Beato Amado García Sánchez, Sacerdote y
Mártir
Octubre
24
Martirologio Romano: En distintos lugares de España, Beatos Fortunato Velasco Tobar y 13 compañeros, de la Congregación de la Misión;asesinados por odio a la fe († 1934-1936)
Martirologio Romano: En distintos lugares de España, Beatos Fortunato Velasco Tobar y 13 compañeros, de la Congregación de la Misión;asesinados por odio a la fe († 1934-1936)
Fecha de beatificación: 13 de octubre de 2013, durante el
pontificado de S.S. Francisco.
Tenemos a la vista un objeto que habla del P. Amado (así le denominábamos casi siempre) más que un libro. Es una toalla empapada en su misma sangre de mártir. La llevaba al cuello al recibir los tiros. Cuando su cuerpo estaba aún caliente, una fiel discípula, cual otra Verónica, se atrevió a acercársele y se llevó el mejor regalo: sangre del Maestro y Padre, que con muerte heroica selló sus enseñanzas y consejos.
Tenemos a la vista un objeto que habla del P. Amado (así le denominábamos casi siempre) más que un libro. Es una toalla empapada en su misma sangre de mártir. La llevaba al cuello al recibir los tiros. Cuando su cuerpo estaba aún caliente, una fiel discípula, cual otra Verónica, se atrevió a acercársele y se llevó el mejor regalo: sangre del Maestro y Padre, que con muerte heroica selló sus enseñanzas y consejos.
Fue así su
martirio:
El 22 de octubre de 1936 ingresó en la cárcel. Días después,
cuando dormía plácidamente, voces de terror lo pusieron en pie. Y, a poco, oyó
cantar su nombre entre otros
catorce.
Trágico cortejo camino del cementerio. La lista negra había
sido apostillada con la palabra libertad, y el P. Amado dijo, al oírla, con
presentimiento de lo terrible: “¡Qué libertad será ésta!” Ya el enigma estaba
descifrado.
En la sien recibió el tiro mortal. Y él, que tenía costumbre de
saludar a lo militar, murió saludando; el dolor le debió de inducir
instintivamente a llevarse la mano derecha al lugar de la herida, que, aunque de
muerte, tal vez no la produjera instantáneamente. Cruzáronle, al enterrarle, las
dos manos sobre el pecho; pero el día de la exhumación la mano diestra volvió a
tomar su postura
preferida.
¡Hasta la eternidad!, había dicho al Hermano Jiménez, con
abrazo estrecho, al salir de la cárcel. El hermano sueño se unió con la hermana
muerte, tras un, breve paréntesis de angustia y reflexión. Tales momentos de
agonía —llamémoslos así—, convenientes, sin duda, fueron a su espíritu; mas no
necesarios. El P. Amado, va al decir, se tenía tragada la muerte desde el día y
hora en que fue detenido. Ni obsta aquel papelito que escrito desde la checa
decía así: “Leonor, estarnos Jiménez y yo; envíanos cena.” El tono agresivo que
con él usaron los esbirros dejaba bien entrever sus pésimas intenciones, mas no
era fácil predecir sus planes. La cena, en efecto, llegó, y a punto; que todavía
restaban horas de prisión: en la ex iglesia de los PP. Jesuitas fueron los dos
recluidos; Dios le llevaba, al sacerdote y al apóstol, para tranquilizar
conciencias.
Aunque breve su estancia en aquella mansión, se debió de ganar
en seguida las simpatías de sus compañeros de dolor. Al verle tiritando, en
aquella mañana que vió su inmolación, al tener que salir de la cárcel, un alma
compasiva le dió ru abrigo. No lo quería él recibir; el otro insistió: —Póngase
mi abrigo. Y se lo puso, no olvidándose de recomendar al Hermano: “Si no
vuelvo, cómprele un
abrigo.”
Harto extraño era que, habiéndose llevado ya los rojos al P.
