Octubre
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El P. Tomás Morales nació el 30 de octubre de 1908 en
Macuto (Venezuela), donde se habían trasladado sus padres en busca de trabajo.
Sus padres eran de la isla de La Palma en Canarias (España); su padre, Antonio
Morales Arzol, era de Santa Cruz de La Palma, aunque su familia vivía en San
Antonio (municipio de Breña Baja) y su madre, Josefa Pérez Díaz era del
municipio de Villa de Mazo.
Se casaron en la Parroquia de El Salvador en Santa Cruz
de La Palma ante el sacerdote Alonso Pérez Sánchez, primo de Josefa. Su familia
era una de las más relevantes de La Palma, por la trascendencia de la labor de
sus miembros, fue la de los Pérez Díaz, originarios de la Villa de Mazo. La saga
la inician dos hermanos, Alonso y Blas Pérez Sánchez, caciquillos y ex alcaldes
de aquel pueblo a finales del siglo XIX, que casaron con sendas hermanas: Luisa
y Catalina Díaz Guerra. Del primer matrimonio son descendientes, en primera
generación, los hermanos Alonso, Pedro y Norberto Pérez Díaz, juristas de
prestigio e importantes políticos republicanos los dos primeros (Pedro, letrado
del Consejo de Estado, yerno de Salmerón y prin¬cipal adalid de la Ley de
Cabildos de 1912), y sacerdote de vasta obra y magis¬terio (en La Victoria de
Acentejo y El Paso) el último.
Del segundo, en primera gene¬ración, Juan y Maximiliano
Pérez Díaz, ilustres médico y farmacéutico y, en segunda (hijo de Juan), Blas
Pérez González, cate-drático de Derecho civil y ministro de la Gobernación
(1942-1957) y (hijo de Josefa Pérez Díaz y Antonio Morales Arzol), Tomás Morales
Pérez, jesuita, objeto de esta sem¬blanza y -ciertamente- personaje casi
desconocido para la isla.
La razón de este sorprendente desconocimiento habrá que
buscarla acaso en su nacimiento, lejos de La Palma. Sus padres habían emigrado a
Venezuela, por lo que el padre Morales nacería allí, concretamente en la ciudad
de Macuto el 30 de octubre de 1908, poco antes de que se instalaran sus
progenitores definitivamente en Madrid. Era el menor de nueve hermanos. Durante
su vida se trasladaría, no obstante, algunos veranos a La Palma, él mismo nos
cuenta en sus escritos esas estancias veraniegas en casa de sus tías en Breña
Baja y Villa de Mazo.
Vueltos todos casi inmediatamente a España, a Madrid, el
inquieto Tomás estudió en el Colegio Alemán (1914-1916) y luego en el Colegio de
los Jesuitas de Chamartín, interno, de 1917 a 1924. Después, con la perspectiva
de dedicarse a la política, decidió estudiar Derecho en la Universidad Central
de Madrid. Desde la Universidad conoció el agitado ambiente social y político de
la época; recibió clases de varios profesores de la Institución Libre de
Enseñanza (ILE), y entró en contacto con los Estudiantes Católicos (asociación
católica universitaria impulsada por el P. Ayala, y vinculada a la Asociación
Católica Nacional de Propagandistas).
Buen estudiante y muy comprometido con la defensa del
pensamiento cristiano en la Universidad, fue nombrado presidente de la
Federación madrileña de los Estudiantes Católicos. En 1929 conoció a Amparo
García, que fue su novia hasta su entrada en el noviciado jesuita en 1932. Tras
obtener el grado de licenciado en Derecho en 1930, con la calificación de
sobresaliente -y Premio Extraordinario de Licenciatura-, comenzó a preparar las
oposiciones a abogado del Estado, que suspendió por una fecha errónea (mayo de
1931). En diciembre de este año marchó a la Universidad de Bolonia a realizar el
doctorado; allí, el 14 de mayo de 1932, se sintió llamado por Dios a una entrega
total y solicitó el ingreso en la Compañía de Jesús. Finalizó el doctorado el
mes de julio (premio Víctor Manuel II) e inmediatamente partió al noviciado de
Chevetogne (Bélgica).
En 1938 murió su padre. Fue ordenado sacerdote el 13 de
mayo de 1942, y en 1946 terminó su formación, que adquirió en diversos lugares
de Bélgica, Italia y España. Su primer destino fue Madrid, la comunidad de
jesuitas del mismo Colegio de Chamartín en que él había estudiado; dirigió
varias tandas de Ejercicios Espirituales, en las que participaban
universitarios, empleados y obreros. Ya entonces comenzó a dedicarse
preferentemente a la juventud profesional, falta de una atención espiritual bien
organizada. Fruto de su labor surgió en 1946 El Hogar (desde 1950, El Hogar del
Empleado), que agrupó a los más deseosos de una entrega cristiana. Círculos de
estudio, convivencias en las sierras de Guadarrama y Gredos fueron sus
principales métodos de formación humana; la Virgen presidió la espiritual,
atención a enfermos, residencias de empleados, cooperativas, escuelas de
formación profesional, alguna
constructora…
En octubre de 1947 fue trasladado a la casa de la
Compañía en la calle Almagro, en que permanecerá hasta 1960; desde entonces se
ocupó del Secretariado de Ejercicios Espirituales para empleados. En 1948 murió
su madre.
