Santa María Egipciaca, Eremita
Penitente
Abril 1
Abril 1
Martirologio Romano: En Palestina, santa María Egipcíaca, célebre pecadora
de Alejandría, que por la intercesión de la Bienaventurada Virgen se convirtió a
Dios en la Ciudad Santa, y llevó una vida penitente y solitaria a la otra orilla
del Jordán (s. V).
Etimológicamente: María = eminencia, excelsa. Es de origen hebreo. Es de
origen hebreo.
Una hermosa tradición muy antigua cuenta que en el siglo V un santo sacerdote llamado Zózimo después de haber pasado muchos años de monje en un convento de Palestina dispuso irse a terminar sus días en el desierto de Judá, junto al río Jordán. Y que un día vio por allí una figura humana, que más parecía un esqueleto que una persona robusta. Se le acercó y le preguntó si era un monje y recibió esta respuesta: "Yo soy una mujer que he venido al desierto a hacer penitencia de mis pecados".
Una hermosa tradición muy antigua cuenta que en el siglo V un santo sacerdote llamado Zózimo después de haber pasado muchos años de monje en un convento de Palestina dispuso irse a terminar sus días en el desierto de Judá, junto al río Jordán. Y que un día vio por allí una figura humana, que más parecía un esqueleto que una persona robusta. Se le acercó y le preguntó si era un monje y recibió esta respuesta: "Yo soy una mujer que he venido al desierto a hacer penitencia de mis pecados".
Segun la tradición quella mujer le narró la siguiente historia: Su nombre
era María. Era de Egipto. Desde los 12 años llevada por sus pasiones sensuales y
su exagerado amor a la libertad se fugó de la casa. Cometió toda clase de
impurezas y hasta se dedicó a corromper a otras personas.
Después se unió a un grupo de peregrinos que de Egipto iban al Santo
Sepulcro de Jerusalén. Pero ella no iba a rezar sino a divertirse y a
pasear.
Y sucedió que al llegar al Santo Sepulcro, mientras los demás entraban
fervorosos a rezar, ella sintió allí en la puerta del templo que una mano la
detenía con gran fuerza y la echaba a un lado. Y esto le sucedió por tres veces,
cada vez que ella trataba de entrar al santo templo.
Y una voz le dijo: "Tú no eres digna de entrar en este sitio sagrado,
porque vives esclavizada al pecado". Ella se puso a llorar, pero de pronto
levantó los ojos y vio allí cerca de la entrada una imagen de la Sma. Virgen que
parecía mirarla con gran cariño y compasión.
Entonces la pecadora se arrodilló llorando y le dijo: "Madre, si me es
permitido entrar al templo santo, yo te prometo que dejaré esta vida de pecado y
me dedicaré a una vida de oración y penitencia. Y le pareció que la Virgen
Santísima le aceptaba su propuesta.
Trató de entrar de nuevo al templo y esta vez sí le fue permitido. Allí
lloró largamente y pidió por muchas horas el perdón de sus pecados. Estando en
oración le pareció que una voz le decía: "En el desierto más allá del Jordán
encontrarás tu paz".
María egipciaca se fue al desierto y allí estuvo por 40 años rezando,
meditando y haciendo penitencia. Se alimentaba de dátiles, de raíces, de
langostas y a veces bajaba a tomar agua al río. En el verano el terrible calor
la hacía sufrir muchísimo y la sed la atormentaba. En invierno el frío era su
martirio.
Durante 17 años vivió atormentada por la tentación de volver otra vez a
Egipto a dedicarse a su vida anterior de sensualidad, pero un amor grande a la
Sma. Virgen le obtenía fortaleza para resistir a las tentaciones. Y Dios le
revelaba muchas verdades sobrenaturales cuando ella estaba dedicada a la oración
y a la meditación.
La penitente le hizo prometer al santo anciano que no contaría nada de esta
historia mientras ella no hubiera muerto. Y le pidió que le trajera la Sagrada
Comunión. Era Jueves Santo y San Zózimo le llevó la Sagrada Eucaristía.
Quedaron de encontrarse el Día de Pascua, pero cuando el santo volvió la
encontró muerta, sobre la arena, con esta inscripción en un pergamino: "Padre
Zózimo, he pasado a la eternidad el Viernes Santo día de la muerte del Señor,
contenta de haber recibido su santo cuerpo en la Eucaristía. Ruegue por esta
pobre pecadora, y devuélvale a la tierra este cuerpo que es polvo y en polvo
tiene que convertirse".
El monje no tenía herramientas para hacer la sepultura, pero entonces llegó
un león y con sus garras abrió una sepultura en la arena y se fue. Zózimo al
volver de allí narró a otros monjes la emocionante historia, y pronto junto a
aquella tumba empezaron a obrarse milagros y prodigios y la fama de la santa
penitente se extendió por muchos países.
San Alfonso de Ligorio y muchos otros predicadores narraron muchas veces y
dejaron escrita en sus libros la historia de María Egipciaca, como un ejemplo de
lo que obra en un alma pecadora, la intercesión de la Sma. Madre del Salvador,
la cual se digne también interceder por nosotros pecadores para que abandonemos
nuestra vida de maldad y empecemos ya desde ahora una vida de penitencia y
santidad.
=
Fuente: EWTN
Santa Maria Egipciaca, Rogad por nosotros pobres pecadores
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