Gutiérrez y andando a caza del P. Lozano, no se acordaran del Superior de la
casa, tan conocido como era en el barrió de los Pescadores de Gijón, ni se
preocuparan de incautarse de la residencia, sino que dejaron al carpintero y
cocinero de los frailes tan tranquilos en su casa. Que carpintero de la casa
decía ser el P. Amado, si bien sus manos no tenían callos. Bien descuidado se
andaba él y confiado bajo el mono azul con cinturón de cuero y sobre alpargatas
rojas.
Insistiéronle varias veces a que se refugiara en otra parte;
mas él respondía invariablemente: “¡Que no; que comprometo!” Cierto que cuando
pensaba en la posibilidad de que le llevaran a las fortificaciones, a las que
tenía un terror pánico, tentaciones le venían de
marcharse.
Un día fatal los sabuesos rojos olfatearon la malhadada
patente de Superior. Sin embargo, entonces no identificaron al titular con el
carpintero —cosas que Dios permite—, y el hallazgo no trajo consecuencias
desgraciadas y
fulminantes.
Tras este incidente, corrieron días. Así ocurrió que tanto el
Padre como el Hermano se hicieron la ilusión de que el peligro había
desaparecido. Y vivían con ilusión y sin perder el apetito: el P. Amado se puso
grueso en pocos días, los últimos de tranquilo bienestar. Ni los registros
llegaron a inquietarles. Nada tenía de particular: los tiempos, las
circunstancias.
Todos los días telefoneaba el P. Amado a las Hermanas,
interesándose por ellas. Muchas personas iban a su casa a confesarte,
singularmente Hermanas de todas las casas de la población. Y él también salía a
celebrar Misa y a confesar doquiera le requerían. El día 12 de agosto confesó
en el Asilo Pola unas treinta personas, y el 15 del mismo mes, fiesta de la
Asunción de la Santísima Virgen, celebró en el dicho Asilo la Santa Misa y hasta
predicó.
Pero estas solemnidades trascendieron y los rojos trataron de
apresarle, en días sucesivos, a aquel cura atrevido e insolente. Negaban el
hecho las Hermanas del Asilo; pero os rojos afirmaron resueltos: “¿Si ha
celebrado aquí, y llevaba mono y pistola.” No debían de ser del todo
atravesados, cuando se apaciguaron al decirles mansamente y con acentos de
súplica: “Si no se mete con
nadie.”
La prudencia aconsejó e impuso restricción y miramiento. Y así
continuó reinando la paz en medio del revuelto mar de persecución y
martirio.
El 13 de octubre, no obstante, dos Hermanas, que fueron a casa
a confesarse, encontraron al P. Amado, contra costumbre, muy nervioso y
excitado. ¿Presentía la proximidad de la
tragedia?
Cuando el día 21 fue conducido ante “el Tribunal Popular”, la
acusación se fundamentaba en que había celebrado Misa el día 15 de agosto. Era
Cura. Por consiguiente, “marcadamente faccioso”. Y no negó él. Sacerdote y
Mártir usque in
aeternum.
El P. Amado, hijo de Tomás e Isabel, nació el 29 de abril de
1903, en Moscardón (Teruel). Estudió para Paúl en la Escuela Apostólica de
Teruel (“Capuchinos”). Ingresó en el noviciado el 10 de septiembre de 1917.
Hizo los votos el 30 de abril de 1921, siendo ya estudiante de Filosofía, en
Hortaleza; la tardanza obedeció a no haber cumplido los dieciocho años de edad
requeridos por el Código. Cursó la Teología en Cuenca y en Madrid. En Cuenca
fue uno de los fundadores de aquella inter nos famosa “Brigada de
Trabajadores”, que tanto se distinguió, al paso de los años, siempre renovada,
en la creación de la hermosa y utilísima Explanada del Seminario de San Pablo,
asombro de las presentes y futuras
generaciones.
Se ordenó de Menores el 21 de junio y el 12 de julio de 1925;
de Subdiácono, el 14 de febrero de 1926; de Diácono, el 20 de marzo, y de
Sacerdote, el 2 de mayo del mismo año de
1926.
