Santa Laura de Santa
Catalina de Siena, Religiosa Fundadora
Octubre 21
Octubre 21
Fundadora de la Congregación de
las Hermanas Misioneras de María Inmaculada y Santa Catalina de
Siena
(Misioneras de María)
(Misioneras de María)
Martirologio Romano: En el lugar de Belencito, cerca de Medellín, en Colombia, Santa Laura de Santa Catalina de Siena Montoya y Upeguí, virgen, que, con notable suceso, se dedicó a anunciar el Evangelio entre los pueblos indígenas que aún desconocían la fe en Cristo y fundó la Congregación de las Hermanas Misioneras de María
Etimología: Laura = Aquella que
triunfa, viene de la lengua
latina
Fecha de beatificación: 25 de
abril de 2004, por el Beato Juan Pablo
II.
Fecha de canonización: 12 de mayo
de 2013, por el Papa
Francisco.
La Madre Laura de Santa Catalina de Siena (Laura Montoya Upegui), estando aquí, en la Basílica de San Pedro en el mes de noviembre del año 1930, después de una viva oración eucarística escribe: «Tuve fuerte deseo de tener tres largas vidas: La una para dedicarla a la adoración, la otra para pasarla en las humillaciones y la tercera para las misiones; pero al ofrecerle al Señor estos imposibles deseos, me pareció demasiado poco una vida para las misiones y le ofrecí el deseo de tener un millón de vidas para sacrificarlas en las misiones entre infieles! Mas, ¡he quedado muy triste! y le he repetido mucho al Señor de mi alma esta saetilla: ¡Ay! Que yo me muero al ver que nada soy y que te quiero!».
Esta gran mujer que así escribe,
la Madre Laura Montoya, maestra de misión en América Latina, servidora de la
verdad y de la luz del Evangelio, nació en Jericó, Antioquia, pequeña población
colombiana, el 26 de Mayo de 1874, en el hogar de Juan de la Cruz Montoya y
Dolores Upegui, una familia profundamente cristiana. Recibió las aguas
regeneradoras del Bautismo cuatro horas después de su nacimiento. El sacerdote
le dio el nombre de María Laura de Jesús. Dos años tenía Laura cuando su padre
fue asesinado, en cruenta guerra fratricida por defender la religión y la
patria. Dejó a su esposa y sus tres hijos en orfandad y dura pobreza, a causa de
la confiscación de los bienes por parte de sus enemigos. De labios de su madre,
Laura aprendió a perdonar y a fortalecer su carácter con cristianos
sentimientos.
Desde sus primeros años, su vida
fue de incomprensiones y dolores. Supo lo que es sufrir como pobre huérfana,
mendigando cariño entre sus mismos familiares. Aceptando con amor el sacrificio,
fue dominando las dificultades del camino. La acción del Espíritu de Dios y la
lectura espiritual especialmente de la Sagrada Escritura, la llevaron por los
caminos de la oración contemplativa, penitencia y el deseo de hacerse religiosa
en el claustro carmelitano. Tenía sed de Dios y quería ir a El “como bala de
cañón
”.
Esta mujer admirable crece sin
estudios, por las dificultades de pobreza e itinerancia a causa de su orfandad,
hasta la edad de 16 años cuando ingresa en la Normal de Institutoras de
Medellín, para ser maestra elemental y de esta manera ganarse el sustento
diario. Sin embargo, llega a ser una erudita en su tiempo, una pedagoga
connotada, formadora de cristianas generaciones, escritora castiza de alto vuelo
y sabroso estilo, mística profunda por su experiencia de oración
contemplativa.
En 1914, apoyada por monseñor
Maximiliano Crespo, obispo de Santa Fe de Antioquia, funda una familia
religiosa: Las Misioneras de María Inmaculada y Santa Catalina de Sena, obra
religiosa que rompe moldes y estructuras insuficientes para llevar a cabo su
ideal misionero según lo expresa en su Autobiografía: Necesitaba mujeres
intrépidas, valientes, inflamadas en el amor de Dios, que pudieran asimilar su
vida a la de los pobres habitantes de la selva, para levantarlos hacia
Dios
MAESTRA CATEQUISTA DE LOS
INDIOS
Su profesión de maestra la llevó
por varias poblaciones de Antioquia y luego al Colegio de La Inmaculada en
Medellín. En su magisterio no se contenta con el saber humano sino que expone
magistralmente la doctrina del Evangelio. Forma con la palabra y el ejemplo el
corazón de sus discípulas, en el amor a la Eucaristía y en los valores
cristianos. En un momento de su trayectoria como maestra, se siente llamada a
realizar lo que ella llamaba “la Obra de los indios”: En 1907 estando en la
población de Marinilla, escribe: “me vi en Dios y como que me arropaba con su
paternidad haciéndome madre, del modo más intenso, de los infieles. Me dolían
como verdaderos hijos”. Este fuego de amor la impulsa a un trabajo heroico al
servicio de los indígenas de las selvas de
América.
