Beato Pedro Capucci, Presbítero
Dominico
Octubre 21
Martirologio Romano: En la ciudad de Cortona, en la Toscana, beato Pedro Capucci, presbítero de la Orden de Predicadores, el cual, meditando sobre la muerte, se ejercitó en la vida espiritual y con su predicación exhortó a los fieles a evitar la muerte eterna (1445).
Martirologio Romano: En la ciudad de Cortona, en la Toscana, beato Pedro Capucci, presbítero de la Orden de Predicadores, el cual, meditando sobre la muerte, se ejercitó en la vida espiritual y con su predicación exhortó a los fieles a evitar la muerte eterna (1445).
Fecha de Beatificación: El culto
fue confirmado por el Papa Pío VII.
Poseemos muy pocos datos acerca de la vida del Beato Pedro, debido a que los archivos del convento de Cortona, donde vivió la mayor parte de su vida, quedaron destruidos durante un incendio.
Poseemos muy pocos datos acerca de la vida del Beato Pedro, debido a que los archivos del convento de Cortona, donde vivió la mayor parte de su vida, quedaron destruidos durante un incendio.
Nació en Tiferno (Cita di
Castello), en 1390 en el seno de la familia Capucci. A los quince años tomó el
hábito de Santo Domingo. En el convento de Cortona, donde hizo el noviciado bajo
la dirección del Beato Lorenzo de Ripafratta, conoció a San Antonino y a Fray
Angélico.
El Beato Lorenzo le recomendó que
se dedicase más bien a la contemplación que a la acción, pero las lecciones del
Breviario hacen notar que Pedro estaba siempre pronto a ejercitar los
ministerios sacerdotales con cuantos se lo pidiesen, tanto dentro como fuera del
monasterio.
Se refieren varios milagros
obrados por este beato. Una vez, encontró en la calle a un hombre de mala vida y
le detuvo para decirle: "¿Qué maldad estás tramando?, ¿Cuánto tiempo vas a
seguir añadiendo pecado sobre pecado? No te quedan más que veinticuatro horas de
vida, al fin de las cuales, tendrás que dar cuenta a Dios de tus actos". El
hombre se intranquilizó, pero no hizo caso. Aquella misma noche sufrió un grave
accidente y, en seguida mandó llamar al Beato Pedro, con quien se confesó
humildemente antes de
morir.
El beato solía predicar con una
calavera en la mano. Su culto fue confirmado por Pío VII.
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