Santa Inés de Montepulciano, Religiosa Abadesa
Abril 20
Martirologio Romano: En Montepulciano, también de la Toscana, santa Inés,
virgen, que vistió el hábito de las vírgenes a los nueve años, y a los quince,
en contra de su voluntad, fue elegida superiora de las monjas de Procene,
fundando más tarde un monasterio, sometido a la disciplina de santo Domingo,
donde dio muestras de una profunda humildad (1317).
Etimológicamente: Inés = Aquella que se mantiene pura, es de origen
latino.
Nació alrededor del año 1270. Hija de la toscana familia Segni, propietarios acomodados de Graciano, cerca de Orvieto.
Nació alrededor del año 1270. Hija de la toscana familia Segni, propietarios acomodados de Graciano, cerca de Orvieto.
Cuanto solo tiene nueve años, consigue el permiso familiar para vestir el
escapulario de "saco" de las monjas de un convento de Montepulciano que recibían
este nombre precisamente por el pobre estilo de su ropa.
Seis años más tarde funda un monasterio con Margarita, su maestra de
convento, en Proceno, a más de cien kilómetros de Montepulciano. Mucha madurez
debió ver en ella el obispo del lugar cuando con poco más de quince años la
nombra abadesa. Dieciséis años desempeñó el cargo y en el transcurso de ese
tiempo hizo dos visitas a Roma; una fue por motivos de caridad, muy breve; la
otra tuvo como fin poner los medios ante la Santa Sede para evitar que el
monasterio que acababa de fundar fuera un día presa de ambiciones y usurpaciones
ilegítimas. Se ve que en ese tiempo podía pasar cualquier cosa no sólo en los
bienes eclesiásticos que detentaban los varones, sino también con los que
administraban las mujeres.
Apreciando los vecinos de Montepulciano el bien espiritual que reportaba el
monasterio de Proceno puertas afuera, ruegan, suplican y empujan a Inés para que
funde otro en su ciudad pensando en la transformación espiritual de la juventud.
Descubierta la voluntad de Dios en la oración, decide fundar. Será en el monte
que está sembrado de casas de lenocinio, "un lugar de pecadoras", y se levantará
gracias a la ayuda económica de los familiares, amigos y convecinos. Ha tenido
una visión en la que tres barcos con sus patronos están dispuestos a recibirla a
bordo; Agustín, Domingo y Francisco la invitan a subir, pero es Domingo quien
decide la cuestión: "Subirá a mi nave, pues así lo ha dispuesto Dios".
Su fundación seguirá el espíritu y las huellas de santo Domingo y tendrá a
los dominicos como ayuda espiritual para ella y sus monjas.
Con maltrecha salud, sus monjas intentan procurarle remedio con los baños
termales cercanos; pero fallece en el año 1317.
Raimundo de Capua, el mayor difusor de la vida y obras de santa Inés,
escribe en Legenda no sólo datos biográficos, sino un chorro de hechos
sobrenaturales acaecidos en vida de la santa y, según él, confirmados ante
notario, firmados por testigos oculares fidedignos y testimoniados por las
monjas vivas a las que tenía acceso por razones de su ministerio. Piensa que
relatando prolijamente los hechos sobrenaturales -éxtasis, visiones y milagros-,
contribuye a resaltar su santa vida con el aval inconfundible del milagro. Por
ello habló del maná que solía cubrir el manto de Inés al salir de la oración, el
que cubrió en interior de la catedral cuando hizo su profesión religiosa, o la
luz radiante que aún después de medio siglo de la muerte le ha deslumbrado en
Montepulciano; no menos asombro causaba oírle exponer cómo nacían rosas donde
Inés se arrodillaba y el momento glorioso en que la Virgen puso en sus brazos al
niño Jesús (antes de devolverlo a su Madre, tuvo Inés el acierto de quitarle la
cruz que llevaba al cuello y guardarla después como el más preciado tesoro).
Cariño, poesía y encanto.
Santa Catalina de Siena, nacida unos años después y dominica como ella,
será la santa que, profundamente impresionada por sus virtudes, hablará de lo de
dentro de su alma. Llegó a afirmar que, aparte de la acción del Espíritu Santo,
fueron la vida y virtudes ejemplares vividas heroicamente por santa Inés las que
le empujaron a su entrega personal y a amar al Señor. Resalta en carta escrita a
las monjas hijas de Inés de Montepulciano -una santa que habla de otra santa- la
humildad, el amor a la Cruz, y la fidelidad al cumplimiento de la voluntad de
Dios. Pero el mayor elogio que puede decirse de Inés lo dejó escrito en su
Diálogo, poniéndolo en boca de Jesucristo: "La dulce virgen santa Inés, que
desde la niñez hasta el fin de su vida me sirvió con humildad y firme esperanza
sin preocuparse de sí misma".
Fue canonizada por S.S. Benedicto XIII en el año 1726.
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Fuente: Archidiócesis de Madrid
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