martes, octubre 29, 2013

San Joaquín Royo Pérez, Mártir

San Joaquín Royo Pérez, Mártir
Octubre 29

Joaquín Royo Pérez nació en septiembre de 1691 en Teruel (España) y recibió el hábito dominicano en Valencia. A los 21 años, aún no era sacerdote, viajó a Manila, Filipinas, en 1712 y en 1715 y entró en China, donde desarrolló su apostolado durante 33 años. Para evitar mayores vejaciones a los cristianos por parte de los perseguidores que lo buscaban, le aconsejó el obispo Pedro Sans, que se entregara a los que le perseguían, y lo hizo por obediencia heroica en 1746. Murió el 28 de octubre de 1748, como los otros compañeros, asfixiado. Una vez muerto fue quemado su cuerpo. Era de una extraordinaria piedad y de gran eficacia apostólica. León XIII el 14 de mayo de 1893 lo elevó a los altares
Ciento veinte mártires, obispos, presbíteros, religiosos, religiosas de varias congregaciones, laicos, dos fundadoras, una religiosa y Agustín Zhao Rong, mártires en China.

ANUNCIO DEL EVANGELIO EN CHINA
El Evangelio se anunció en China en el siglo V. En el VII, se erigió la primera iglesia. Bajo la dinastía Tang (618-907) la comunidad de cristianos ya era floreciente. En el siglo XIII la comprensión del pueblo chino y de sus culturas, que tuvieron notables misioneros como Juan de Montecorvino, hizo que se pudiera dar impulso a la primera misión católica en el «Reino del medio» con sede episcopal en Vejen.

En la época moderna, a partir del siglo XVI, cuando las comunicaciones entre Oriente y Occidente comenzaron a existir, haya nacido en la Iglesia católica el deseo de llevar a este pueblo la luz del Evangelio, para enriquecer el tesoro de tradiciones culturales y religiosas tan ricas y profundas.

Desde las últimas décadas del siglo XVI, varios misioneros católicos fueron enviados a China. Para ello se eligieron con gran esmero personas como Matteo Ricci y otros, teniendo en cuenta, además de su espíritu de fe y amor, sus capacidades culturales y sus cualidades en diversos campos de la ciencia, en especial de la astronomía y las matemáticas. De hecho, gracias a estos y al aprecio que demostraron los misioneros por el notable espíritu de investigación de los estudiosos chinos, pudieron establecerse relaciones de colaboración científica muy provechosas. Estas sirvieron también para abrir muchas puertas, incluso las de la corte imperial, y para entablar relaciones muy útiles con personas de grandes capacidades. La calidad de la vida religiosa de estos misioneros indujo a no pocas personas de alto nivel a sentir la necesidad de conocer mejor el espíritu evangélico. A finales del siglo XVI y primeros del XVII, fueron numerosos los que, adquirida la debida preparación, pidieron el bautismo y llegaron a ser cristianos fervientes, manteniendo su identidad de chinos y su cultura. El cristianismo se vio como una realidad que no se oponía a los más altos valores de las tradiciones del pueblo chino, ni se ponía por encima de ellos, sino que los enriquecía con una nueva luz y una nueva dimensión.

LIBERTAD RELIGIOSA EN CHINA
Gracias a las óptimas relaciones existentes entre algunos misioneros y el mismo emperador K'ang Hsi, y a los servicios que estos prestaron para restablecer la paz entre el «zar» de Rusia y el «hijo del cielo», o sea el emperador, este promulgó en 1692 el primer decreto de libertad religiosa, por el que todos sus súbditos podían seguir la religión cristiana y todos los misioneros podían predicarla en sus vastos dominios. Como consecuencia, la acción misionera y la difusión del mensaje evangélico se desarrollaron notablemente y fueron muchos los chinos que, atraídos por la luz de Cristo, pidieron recibir el bautismo.

PERSECUCIÓN
Pero, desgraciadamente, la complicada cuestión de los «ritos chinos» irritó al emperador K'ang Hsi, y preparó la persecución, influenciada por la del Japón, que, de manera abierta o solapada, violenta o velada, se extendió prácticamente con sucesivas oleadas desde la primera década del siglo XVII hasta el siglo XX, matando a misioneros y a fieles laicos y destruyendo no pocas iglesias

Joaquín Royo Pérez fue beatificado por León XIII en 1893 y canonizado por Juan Pablo II en el año 2000.

Le rogamos por su diócesis natal, Teruel, para que interceda ante el Señor por los méritos de su martirio para que envíe vocaciones sacerdotales y de almas consagradas a su tierra, tan necesita de trabajadores a su mies.
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