San Damián de Molokai (José de Veuster), Sacerdote
Abril 15Leproso por voluntad divina
Martirologio Romano: En Kalavai, de la isla de Molokay, en Oceanía, beato Damián de Veuster, presbítero de la Congregación de Misioneros de los Sagrados Corazones de Jesús y de María, quien, entregado a la asistencia de los leprosos, terminó él mismo contagiado de esta enfermedad (1889).
Etimológicamente: Damián = Aquel que doma su cuerpo, es
de origen griego.
Fecha de canonización: 11 de Octubre de 2009 por el Papa
Benedicto XVI.
El Padre Damián nació el 3 de enero de 1840, en Tremeloo, Bélgica.
El Padre Damián nació el 3 de enero de 1840, en Tremeloo, Bélgica.
De pequeño en la escuela ya gozaba haciendo como obras
manuales, casitas como la de los misioneros en las selvas. Tenía ese deseo
interior de ir un día a lejanas tierras a misionar.
De joven fue arrollado por una carroza, y se levantó sin
ninguna herida. El médico que lo revisó exclamó: "Este muchacho tiene energías
para emprender trabajos muy grandes".
Un día siendo apenas de ocho años dispuso irse con su
hermanita a vivir como ermitaños en un bosque solitario, a dedicarse a la
oración. El susto de la familia fue grande cuando notó su desaparición.
Afortunadamente unos campesinos los encontraron por allá y los devolvieron a
casa. La mamá se preguntaba: ¿qué será lo que a este niño le espera en el
futuro?
De joven tuvo que trabajar muy duro en el campo para
ayudar a sus padres que eran muy pobres. Esto le dio una gran fortaleza y lo
hizo práctico en muchos trabajos de construcción, de albañilería y de cultivo de
tierras, lo cual le iba a ser muy útil en la isla lejana donde más tarde iba a
misionar.
A los 18 años lo enviaron a Bruselas (la capital) a estudiar, pero los compañeros se le burlaban por sus modos acampesinados que tenía de hablar y de comportarse. Al principio aguantó con paciencia, pero un día, cuando las burlas llegaron a extremos, agarró por los hombros a uno de los peores burladores y con él derribó a otros cuatro. Todos rieron, pero en adelante ya le tuvieron respeto y, pronto, con su amabilidad se ganó las simpatías de sus compañeros.
A los 18 años lo enviaron a Bruselas (la capital) a estudiar, pero los compañeros se le burlaban por sus modos acampesinados que tenía de hablar y de comportarse. Al principio aguantó con paciencia, pero un día, cuando las burlas llegaron a extremos, agarró por los hombros a uno de los peores burladores y con él derribó a otros cuatro. Todos rieron, pero en adelante ya le tuvieron respeto y, pronto, con su amabilidad se ganó las simpatías de sus compañeros.
Religioso. A los 20 años escribió a sus padres
pidiéndoles permiso para entrar de religioso en la comunidad de los sagrados
Corazones. Su hermano Jorge se burlaba de él diciéndole que era mejor ganar
dinero que dedicarse a ganar almas (el tal hermano perdió la fe más
tarde).
Una gracia pedida y concedida. Muchas veces se
arrodillaba ante la imagen del gran misionero, San Francisco Javier y le decía
al santo: "Por favor alcánzame de Dios la gracia de ser un misionero, como tú".
Y sucedió que a otro religioso de la comunidad le correspondía irse a misionar a
las islas Hawai, pero se enfermó, y los superiores le pidieron a Damián que se
fuera él de misionero. Eso era lo que más deseaba.
Su primera conquista. En 1863 zarpó hacia su lejana
misión en el viaje se hizo sumamente amigo del capitán del barco, el cual le
dijo: "yo nunca me confieso. soy mal católico, pero le digo que con usted si me
confesaría". Damián le respondió: "Todavía no soy sacerdote pero espero un día,
cuando ya sea sacerdote, tener el gusto de absolverle todos sus pecados". Años
mas tarde esto se cumplirá de manera formidable.
Empieza su misión. Poco después de llegar a Honolulú,
fue ordenado sacerdote y enviado a una pequeña isla de Hawai. las Primeras
noches las pasó debajo de una palmera, porque no tenía casa para vivir. Casi
todos los habitantes de la isla eran protestantes. Con la ayuda de unos pocos
campesinos católicos construyó una capilla con techo de paja; y allí empezó a
celebrar y a catequizar.
Luego se dedicó con tanto cariño a todas las gentes, que los protestantes se fueron pasando casi todos al catolicismo.
Luego se dedicó con tanto cariño a todas las gentes, que los protestantes se fueron pasando casi todos al catolicismo.
Fue visitando uno a uno todos los ranchos de la isla y
acabando con muchas creencias supersticiosas de esas pobres gentes y
reemplazándolas por las verdaderas creencias. Llevaba medicinas y lograba la
curación de numerosos enfermos. Pero había por allí unos que eran incurables:
eran los leprosos.