Por esta época, algunos de sus dirigidos le comunicaron
su deseo de entrega total sin abandonar el mundo; tras una lenta maduración y
varias consultas a la jerarquía eclesiástica, en enero de 1956 el
patriarca-obispo de Madrid-Alcalá, Leopoldo Elijo y Garay, aprobó la creación
del Instituto Secular Cruzada de Santa María (jurídicamente no fue I.S. hasta
1983). Con los primeros consagrados se retiró varios meses a Comillas
(Cantabria). Pronto vio la necesidad de formar sacerdotes propios. Por otra
parte, desde 1957, un grupo de empleadas de banco se sintió atraída por el modo
de vida del recién nacido instituto secular; de ellas surgieron las que el 12 de
septiembre de 1960 iniciaron la Cruzada de Santa María
femenina.
Con permiso para continuar dirigiendo individualmente a
algunos cruzados, vio claro que, para su subsistencia, la Cruzada debía
separarse completamente de El Hogar del Empleado. El obispo auxiliar de Madrid,
José Mª García Lahiguera, permitió la existencia del instituto, cuyos
componentes comenzaron entonces a vivir en comunidad. El Padre Morales, sin
embargo, fue destinado a Badajoz, a donde marchó en octubre de 1961; además de
su atención a los jóvenes de la ciudad, desde allí siguió en la distancia la
vida de la Cruzada.
En octubre de 1963, el P. Luis González SJ, nuevo
provincial de Toledo, decidió la vuelta del Padre Morales a Madrid. En la España
de los años 60, sus esfuerzos evangelizadores se dirigirán ahora al mundo de la
Enseñanza y de la Universidad: de la juventud, en resumen. En 1964 solicitó dos
cruzados para marchar en misión a Perú: fue el inicio de la posterior labor
misional del Instituto en Hispanoamérica; al mismo tiempo comenzó la extensión a
distintos lugares de España: Zamora, Almendralejo (Badajoz), Logroño,
Valladolid... A partir de 1965 comenzaron a funcionar bajo su inspiración los
Hogares de Santa María, rama matrimonial independiente de los institutos
seculares. En 1967 se ordenaron los dos primeros sacerdotes
cruzados.
El 13 de mayo de 1970 fijó las Reglas para uso de los
cruzados. Insistió en la formación intelectual y en la importancia del desempeño
pleno de la propia profesión, tanto como la oración o el apostolado directo. En
1975 hizo lo propio con las Reglas de la Cruzada
femenina.
El 7 de octubre de 1985, en Roma y junto con Abelardo de
Armas, hizo entrega de las Constituciones de la Cruzada al papa Juan Pablo II
(que fueron aprobadas en 1988; las de la Cruzada femenina fueron presentadas en
1988 y aprobadas en 1989). En los últimos años de su vida mantuvo la misma
autoexigencia de siempre: hasta el mismo día anterior a su muerte estuvo
recibiendo a dirigidos suyos y dictando diversos trabajos. Ingresado por
neumonía en el hospital de la Compañía de Jesús en Alcalá de Henares, murió el 1
de octubre de 1994.
Escribió varias obras, síntesis en palabras de un
pensamiento sumamente práctico, cuyo objetivo fue hacer comprender a los laicos
el don que adquirían por el bautismo: el del apostolado. Esas obras fueron:
Forja de Hombres; Laicos en marcha; Hora de los laicos; Semblanzas de testigos
de Cristo para los nuevos tiempos. Deben añadirse diversos escritos espirituales
destinados a cruzados, cruzadas, matrimonios y otros miembros de las comunidades
cristianas cuya formación él inspiró.
Fue hombre de rica personalidad: de carácter tímido,
cultivó intensamente la amistad y fue enormemente audaz en su apostolado; de
gran voluntad y exigencia, decidido, fue al mismo tiempo un corazón lleno de
ternura ante el sufrimiento; inteligente -brillante- y culto, no careció de
sentido del humor; independiente, se adaptó a la inconstancia de los jóvenes.
Grandes cualidades, pero que no terminan de definirle; otras tres palabras, que
tocan de lleno su vida, sí lo hacen: maestro, testigo, padre. Maestro, por su
ejemplaridad, coherencia y autoridad. Testigo, por su amor total, entregado y
paciente. Padre, porque quiso educar amando. Por todo esto, el 8 de marzo del
Año Santo de 2000 el Cardenal Arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela,
solicitó a la Congregación de las Causas de los Santos la apertura de la del
Padre Morales, que fue concedida y anunciada el 24 de junio del mismo año en el
Aula Magna de la Universidad Pontificia de Comillas
(Madrid).
Sin duda, el padre Tomás Morales Pérez S.J. puede
considerarse el último de los ilustres miembros de esa insigne familia palmera
que fueron los Pérez Díaz y que, pese a que no naciera en La Palma, merecería
que se conociera y se reconociera su obra, y el alcance de la misma: en una isla
que fue la de sus padres y la de su ínclita
ascendencia.
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Fuente: Santoral, el santo de cada día
Desde el 8 de noviembre de este Año Centenario de las Apariciones de Fátima, el P. Morales Pérez es Venerable! Ahora la Iglesia lo propone a todos los fieles como ejemplo a imitar. Conozcámoslo e imitémoslo!
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