Estuvo destinado los ocho primeros meses, después de ordenado,
en la Casa-Misión de Ávila; en 1927 fue destinado a la fundación de la casa de
Granada, y con residencia en ésta, predicó todavía un curso de Misiones en
Ávila; asimismo predicó misiones sueltas en la diócesis de Granada; el 16 de
febrero de 1929 salió para la fundación de Gijón, y en 1935 fue nombrado
Superior de esta
residencia.
Era el P. Amado de mediana estatura, tipo fino, bien
proporcionado, color moreno castaño, de temperamento alegre, aunque era formal
cuando se requería; excelente predicador, por el fondo, si no abundante,
selecto, y por la forma, cuidada y agradable. El P. Amado fue de los que sacan
partido a los talentos que el Señor da a cada cual. Se había hecho realmete una
joya de la Congregación y su valor iba en
crescendo.
Sin, duda, al trasponer los umbrales de la eternidad ha oído
estas consoladoras palabras: “Anda, siervo bueno y fiel; porque fuiste fiel en
lo poco, yo te constituiré sobre lo mucho; entra en el gozo de tu
Señor.”
Escrita la anterior relación, nos viene a las manos otra del P.
Lozano, viva y emocionante, como escrita con tinta reciente de personales
impresiones.
Publicamos las dos porque así se completa el apunte
biográfico. Las diferencias detallistas entre una y otra obedecen a la
diversidad de fuentes de
información.
Escribe:
“El P. Amado García quedaba ya solo en casa con el Hermano
Jiménez. Herido profundamente por estas desgracias y temiendo por los que aun
quedaban, redoblé mis trabajos para hacerles salir y evitar que la catástrofe
tomara más proporciones. Todo inútil. Nuestro buenísimo Superior había llegado
a convencerse de que como sacerdote no se le perseguía. Uno tras otro habían ido
cayendo más de sesenta sacerdotes y religiosos de distintas órdenes: todos los
que habían sido encontrados. El, sin embargo, continuaba siendo asistido
mimosamente todos los días, pero en, realidad perfectamente vigilado. En alguna
ocasión llegó a instarme a que me fuera con él a casa, en donde me consideraba
más
seguro.
“Habían pasado ya cuatro meses. Las detenciones y los crímenes
aumentaban día por día. Sólo diez o doce sacerdotes quedaban perfectamente
escondidos. Por mi mente pasó la idea de ir personalmente a casa, aprovechando
uno de mis disfraces, y sacármelo a viva fuerza. Con mucho trabajo
consiguieron disuadirme, pero sólo a condición de que una Hermana,
perfectamente disfrazada, iría inmediatamente a suplicarle en, mi nombre que no
esperase un momento más. En efecto, aquella mañana, perfectamente desfigurado,
salió de casa por fin, y fue a esconderse en una casita humilde perteneciente a
un izquierdista razonable, que hacía ya meses servía de amparo al único párroco
que quedaba con vida, el de San
Lorenzo.
Apenas si tuve tiempo de celebrar este triunfo. No habían
pasado veinticuatro horas cuando, cansado, creyéndose una carga en aquella casa
acogedora, excesivamente confiado, o delicado en demasía, volvía a la
residencia, sin que fueran bastantes a detenerlo cuantas súplicas y lamentos se
le opusieron. Era quizás más fuerte la voz de Dios que le llamaba al martirio.
Los suyos se lo habíamos querido evitar, y la Providencia quiso, torciendo todas
nuestras previsiones, que fuera precisamente uno de los suyos el que se lo
facilitara. En la tarde de aquel mismo día nuestro buenísimo hermano Jiménez
salía camino de una aldea próxima en busca de alguna cosa que comer, pues ya el
hambre se había enseñoreado de la población civil. Pasaba por un puente sobre
la ría en que termina la magnífica playa de Gijón, cuando unos centinelas dieron
el “¡Alta!”, apuntándole con el fusil. Trémulo y confuso, fue contestando, sin
darse cuenta apenas, a las preguntas que le fueron
haciendo:
—¿Quién
eres?
