haciendo bien las cosas que tenemos que hacer, porque Jesús lo quiere”.
¿Por qué este adolescente es Patrono de las mamás embarazadas?
Estando Domingo en el Oratorio en Turín, un día le pide a Don Bosco que
le deje ir a ver a su mamá porque está enferma. Don Bosco no sabe
explicarse, pues nadie se lo había dicho, ni él mismo lo sabía; pero
ante la insistencia de Domingo se lo permite. Al llegar cerca de la casa
los familiares le quieren impedir que entre a ver a su mamá, pues está
luchando por dar a luz a un nuevo hijo y corre grave peligro de morir en
el intento. Domingo no hace caso y entra, se arroja sobre la mamá, la
abraza, la besa y disimuladamente deja sobre el pecho de ella un
escapulario de la Virgen María. Regresa después al oratorio y se
presenta a Don Bosco para agradecerle el permiso y para decirle que su
madre está perfectamente bien. Efectivamente la mamá pudo dar a luz sin
ningún problema a su hijito. Todos vieron que esto fue un milagro. La
mamá conservó este escapulario. Y lo prestaba a las vecinas y a las
mismas hermanas de Domingo cuando tenían dificultades en el embarazo.
Los médicos, enterados, lo recomendaban a sus pacientes. Fueron muchas
las gracias conseguidas con aquel milagroso escapulario.
Se lo
puede adquirir en las librerías y/o santerías salesianas, con la imagen
del Patrono Domingo Savio, junto con la oración y la historia detallada
de este milagro.
El 9 de marzo se recuerda el nacimiento al
cielo de Santo Domingo Savio, siendo el 6 de mayo la fecha fijada para
la celebración litúrgica de su fiesta.
Además de la Vida de
Domingo Savio escrita por Don Bosco, hay abundante bibliografía y
estudios sobre este adolescente santo. Hay libritos escritos para niños,
para adolescentes, para educadores, para todos. Los que no lo conocen
se van a sorprender de su santidad extraordinaria viviendo lo ordinario
de su vida de estudiante cristiano.
=
Autor: P. Alejandro Pujalski S.D.B.
Comunidad Católica Vidas Santas Páginas Católicas... dedicadas a las personas que aman la Vida de los Santos, Beatos, Venerables y Siervos de Dios del Mundo! En la vida de los hombres y mujeres llamados Santos encontraremos un camino a seguir en el deambular por este valle de lágrimas que es nuestra vida en la Tierra. En ella se busca el lema de la Paz, la Tolerancia y la Caridad, en un intento de recoger el máximo de imágenes de Santos
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Santo Domingo Savio ejemplo para los niños, adolscentes y jovenes te pedimos intercedas ante Dios por la salvacion de su alma.
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