Beata María de Jesús d'Oultremont, Religiosa
Octubre 11
Emilie Olympe Marie Antoniette d’Oultremont nace en Wégimont, Bélgica, el 18 de Octubre de 1818. Dotada de una rica personalidad, tiene encanto y voluntad. Su padre es embajador de Bélgica ante la Santa Sede, y Emilia le acompaña en sus viajes a través de Europa. Muy joven, se siente atraída fuertemente por Dios como el absoluto y descubre la persona y la espiritualidad de Ignacio de Loyola.
En ella crece el deseo de la vida religiosa. Pero a los 18 años, siguiendo la costumbre de la época, sus padres le hablan de matrimonio. Después de un tiempo de vacilación, el 19 de Octubre de 1837, contrae matrimonio con Víctor d'Hooghvorst. Es un matrimonio concertado que se va a transformar en un matrimonio de amor y que será bendecido con el nacimiento de cuatro hijos, dos niños y dos niñas.
La vida de Emilia se reparte entre su familia, el servicio a los pobres y sus compromisos sociales. Un día en Roma, en medio de una gran baile, Dios se le revela como el Único. Esto hace brotar en ella la respuesta: “¡Maestro, Tú solo en mi vida!” “A partir de este momento, comprendí que entre El y yo existía una unión que nadie podría romper”.
La felicidad de Emilia y de Víctor será de corta duración: Víctor contrae una grave enfermedad y muere prematuramente en 1847.
A los 29 años, Emilia se encuentra viuda y con cuatro niños, entre los 2 y los 9 años, que ella educa con amor. Pero el deseo de pertenecer totalmente a Jesús se apodera más y más de su corazón. En los cuatro años siguientes a la muerte de su marido, fallecen también sus padres. En este momento decide poner a sus hijos en un colegio en Francia y ella con sus hijas hace las gestiones necesarias para establecerse en París; en 1854 sale definitivamente de Bélgica, distanciándose así de su familia. Pero antes de su marcha, una de sus tías le invita a su castillo de Bauffe. Allí le esperaba Dios.
El 8 de Diciembre de 1854, en el preciso momento en el que el Dogma de la Inmaculada Concepción se proclama en Roma, Emilia se encuentra en oración en la capilla de Bauffe. Allí vive una fuerte experiencia espiritual que va a iluminar y a transformar su vida para siempre.
Emilia relata esta experiencia como un encuentro con María. Esta le confía el deseo secreto de su corazón maternal. María le llama a amar a Jesús y a los miembros de su Cuerpo, “con la delicadeza del amor que se encuentra en el corazón de una madre” y ser así “María para Jesús”. Es una invitación a colaborar en la misión de redención y de reparación de Cristo.
Emilia responde sin reserva:
“Prometí todo a María”.
Emilia se siente impulsada a una vida de “reparación”, según una corriente espiritual del siglo XIX y en una época muy sensible a las profanaciones de la Eucaristía; valora el peso de la ternura de Dios por el mundo y toma conciencia de la urgencia de responder con el don de su vida.
Para Emilia, reparar es querer estar vuelta a Cristo sin cesar, desear servirle y darle a conocer, aceptar seguirle hasta su pasión, viviendo la solidaridad efectiva con la humanidad que sufre la prueba, ofrecer gestos de comunión y ser artífices de la paz.
“Al lado de María y por medio de su Corazón, todo en nuestra vida será para Dios, su gloria y la Reparación.”
Desde el principio, Emilia, rodeada de jóvenes de distintas nacionalidades y ayudada por varios Jesuitas comienza una experiencia de vida religiosa.
La primera comunidad oficial se abre en Estrasburgo el 1 de Mayo de 1857. Emilia toma el nombre de “María de Jesús”. Paralelamente a esta fundación, continúa ocupándose del cuidado y la educación de sus hijos e hijas.
Desde los orígenes, la unidad del grupo se hace en torno a la Eucaristía, vivida en su doble dimensión de adoración y anuncio de la Palabra cuidando un equilibrio entre oración y actividad apostólica.
El Instituto no tiene más que dos años de existencia cuando a la Madre María de Jesús le piden una fundación en la India
Es el principio de la expansión de la Congregación que va rápidamente a extenderse a Francia, India, Inglaterra, Bélgica, Isla de la Reunión, Italia, Isla Mauricio, Irlanda y España. Este desarrollo reúne las aspiraciones misioneras de la Fundadora: “Protegidas por María, nuestra Madre, sin temor a los peligros... atravesaremos los mares para anunciar en las comarcas más lejanas el nombre de Jesús, su misericordia y su amor”. (TF – Carta 2 de Julio, nº 13)
La M. María de Jesús conoce las alegrías y las dificultades, los tiempos de lucha y los momentos de tranquila confianza de una fundadora. En 1863 obtiene del papa Pío IX un reconocimiento canónico y un primer “decreto laudatorio”. En 1865 la casa generalicia se establece en Roma. Con la ayuda del P. Ginhac, s.j. la Fundadora continúa la elaboración de las Constituciones que serán aprobadas definitivamente por el Papa León XIII en 1883, después de su muerte.
Infatigable, apasionada, la Madre María de Jesús fundará todavía, después de Estrasburgo y Paris, veinte comunidades en ocho países. Muere en Florencia el 22 de Febrero de 1878 a los 59 años de edad.
Fue beatificada por el Papa Juan Pablo II el 12 de Octubre de 1997 y se estableció su memoria el 11 de octubre.
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