San José Moscati, El médico santo
Abril 12
(1880-1927)
Martirologio Romano: En Nápoles, en Italia, san José Moscati, médico, entregado total e incansablemente a la cotidiana asistencia a los enfermos, sin reclamar a los pobres paga alguna, y que atendiendo a los cuerpos, curaba, a la vez, las almas con gran amor. († 1927)
(1880-1927)
Martirologio Romano: En Nápoles, en Italia, san José Moscati, médico, entregado total e incansablemente a la cotidiana asistencia a los enfermos, sin reclamar a los pobres paga alguna, y que atendiendo a los cuerpos, curaba, a la vez, las almas con gran amor. († 1927)
Fecha de canonización: 25 de octubre de 1987 por el Papa Juan Pablo
II.
El doctor José Moscati nació en Benevento (Italia), el 25 de julio de 1880. Ingresó a la universidad para estudiar medicina y a los veintidós años de edad se graduó con las mejores calificaciones de su generación. Se levantaba diariamente muy temprano para ir a misa y recibir la comunión. Después se dirigía a las colonias pobres para ver algunos enfermos y a las ocho treinta de la mañana iniciaba el trabajo en el hospital.
El doctor José Moscati nació en Benevento (Italia), el 25 de julio de 1880. Ingresó a la universidad para estudiar medicina y a los veintidós años de edad se graduó con las mejores calificaciones de su generación. Se levantaba diariamente muy temprano para ir a misa y recibir la comunión. Después se dirigía a las colonias pobres para ver algunos enfermos y a las ocho treinta de la mañana iniciaba el trabajo en el hospital.
Sus pacientes predilectos eran los pobres. Basta narrar un episodio que
sucedió en los últimos años de su vida. Desde hacía tiempo atendía a un anciano
pobre. Ya que no podía visitarlo en su casa con la frecuencia deseada, le pidió
que todos los días fuera a desayunar al café situado junto a la iglesia donde
acudía diariamente a misa y así lo podía ver. El día en que el anciano no iba a
desayunar, el doctor acudía a su domicilio para asistirlo. De los pobres nunca
aceptaba honorarios, antes bien los curaba a sus expensas o los ayudaba sin
hacerse notar.
Después de la muerte del doctor, su hermana Ana aseguró que durante su
vida, dedicó todas sus ganancias -que no eran pocas- a los pobres, sin quedarse
con nada.
Cuando sucedió la erupción del Vesubio en 1906, fue de voluntario a Torre
del Greco donde había un gran hospital, con la orden de desalojarlo. Durante más
de veinte horas ayudó a trasladar enfermos a un lugar seguro. Cuando todos
estaban a salvo, el techo del edificio se derrumbó por el peso de las cenizas.
Durante la epidemia de cólera de 1911 en Nápoles, se mantuvo en su puesto a
pesar de que los demás médicos se ausentaban, sosteniendo con abnegación heroica
las tareas más difíciles en las zonas más afectadas de la ciudad.
En 1911 fue nombrado director del Hospital de Incurables y se le encomedó
la formación de los estudiantes de medicina. Son suyas estas palabras dirigidas
a uno de ellos: “Ama la verdad; muéstrate cual eres, sin fingimientos, sin
miedos, sin miramientos. Y si la verdad te cuesta persecución, acéptala; y si
tormento, sopórtalo. Y si por la verdad tuvieras que sacrificarte a ti mismo y a
tu vida, sé fuerte en el sacrificio”.
Su densa jornada, llena de ocupaciones en el hospital, la universidad, el
consultorio y las visitas domiciliarias, quebrantaron su salud. Murió el 12 de
abril de 1927. Aquella mañana, como siempre, asistió al hospital, visitando a
numerosos enfermos. Hacia las tres de la tarde se sentó en un sillón, donde
murió.
Entre los primeros que acudieron a rezar ante su cadáver estuvo el cardenal
Ascalesi, quien ante los presentes, pronunció estas conmovedoras palabras: “El
doctor pertenecía a la Iglesia; no a aquella de quienes sanó el cuerpo, sino de
la de quienes salvó el alma y que salieron a su encuentro mientras subía al
cielo”. Fue beatificado en 1975 por el papa Pablo VI.
En vista de la canonización es examinada la curación de una leucemia
(mielosis aguda mieloblástica) del joven Giuseppe Montefusco, ocurrida en
1979.
A este hombre se le consideraba ya desahuciado. Su madre, Rosaria Rumieri,
deshecha por el diagnóstico infausto, vio una noche en sueños la foto de un
médico en batín blanco. Contó el sueño a su párroco, quien le habló del Beato
médico Giuseppe Moscati. La señora fue a la Iglesia del Gesú Nuovo, y enseguida
reconoció el rostro de la foto vista en sueños. Desde ese momento empezó a rezar
a Moscati, y consiguió que se le unieran parientes y amigos. Su hijo Giuseppe se
curó totalmente en pocos días. Retornó a su duro trabajo de herrero y no ha
vuelto a sufrir recaídas. Después se casó, y ahora vive felizmente con su mujer
e hijos.
Después de largos exámenes, finalmente en el consistorio del 28 de abril de
1987 el Papa Juan Pablo II fija la fecha de la canonización para el 25 de
octubre del mismo año.
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Autor: P. Ángel Amo | Fuente: Catholic.net
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ORACION
Oh San José Moscati,
médico y sabio insigne,
que con el ejercicio de la profesión
curabas el cuerpo y el espiritu
de tus pacientes,
mira también por nosotros que ahora acudimos con fe a tu intercesión.
Oh San José Moscati,
médico y sabio insigne,
que con el ejercicio de la profesión
curabas el cuerpo y el espiritu
de tus pacientes,
mira también por nosotros que ahora acudimos con fe a tu intercesión.
Danos salud fisica y espiritual
y sé una vez mas el distribuidor de los dones divinos.
Alivia las penas de los que sufren,
conforta a los enfermos,
da consuelo a los afligidos,
esperanza a los extraviados.
y sé una vez mas el distribuidor de los dones divinos.
Alivia las penas de los que sufren,
conforta a los enfermos,
da consuelo a los afligidos,
esperanza a los extraviados.
Los jóvenes encuentren en ti un modelo,
los trabajadores un ejemplo,
los ancianos un consuelo,
los moribundos la esperanza del premio eterno.
los trabajadores un ejemplo,
los ancianos un consuelo,
los moribundos la esperanza del premio eterno.
Sé para todos nosotros guia segura de
laboriosidad, honradez y caridad,
para que cumplamos cristianamente
nuestros deberes
y demos gloria a Dios,
nuestro Padre.
laboriosidad, honradez y caridad,
para que cumplamos cristianamente
nuestros deberes
y demos gloria a Dios,
nuestro Padre.
Amén
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