Molokai, la isla maldita. Como en las islas Hawai había
muchos leprosos, los vecinos obtuvieron del gobierno que a todo enfermo de lepra
lo desterraran a la isla de Molokai. Esta isla se convirtió en un infierno de
dolor sin esperanza. Los pobres enfermos, perseguidos en cacerías humanas, eran
olvidados allí y dejados sin auxilios ni ayudas. Para olvidar sus penas se
dedicaban los hombres al alcoholismo y los vicios y las mujeres a toda clase de
supersticiones.
Enterrado vivo. Al saber estas noticias el Padre Damián
le pidió al Sr. Obispo que le permitiera irse a vivir con los leprosos de
Molokai. Al Monseñor le parecía casi increíble esta petición, pero le concedió
el permiso, y allá se fue.
En 1873 llego a la isla de los leprosos. Antes de partir
había dicho : "Sé que voy a un perpetuo destierro, y que tarde o temprano me
contagiaré de la lepra. Pero ningún sacrificio es demasiado grande si se hace
por Cristo".
Los leprosos lo recibieron con inmensa alegría. La
primera noche tuvo que dormir también debajo de una palmera, porque no había
habitación preparada para él. Luego se dedicó a visitar a los enfermos. Morían
muchos y los demás se hallaban desesperados.
Trabajo y distracción. El Padre Damián empezó a crear
fuentes de trabajo para que los leprosos estuvieran distraídos. Luego organizó
una banda de música. Fue recogiendo a los enfermos mas abandonados, y él mismo
los atendía como abnegado enfermero. Enseñaba reglas de higiene y poco a poco
transformó la isla convirtiéndola en un sitio agradable para vivir.
Pidiendo al extranjero. Empezó a escribir al extranjero,
especialmente a Alemania, y de allá le llegaban buenos donativos. Varios barcos
desembarcaban alimentos en las costas, los cuales el misionero repartía de
manera equitativa. Y también le enviaban medicinas, y dinero para ayudar a los
más pobres. Hasta los protestantes se conmovían con sus cartas y le enviaban
donativos para sus leprosos.
Confesión a larga distancia. Pero como la gente creía
que la lepra era contagiosa, el gobierno prohibió al Padre Damián salir de la
isla y tratar con los que pasaban por allí en los barcos. Y el sacerdote llevaba
años sin poder confesarse. Entonces un día, al acercarse un barco que llevaba
provisiones para los leprosos, el santo sacerdote se subió a una lancha y casi
pegado al barco pidió a un sacerdote que allí viajaba, que lo confesara. Y a
grito entero hizo desde allí su única y última confesión, y recibió la
absolución de sus faltas.
Haciendo de todo. Como esas gentes no tenían casi dedos,
ni manos, el Padre Damián les hacía él mismo el ataúd a los muertos, les cavaba
la sepultura y fabricaba luego como un buen carpintero la cruz para sus tumbas.
Preparaba sanas diversiones para alejar el aburrimiento, y cuando llegaban los
huracanes y destruían los pobres ranchos, él en persona iba a ayudar a
reconstruirlos.
Leproso para siempre. El santo para no demostrar
desprecio a sus queridos leprosos, aceptaba fumar en la pipa que ellos habían
usado. Los saludaba dándoles la mano. Compartía con ellos en todas las acciones
del día. Y sucedió lo que tenía que suceder: que se contagió de la lepra. Y vino
a saberlo de manera inesperada.
La señal fatal. Un día metió el pie en un una vasija que
tenía agua sumamente caliente, y él no sintió nada. Entonces se dió cuenta de
que estaba leproso. Enseguida se arrodilló ante un crucifijo y exclamó: "Señor.
por amor a Ti y por la salvación de estos hijos tuyos, acepté esta terrible
realidad. La enfermedad me ira carcomiendo el cuerpo, pero me alegra el pensar
que cada día en que me encuentre más enfermo en la tierra, estaré más cerca de
Ti para el cielo".
La enfermedad se fue extendiendo prontamente por su
cuerpo. Los enfermos comentaban: "Qué elegante era el Padre Damián cuando llegó
a vivir con nosotros, y que deforme lo ha puesto la enfermedad". Pero él añadía:
"No importa que el cuerpo se vaya volviendo deforme y feo, si el alma se va
volviendo hermosa y agradable a Dios".
Sorpresa final. Poco antes de que el gran sacerdote
muriera, llegó a Molokai un barco. Era el del capitán que lo había traído cuando
llegó de misionero. En aquél viaje le había dicho que con el único sacerdote con
el cual se confesaría sería con él. Y ahora, el capitán venía expresamente a
confesarse con el Padre Damián. Desde entonces la vida de este hombre de mar
cambió y mejoró notablemente. También un hombre que había escrito calumniando al
santo sacerdote llegó a pedirle perdón y se convirtió al catolicismo.
Y el 15 de abril de 1889 "el leproso voluntario", el
Apóstol de los Leprosos, voló al cielo a recibir el premio tan merecido por su
admirable caridad.
En 1994 el Papa Juan Pablo II, después de haber
comprobado milagros obtenidos por la intercesión de este gran misionero, lo
declaró beato, y patrono de los que trabajan entre los enfermos de lepra.
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Fuente: EWTN
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