San Benito Massarari de Palermo,
Religioso Franciscano
Abril 4Martirologio Romano: En Palermo, ciudad también de Sicilia, san Benito Massarari, denominado «el Moro» por el color de su piel, fue primero eremita, y entró después en la Orden de los Hermanos Menores. Se mostró siempre humilde en todo y lleno de fe en la divina Providencia.
Fecha de canonización: 24 de
mayo de 1807 por el Papa Pío VII.
A este San Benito se le llama de Palermo, por la ciudad en que murió, o de San Fratello o San Filadelfo por el lugar en que nació, o también el Moro o el Negro por el color de su piel y su ascendencia africana. De joven abrazó la vida eremítica, pero más tarde pasó a la Orden franciscana. No tenía estudios, pero sus dotes naturales y espirituales de consejo y prudencia atraían a multitud de gente. Aunque hermano lego, fue, no sólo cocinero, sino también guardián de su convento y maestro de novicios.
A este San Benito se le llama de Palermo, por la ciudad en que murió, o de San Fratello o San Filadelfo por el lugar en que nació, o también el Moro o el Negro por el color de su piel y su ascendencia africana. De joven abrazó la vida eremítica, pero más tarde pasó a la Orden franciscana. No tenía estudios, pero sus dotes naturales y espirituales de consejo y prudencia atraían a multitud de gente. Aunque hermano lego, fue, no sólo cocinero, sino también guardián de su convento y maestro de novicios.
San Benito el Moro nació en
1526 en San Fratello, antes llamado San Filadelfo, provincia de Mesina
(Sicilia), de padres cristianos, Cristóbal Manassari y Diana Larcari,
descendientes de esclavos negros. De adolescente Benito cuidaba el rebaño del
patrón y desde entonces, por sus virtudes, fue llamado el «santo
moro».
A los veintiún años entró en
una comunidad de ermitaños, fundada en su región natal por Jerónimo Lanza, que
vivía bajo la Regla de San Francisco. Cuando los ermitaños se trasladaron al
Monte Pellegrino para vivir en mayor soledad, Benito los siguió, y a la muerte
de Lanza, fue elegido superior por sus compañeros.
En 1562 Pío IV retiró la
aprobación que Julio II había dado a aquel instituto e invitó a los religiosos a
entrar en una Orden que ellos mismos escogieran. Benito escogió la Orden de los
Hermanos Menores, y entró en el convento de Santa María de Jesús, en Palermo,
fundado por el Beato Mateo de Agrigento.
Luego fue enviado al convento
de Santa Ana Giuliana, donde permaneció sólo tres años. Trasladado nuevamente a
Palermo, vivió allí veinticuatro años.
Al principio ejerció el oficio
de cocinero con gran espíritu de sacrificio y de caridad sobrenatural. Se le
atribuyeron muchos milagros.
Se le tenía en tal aprecio que
en 1578, siendo religioso no sacerdote, fue nombrado superior del convento. Por
tres años guió a su comunidad con sabiduría, prudencia y gran caridad. Con
ocasión del Capítulo provincial se trasladó a Agrigento, donde, por la fama de
su santidad, que se había difundido rápidamente, fue acogido con calurosas
manifestaciones del pueblo.
Nombrado maestro de novicios,
atendió a este delicado oficio de la formación de los jóvenes con tanta
santidad, que se creyó que tenía el don de escrutar los corazones. Finalmente
volvió a su primitivo oficio de cocinero.
Un gran número de devotos iba a
él a consultarlo, entre los cuales también sacerdotes y teólogos, y finalmente
el Virrey de Sicilia. Para todos tenía una palabra sabia, iluminadora, que
animaba siempre al bien. Humilde y devoto, redoblaba las penitencias, ayunando y
flagelándose hasta derramar sangre. Realizó numerosas curaciones. Cuando salía
del convento la gente lo rodeaba para besarle la mano, tocarle el hábito,
encomendarse a sus oraciones. Dócil instrumento de la bondad divina, hacía
inmenso bien a favor de las almas.
En 1589 enfermó gravemente y
por revelación conoció el día y hora de su muerte. Recibió los últimos
sacramentos, y el 4 de abril de 1589 expiró dulcemente a la edad de 63 años,
pronunciando las palabras de Jesús moribundo: «En tus manos, Señor, encomiendo
mi espíritu». Su culto se difundió ampliamente y vino a ser el protector de los
pueblos negros.
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Autor: Ferrini-Ramírez | Fuente:
Franciscanos.org
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