San Valeriano de Roma, Mártir
Abril 14Martirologio Romano: En Roma, en el cementerio de Pretextato, en la vía Apia, santos Tiburcio, Valeriano y Máximo, mártires. († s. inc.)
Etimológicamente: Valeriano = Aquel que es fuerte, robusto. Viene de la
lengua latina.
Mártir romano, probablemente del tiempo de Juliano el Apóstol, esposo de la popular virgen Cecilia. Según las tradiciones fue convertido por ella el día mismo de la boda con medios sobrenaturales y milagrosos. Sobre su casa se edificó luego un templo, en el que reposan las reliquias de su santa consorte. — Fiesta 14 de abril.
Mártir romano, probablemente del tiempo de Juliano el Apóstol, esposo de la popular virgen Cecilia. Según las tradiciones fue convertido por ella el día mismo de la boda con medios sobrenaturales y milagrosos. Sobre su casa se edificó luego un templo, en el que reposan las reliquias de su santa consorte. — Fiesta 14 de abril.
Una de las imágenes más sugerentes y humanas con que la divina Palabra nos
ha introducido en el misterio de la Redención la constituyen las llamadas -bodas
del Cordero-.
Dios ha amado a la humanidad con amor de Esposo y en el banquete nupcial se
entrega a sí mismo como víctima y como alimento. Es realmente un vínculo de
sangre el que sella estas bodas sublimes, es la sangre del Cordero, del Hijo de
Dios inmolado. Por ello se comprende y se admira el profundo sentido cristiano
que guió a la piedad de nuestros antepasados, ya desde muchos siglos atrás, en
tejer con minuciosos detalles en torno a unas nupcias, mitad terrenas y mitad
espirituales, este bello poema de virginidad y de martirio, de amor y de
sacrificio, el poema de Cecilia y Valeriano, el poema de Cristo presente en el
amor transparente de los dos jóvenes.
Y el poema es cantado cada año por toda la Iglesia, en el oficio divino en
honor de la santa esposa. Valeriano entra como segundo personaje, el convertido,
el amante brioso, pero íntegro, que no duda en renunciar al goce sensible para
unirse con ella en el amor supremo, el amor que salva y los une a los dos con
Dios y en Dios.
La narración es suave e insinuante. Durante el banquete nupcial Cecilia,
preparada anteriormente con larga oración y ayuno, sin dejar de participar en el
bullicio y la alegría, entona su cántico de confianza: Que mi corazón permanezca
inmaculado.
Luego viene el momento del encuentro con el esposo. Valeriano se acerca a
Cecilia con toda la ilusión de su juventud, con toda la satisfacción del amor
conquistado.
Cecilia pronuncia extrañas palabras. Un ángel guarda su virginidad; le
invita a colaborar con el ángel, le promete ver también él al ángel si antes es
lavado por un baño sagrado.
Valeriano, enamorado, no duda de Cecilia, se le confía, se convierte, y va
en busca de la iglesia en su Cabeza, el Papa oculto. Éste le instruye en el
misterio y, tras pedirlo insistente, le administra el santo bautismo.
Vuelve presuroso al tálamo nupcial, y descubre a su esposa en oración, con
un ángel a su lado, más resplandeciente que el sol y ofreciendo a los dos una
guirnalda de parte del Esposo de las vírgenes. Valeriano adora, cree, goza. Con
la esposa.
Y no tarda en conseguir tiempo después la conversión de su hermano
Tiburcio, que sigue su mismo camino. Así Cecilia puede presentar a los dos
hermanos como sus más preciadas coronas del día de sus esponsales, como el fruto
de su amor y de su sabiduría...
Pronto su esposo probará su espíritu y la profundidad con que siente su
nueva vida. Primero dedicado intensamente a la caridad para con los pobres,
compitiendo con Cecilia en su ya famoso desprendimiento.
Después será su valentía y decisión ante el prefecto Almaquio.
Los dos hermanos confiesan que son cristianos, y pretenden adoctrinar a los
que asisten al juicio, en la verdadera religión. Son cruelmente apaleados, pero
en pleno suplicio muestran sus rostros llenos de alegría por la gracia de poder
dar su sangre por Jesucristo. Y de este modo, pasan delante de Cecilia, que
pronto les seguirá en el camino del testimonio sangriento. Valeriano había amado
de verdad y en el cielo, junto con su esposa, participa en el eterno banquete de
gloria al Cordero. En la tierra, sus reliquias fueron conservadas, para gloria
de Dios en sus santos, y se conservan en la iglesia dedicada a Santa Cecilia, en
el Trastévere.
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Fuente: Multimedios.org
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