San Julio I, XXXV Papa
Abril 12
Martirologio Romano: En Roma, en el cementerio de Calepodio, en el tercer miliario de la vía Aurelia, sepultura del papa san Julio I, quien, frente a los ataques de los arrianos, custodió valientemente la fe del Concilio de Nicea, defendió a san Atanasio, perseguido y exiliado, y reunió el Concilio de Sárdica. († 352)
Martirologio Romano: En Roma, en el cementerio de Calepodio, en el tercer miliario de la vía Aurelia, sepultura del papa san Julio I, quien, frente a los ataques de los arrianos, custodió valientemente la fe del Concilio de Nicea, defendió a san Atanasio, perseguido y exiliado, y reunió el Concilio de Sárdica. († 352)
Fecha de canonización: Información no disponible, la antigüedad de los
documentos y de las técnicas usadas para archivarlos, la acción del clima, y en
muchas ocasiones del mismo ser humano, han impedido que tengamos esta concreta
información el día de hoy. Si sabemos que fue canonizado antes de la creación de
la Congregación para la causa de los Santos, y que su culto fue aprobado por el
Obispo de Roma: el Papa.
Se conocen pocos datos de su vida anterior a la elección para Sumo Pontífice el 6 de febrero del 337, muerto el papa Marcos y después de ocho meses de sede vacante. El Liber Pontificalis nos dice que era romano y que su padre se llamaba Rústico.
Se conocen pocos datos de su vida anterior a la elección para Sumo Pontífice el 6 de febrero del 337, muerto el papa Marcos y después de ocho meses de sede vacante. El Liber Pontificalis nos dice que era romano y que su padre se llamaba Rústico.
La primera de las actuaciones que deberá realizar -que le seguirá luego por
toda su vida- está directamente relacionada con la lucha contra el arrianismo.
Había sido condenada la herejía en el Concilio universal de Nicea, en el 325;
pero una definición dogmática no liquida de modo automático un problema, cuando
las personas implicadas están vivas, se aferran a sus esquemas y están preñadas
de otros intereses menos confesables.
A la muerte del emperador Constantino, por decreto, pueden regresar a sus
respectivas diócesis los obispos que estaban en el destierro. Es el caso de
Atanasio que vuelve a su legítima sede de Alejandría con el gozo de los
eclesiásticos y del pueblo. Pero los arrianos habían elegido para obispo de esa
sede a Pisto y comienzan las intrigas y el conflicto. El Papa Julio recibe la
información de las dos partes y decide el fin del pleito a favor de
Atanasio.
Eusebio de Nicomedia, Patriarca proarriano con sede en Constantinopla,
envía una embajada a Roma solicitando del papa la convocatoria de un sínodo. Por
su parte, Atanasio -recuperadas ya sus facultades de gobierno- ha reunido un
importante sínodo y manda al papa las actas que condenan decididamente el
arrianismo y una más explícita profesión de fe católica.
Julio I, informado por ambas partes, convoca el sínodo pedido por los
arrianos. Pero estos no envían representantes y siguen cometiendo
tropelías.
Muere Eusebio y le sucede Acacio en la línea del arrianismo. Otro sínodo
arriano vuelve a deponer a Atanasio y nombra a Gregorio de Capadocia para
Alejandría.
El papa recoge en Roma a los nuevamente perseguidos y depuestos obispos con
Atanasio a la cabeza. Como los representantes arrianos siguen sin comparecer,
Julio I envía pacientemente a los presbíteros Elpidio y Filoxeno con un
resultado nulo en la gestión porque los arrianos siguen rechazando la cita que
pidieron.
En el año 341 se lleva a cabo la convocatoria del sínodo al que no quieren
asistir los arrianos por más que fueron ellos los que lo solicitaron; ahora son
considerados por el papa como rebeldes. En esta reunión de obispos se declara
solemnemente la inocencia de Atanasio; el papa manda una encíclica a los obispos
de Oriente comunicando el resultado y añade paternalmente algunas
amonestaciones, al tiempo que mantiene con claridad la primacía y autoridad de
la Sede Romana.
Los arrianos se muestran rebeldes y revueltos; en el mismo año 341 reúnen
otro sínodo en Antioquía que reitera la condenar a Atanasio y en el que se
manifiestan antinicenos.
Estando así las cosas, el papa Julio I decide convocar un concilio más
universal. En este momento se da la posibilidad de contar con la ayuda de
Constancio y Constante -hijos de Constantino y ahora emperadores- que se
muestran propicios a apoyar las decisiones del encuentro de obispos arrianos y
católicos. El lugar designado es Sárdica; el año, el 343; el presidente, el
español -consejero del emperador- Osio, obispo de Córdoba. El papa envía también
por su parte legados que le representen.
Pero se complican las cosas. Los obispos orientales arrianos llegan antes y
comienzan por su cuenta renovando la exclusión de Atanasio y demás obispos
orientales católicos. Luego, cuando llegan los legados que dan legitimidad al
congreso, se niegan a tomar parte en ninguna deliberación, apartándose del
Concilio de Sárdica, reuniendo otro sínodo en Philipópolis, haciendo allí otra
nueva profesión de fe y renovando la condenación de Atanasio. El bloque compacto
de obispos occidentales sigue reunido con Osio y los legados.
Celebran el verdadero Concilio que declara la inocencia de Atanasio, lo
repone en su cargo, hace profesión de fe católica y excomulga a los intrusos
rebeldes arrianos. Como conclusión, se ha mantenido la firmeza de la fe de
Nicea, reforzándose así la ortodoxia católica.
Aún pudo Julio I recibir una vez más en Roma al tan perseguido campeón de
la fe y ortodoxia católica que fue Atanasio, cuando va a agradecer al primero de
todos los obispos del orbe su apoyo en la verdad, antes de volver a
Alejandría.
Julio I escribirá otra carta más a los obispos orientales y de
Egipto.
En los 15 años de papado, sobresale su gobierno leal no exento de muchas
preocupaciones y desvelos por defender la verdad católica. La lealtad a la fe y
la búsqueda de la justicia en el esclarecimiento de los hechos fueron sus ejes
en toda la controversia posnicena contra el arrianismo.
Su paciente gobierno contribuyó a la clarificación de la ortodoxia fortaleciendo la primacía y autoridad de la Sede Romana.
Su paciente gobierno contribuyó a la clarificación de la ortodoxia fortaleciendo la primacía y autoridad de la Sede Romana.
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Fuente: Archidiócesis de Madrid
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