San Marcelino de Embrun, Obispo
Abril 20
Martirologio Romano: En Embrún, en la Galia, san Marcelino, primer obispo de esta ciudad, el cual, oriundo de África, convirtió a la fe de Cristo la mayor parte de la población de los Alpes Marítimos, siendo ordenado obispo por san Eusebio de Vercelli (c. 374).
Martirologio Romano: En Embrún, en la Galia, san Marcelino, primer obispo de esta ciudad, el cual, oriundo de África, convirtió a la fe de Cristo la mayor parte de la población de los Alpes Marítimos, siendo ordenado obispo por san Eusebio de Vercelli (c. 374).
Etimológicamente: Marcelino = Aquel que procede de Marte, con Marte como
dios de la guerra romano. Es de origen latino.
Vino al mundo en la provincia romana de Africa y murió en Embrun (Alpes), el 13 de abril del año 374.
Este joven tuvo la feliz idea evangélica de embarcarse con dos compañeros, Domingo y Vicente, con destino a Francia.
Vino al mundo en la provincia romana de Africa y murió en Embrun (Alpes), el 13 de abril del año 374.
Este joven tuvo la feliz idea evangélica de embarcarse con dos compañeros, Domingo y Vicente, con destino a Francia.
Les guiaba llana y simplemente la evangelización de los Alpes
franceses.
A sus dos amigos los envió a los Alpes Bajos. El se quedó en Embrun. En
seguida, llevado por la urgencia de anunciar el evangelio y para tener un lugar
apropiado en donde hacerlo, construyó una capilla en la ciudad.
Para su inauguración invitó a san Eusebio de Vercelli. A pesar de la
distancia y de los caminos, vino desde el Piamonte para la consagración de la
iglesia y, de camino, lo consagró Obispo.
Se cuenta que, a la vuelta de una incursión apostólica, Marcelino se
encontró con una reata de mulos que llevaban sacos de trigo, uno de los arrieros
le daba golpes al animal porque había caído muerto de extenuación y
agotamiento.
Al ver pasar al obispo, le dijo: "Usted va a hacer sus veces". Y así lo
hizo. Cargó con el trigo hasta el pueblo. Cuando los cristianos lo vieron llegar
de esta forma extraña, quisieron hacerle daño al arriero, pero Marcelino se lo
impidió: "No le hagáis daño, es mi bienhechor. ¿No me ha permitido imitar un
poco a Aquel que cargó con nuestros pecados y quiso llevar la cruz de la
salvación?".
Con estas pruebas de amor a Cristo, la gente se quedó alucinada. Gracias a
esto, le fue más fácil lograr conversiones para la fe cristiana.
Junto a este amor limpio y sincero para con todo el mundo, también supo
luchar con ahínco contra el arrianismo que quería implantar Constancio II en
todo el Occidente. Por eso, alguna que otra vez tuvo que huir a las montañas
para que no lo cogieran los funcionarios imperiales. Al morir el emperador,
quedó libre.
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Autor: P. Felipe Santos
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