—Un pobre
lego.
—¿De qué
convento?
—De los PP.
Paúles.
—¿Dónde están los
frailes?
—Algunos han sido fusilados y otros no sabemos dónde
están.
—Y tú, ¿dónde
vives?
—En nuestra casa, con el P.
Superior.
Síguenos.
Terminaron. Y, en medio de ellos, como un criminal, el buen
anciano fue conducido a la checa y sometido a un sagaz y minucioso
interrogatorio.
Poco tiempo después era detenido en casa el P. Amado y llevado
a la iglesia de la Compañía. 290 individuos habían sido detenidos aquella misma
tarde.
¿Qué pasó en la prisión? Con lágrimas en los ojos me lo
contaba, días después, el que había sido compañero de lecho de nuestro buenísimo
Superior en aquella noche
postrera.
“Horas y horas se pasó en confesarnos a todos, me decía.
Teníamos tan segura la muerte…” Cuando todos estuvimos confesados, el buenísimo
Padre, radiante de alegría, nos invitó a rezar el Rosario a la Milagrosa. Más
que rezar, declamaba las oraciones, de tal modo, que sus palabras, rebotando en
las bóvedas de la magnífica iglesia, convertida en catacumba, caían sobre todos
nosotros como riada de optimismo y de valor. Al cabo, después de bendecirnos,
nos recostamos para descansar y esperar tranquilos la muerte próxima. Casi todos
nos habíamos proporcionado una manta, un colchón y una almohada, para no dormir
en el duro suelo, que infinitos presos habían dejado a su paso infecto y sucio.
Yo observé que el P. Amado no tenía en dónde acostarse .y se recogía en un
rinconcito. Le llamé y obligué a que se acostara conmigo. Poco después dormía
tranquilamente: tal era su
tranquilidad.
A las doce de la noche nuestra magnífica iglesia-prisión,
desmantelada, sin luz apenas, con cerca de trescientos hombres tirados por el
suelo en la más rara y policroma confusión, se estremecía todavía con las
plegarias de muchos hombres. Sólo el Padre dormía
profundamente.
Hacia las dos de la madrugada nuestros verdugos aparecieron
como una invasión siniestra en el presbiterio. Fueron nombrando uno a uno y
poniendo en libertad a muchos que, nunca pensaron en
recobrarla.
Al llegar al P. Amado, el que parecía jefe de aquella chusma
cantó su nombre con una mezcla de odio y de sarcasmo. “Amado García. Fraile.”
Tuve que despertarlo con algún esfuerzo. Se presentó ante ellos, y, como a los
demás, también le dijeron, aunque con un tono bien distinto: “También a ti te
vamos a dar la libertad. Espérate aquí, a la izquierda.” Su tono sarcástico daba
a entender bien claro lo que aquella libertad significaba para él. Se acercó a
mí y, visiblemente emocionado, me dijo abrazándome:. “Adiós. Hasta la
eternidad.”
Después, se acercó de nuevo a los jocosos esbirros y les dijo
presentándoles al Hermano: “Matadme a mí, pero no hagáis nada a este pobre
viejo, que nada tiene que ver. Es sólo un criado
nuestro.”
Aun no había amanecido. A las puertas del cementerio llegó un
coche y de él descendieron unos cuantos asesinos, trayendo a un detenido. Joven,
resignado, tranquilo. Era el P. Amado, condenado a muerte por el enorme delito
de ser un sacerdote
santo.
De su muerte edificante decían al día siguiente en un suelto
del periódico los mismos rojos algunas alabanzas, que hoy, por no tener a mano
el periódico, no puedo transcribir al pie de la letra. Por alguno de los que
asistieron a su fusilamiento pudimos recoger sus últimas palabras, cortas,
sentidas,
terminantes.
“Matadme cuanto antes, pero no me martiricéis. Dios os perdone, como yo
también os perdono.”
El primer disparo debió de cogerle en el acto de bendecirles, pues el
proyectil, después de atravesar su antebrazo, fue a alojarse en el cráneo, a la
altura de la frente. Un nuevo disparo en el parietal derecho lo arrancó para
siempre de entre nosotros.
