San Savino de Lavedan,
Eremita
Octubre 9
Martirologio Romano: En la región
de Bigorre (Saint-Savin-de-Lavedan), a los pies de los montes Pirineos, san
Savino, eremita, que ilustró la vida monástica en Aquitania.
820.
Según la leyenda, Sabino, que
nació en Barcelona, fue educado por su madre. A los pocos años, el niño pasó a
Poitiers a continuar su educación bajo la dirección de su tío Eutilio, quien le
nombró tutor de su primo, más joven que él. El ejemplo y las palabras de Sabino
hicieron tanto bien a su primo, que el joven escapó de su casa e ingresó en el
monasterio de Ligugé. Eutilio y su esposa rogaron a Sabino que emplease su
influencia para hacer volver a su hijo; pero Sabino se negó a ello, citando las
palabras del Evangelio en las que el Señor nos manda amarle más que a nuestro
padre y a nuestra madre. Acto seguido, Sabino comunicó a sus tíos que él también
estaba decidido a tomar el hábito en
Ligugé.
Más tarde, san Sabino abandonó el monasterio para vivir en la
soledad. Primero estuvo en Tarbes; más tarde se dirigió al monasterio de
Palatium Aemilianum, en el Lavedán. Fronimio, el abad del monasterio, le designó
un sitio en las montañas de los alrededores y el santo se construyó ahí una
celda. Más tarde, se metió a vivir a un pozo, pues sostenía que cada cristiano
debía hacer penitencia por sus pecados en la forma particular que Dios le pide.
Tal fue la respuesta que dio a Frominio cuando éste le dijo que sus austeridades
rayaban en la exageración. San Sabino predicaba a los campesinos de los
alrededores, tanto con la palabra como con el ejemplo de su vida penitente y
obró numerosos milagros.
Por ejemplo, en cierta ocasión en que un campesino le reprendió ásperamente
porque cruzaba su campo para ir a traer agua de la fuente, el santo la hizo
brotar de la roca para no ofender a su vecino. Y una noche, como la yesca se le
había acabado, encendió una tea, con el fuego de su propio corazón. Sólo tenía
una túnica, que le duró doce inviernos y doce
veranos.
Al recibir el aviso del cielo acerca de su próxima muerte, Sabino mandó llamar a los monjes y entregó el alma rodeado por ellos y por los campesinos de los alrededores. Su cadáver fue sepultado en la abadía, que más tarde tomó su nombre, así como la aldea próxima, que todavía se llama Saint-Savín-de-Tarves.
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