Por medio de algunas buenas mujeres conseguimos rescatar su cuerpo y
enterrarlo en una sepultura particular; se hicieron algunas fotografías de los
lugares de su martirio y se recogió una toalla empapada en su sangre
preciosa.
Permitidme que desde estas cuartillas levante esa toalla santificada y
ennoblecida como un símbolo y corno una rúbrica. La rúbrica de esa página
maravillosa que en los anales de la Congregación ha escrito nuestra casita de
Gijón; y el símbolo de un porvenir magnífico que sobre esta flagelada tierra de
Asturias se abre a nuestra pequeña residencia, coronada por Dios con esa bandera
de purísima y novísima libertad.”
=
BIOGRAFÍAS DE MISIONEROS PAULES Edición 1942
Autor: Elías Fuente
Autor: Elías Fuente
Fuente:
Somos.Vicencianos.org
=
Este grupo de mártires está integrado por:
1. TOMÁS PALLARÉS IBÁÑEZ
sacerdote de la Congregación de la Misión (Vicenciano)
nacimiento: 06 Marzo1890 en Iglesuela del Cid, Teruel (España)
martirio: 13 Octubre 1934 en Oviedo, Asturias (España)
sacerdote de la Congregación de la Misión (Vicenciano)
nacimiento: 06 Marzo1890 en Iglesuela del Cid, Teruel (España)
martirio: 13 Octubre 1934 en Oviedo, Asturias (España)
2. SALUSTIANO GONZÁLEZ CRESPO
hermano de la Congregación de la Misión (Vicenciano)
nacimiento: 01 Mayo 1871 en Tapia de la Ribera, León (España)
martirio: 13 Octubre 1934 en Oviedo, Asturias (España)
hermano de la Congregación de la Misión (Vicenciano)
nacimiento: 01 Mayo 1871 en Tapia de la Ribera, León (España)
martirio: 13 Octubre 1934 en Oviedo, Asturias (España)
3. LUIS AGUIRRE BILBAO
hermano de la Congregación de la Misión (Vicenciano)
nacimiento: 13 Septiembre 1914 en Murguía, Vizcaya (España)
martirio: 30 Julio 1936 en Alcorisa, Teruel (España)
hermano de la Congregación de la Misión (Vicenciano)
nacimiento: 13 Septiembre 1914 en Murguía, Vizcaya (España)
martirio: 30 Julio 1936 en Alcorisa, Teruel (España)
4. LEONCIO PÉREZ NEBREDA
sacerdote de la Congregación de la Misión (Vicenciano)
nacimiento: 18 Marzo1895 en Villarmentero, Burgos (España)
martirio: 02 Agosto 1936 en Las Planas de Oliete, Teruel (España)
sacerdote de la Congregación de la Misión (Vicenciano)
nacimiento: 18 Marzo1895 en Villarmentero, Burgos (España)
martirio: 02 Agosto 1936 en Las Planas de Oliete, Teruel (España)
5. ANDRÉS AVELINO GUTIÉRREZ MORAL
sacerdote de la Congregación de la Misión (Vicenciano)
nacimiento: 11 Noviembre 1886 en Salazar de Amaya, Burgos (España)
martirio: 03 Agosto 1936 en Gijón, Asturias (España)
sacerdote de la Congregación de la Misión (Vicenciano)
nacimiento: 11 Noviembre 1886 en Salazar de Amaya, Burgos (España)
martirio: 03 Agosto 1936 en Gijón, Asturias (España)
6. ANTONIO CARMANIÚ MERCADER
sacerdote de la Congregación de la Misión (Vicenciano)
nacimiento: 17 Agosto 1860 en Rialp, Lérida (España)
martirio: 17 Agosto 1936 en Llavorsi, Lérida (España)
sacerdote de la Congregación de la Misión (Vicenciano)
nacimiento: 17 Agosto 1860 en Rialp, Lérida (España)
martirio: 17 Agosto 1936 en Llavorsi, Lérida (España)
7. FORTUNATO VELASCO TOBAR
sacerdote de la Congregación de la Misión (Vicenciano)
nacimiento: 31 Mayo 1906 en Tardajos, Burgos (España)
martirio: 24 Agosto 1936 en Alcorisa, Teruel (España)
sacerdote de la Congregación de la Misión (Vicenciano)
nacimiento: 31 Mayo 1906 en Tardajos, Burgos (España)
martirio: 24 Agosto 1936 en Alcorisa, Teruel (España)
8. RICARDO ATANES CASTRO
sacerdote de la Congregación de la Misión (Vicenciano)
nacimiento: 05 Agosto 1875 en Cualedro, Orense (España)
martirio: 14 Agosto 1936 en Gijón, Asturias (España)
sacerdote de la Congregación de la Misión (Vicenciano)
nacimiento: 05 Agosto 1875 en Cualedro, Orense (España)
martirio: 14 Agosto 1936 en Gijón, Asturias (España)
9. PELAYO JOSÉ GRANADO PRIETO
sacerdote de la Congregación de la Misión (Vicenciano)
nacimiento: 30 Julio 1895 en Santa María de los Llanos, Cuenca (España)
martirio: 27 Agosto 1936 en Gijón, Asturias (España)
sacerdote de la Congregación de la Misión (Vicenciano)
nacimiento: 30 Julio 1895 en Santa María de los Llanos, Cuenca (España)
martirio: 27 Agosto 1936 en Gijón, Asturias (España)
10. AMADO GARCÍA SÁNCHEZ
sacerdote de la Congregación de la Misión (Vicenciano)
nacimiento: 29 Abril 1903 en Moscardón, Teruel (España)
martirio: 24 Octubre 1936 en Gijón, Asturias (España)
sacerdote de la Congregación de la Misión (Vicenciano)
nacimiento: 29 Abril 1903 en Moscardón, Teruel (España)
martirio: 24 Octubre 1936 en Gijón, Asturias (España)
11. IRENEO RODRÍGUEZ GONZÁLEZ
sacerdote de la Congregación de la Misión (Vicenciano)
nacimiento: 10 Febrero 1879 en Los Balbases, Burgos (España)
martirio: 06 Diciembre 1936 en Guadalajara (España)
sacerdote de la Congregación de la Misión (Vicenciano)
nacimiento: 10 Febrero 1879 en Los Balbases, Burgos (España)
martirio: 06 Diciembre 1936 en Guadalajara (España)
12. GREGORIO CERMEÑO BARCELÓ
sacerdote de la Congregación de la Misión (Vicenciano)
nacimiento: 09 Mayo 1874 en Sitios, Zaragoza (España)
martirio: 06 Diciembre 1936 en Guadalajara (España)
sacerdote de la Congregación de la Misión (Vicenciano)
nacimiento: 09 Mayo 1874 en Sitios, Zaragoza (España)
martirio: 06 Diciembre 1936 en Guadalajara (España)
13. VICENTE VILUMBRALES FUENTE
sacerdote de la Congregación de la Misión (Vicenciano)
nacimiento: 05 Abril 1909 en Reinoso de Bureba, Burgos (España)
martirio: 06 Diciembre 1936 en Guadalajara (España)
sacerdote de la Congregación de la Misión (Vicenciano)
nacimiento: 05 Abril 1909 en Reinoso de Bureba, Burgos (España)
martirio: 06 Diciembre 1936 en Guadalajara (España)
14. NARCISO PASCUAL y PASCUAL
hermano de la Congregación de la Misión (Vicenciano)
nacimiento: 11 Agosto 1917 en Sarreaus de Tioira, Orense (España)
martirio: 06 Diciembre 1936 en Guadalajara (España)
hermano de la Congregación de la Misión (Vicenciano)
nacimiento: 11 Agosto 1917 en Sarreaus de Tioira, Orense (España)
martirio: 06 Diciembre 1936 en Guadalajara (España)
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