Busca recursos humanos, fomenta
el celo misionero entre sus discípulas, escoge cinco compañeras a quienes prende
el fuego apostólico de su propia alma. Aceptando de antemano los sacrificios,
humillaciones, pruebas y contradicciones que se ven venir, acompañadas por su
madre Doloritas Upegui, el grupo de “Misioneras catequistas de los indios” sale
de Medellín hacia Dabeiba el 5 de Mayo de 1914. Parten hacia lo desconocido,
para abrirse paso en la tupida selva. Van, no con la fuerza de las armas, sino
con la debilidad femenina apoyada en el Crucifijo y sostenida por un gran amor a
María la Madre y Maestra de esta Obra misionera. “Ella, la Señora Inmaculada me
atrajo de tal modo, que ya me es imposible pensar siquiera en que no sea Ella
como el centro de mi vida”. La celda carmelitana, objeto de sus ansias en el
tiempo de su juventud, le pareció demasiado fría ante aquellas selvas pobladas
de seres humanos sumidos en la infidelidad, pero amados tiernamente por Dios.
“Siento la suprema impotencia de mi nada y el supremo dolor de verte
desconocido, como un peso que me
agobia”.
Comprende la dignidad humana y la
vocación divina del indígena. Quiere insertarse en su cultura, vivir como ellos
en pobreza, sencillez y humildad y de esta manera derribar el muro de
discriminación racial que mantenían algunos líderes civiles y religiosos de su
tiempo. La solidez de su virtud fue probada y purificada por la incomprensión y
el desprecio de los que la rodeaban, por los prejuicios y las acusaciones de
algunos prelados de la iglesia que no comprendieron en su momento, aquel estilo
de ser “religiosas cabras”, según su expresión, llevadas por el anhelo de
extender la fe y el conocimiento de Dios hasta los más remotos e inaccesibles
lugares, brindando una catequesis vivencial del Evangelio. Su Obra misionera
rompió esquemas, para lanzar a la mujer como misionera en la vanguardia de la
evangelización en América latina. El quemante “SITIO”- Tengo sed- de Cristo en
la Cruz , la impulsa a saciar esta sed del crucificado :”¡Cuánta sed tengo! ¡Sed
de saciar la vuestra Señor! Al comulgar nos hemos juntado dos sedientos: Vos de
la gloria de vuestro Padre y yo de la de vuestro corazón Eucarístico! Vos de
venir a mí, y yo de ir a
Vos”
Mujer de avanzada, elige como
celda la selva enmarañada y como sagrario la naturaleza andina, los bosques y
cañadas, la exuberante vegetación en donde encuentra a Dios. Escribe a las
Hermanas: ”No tienen sagrario pero tienen naturaleza; aunque la presencia de
Dios es distinta, en las dos partes está y el amor debe saber buscarlo y
hallarlo en donde quiera que se
encuentre.”
Redacta para ellas las “Voces
Místicas”, inspirada en la contemplación de la naturaleza, y otros libros como
el Directorio o guía de perfección, que ayudan a las Hermanas a vivir en armonía
entre la vida apostólica y la contemplativa. Su Autobiografía es su obra cumbre,
libro de confidencias íntimas, experiencia de sus angustias, desolaciones e
ideales, vibraciones de su alma al contacto con la divinidad, vivencias de su
lucha titánica por llevar a cabo su vocación misionera. Allí muestra su
“pedagogía del amor”, pedagogía acomodada a la mente del indígena, que le
permite adentrarse en la cultura y el corazón del indio y del negro de nuestro
continente.
La Madre Laura centra su
Eclesiología en el amor y la obediencia a la Iglesia. Vive para la Iglesia a
quien ama entrañablemente, y para extender sus fronteras no mide dificultades,
sacrificios, humillaciones y
calumnias.
Esta infatigable misionera, pasó
nueve años en silla de ruedas sin dejar su apostolado de la palabra y de la
pluma. Después de una larga y penosa agonía, murió en Medellín el 21 de octubre
de 1949. A su muerte dejó extendida su Congregación de Misioneras en 90 casas
distribuidas en tres países, con un número de 467 religiosas. En la actualidad
las Misioneras trabajan en 19 países distribuidas en América, África y
Europa.
Por todo lo que vivió hizo y
significo la Madre Laura en su época y por todo lo que seguirá significando para
la sociedad, la Congregación y la Iglesia, hoy la Congregación por ella fundada
se llena de alegría al ver concretizado y culminado su proceso de Beatificación,
abierto el 4 de julio de 1963, en la capilla de la Curia Arquidiocesana de
Medellín, en el cual se nombró el tribunal eclesiástico para buscar
diligentemente los escritos de la Sierva de Dios Laura Montoya Upegui, instruir
el proceso informativo sobre su fama de santidad, virtudes en general y posibles
milagros realizados por la Sierva de Dios. Hoy este proceso que duro cuarenta
años ha llegado a su culminación, cuando el 25 de abril de 2004, S.S. Juan Pablo
II la proclamara beata de la
Iglesia.
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Fuente:
Vatican.va
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Canonización S.S. Benedicto XVI
firmó el 20 de diciembre de 2012 el decreto con el cual se reconocía un milagro
gracias a la intercesión de la entonces Beata Laura de Santa Catalina de Siena,
lo cual permitió la canonizacion de quien pasó así a ser la primera colombiana
en llegar a la gloria de los altares de la Iglesia
Católica.
El milagro realizado por
intercesión de la hasta entonces beata fue la curación del Dr. Carlos Eduardo
Restrepo quien se encontraba convaleciente y que, aquejado por una especie de
lupus, daño renal y una atrofia muscular, se encomendó una noche a ella y
amaneció completamente
curado.
Esa noche, el Dr. Restrepo
recuerda que "le dije: ‘madre Laura, si me saca de estas, yo me encargo de
contarle al mundo su milagro para que la eleven a los
altares’".
"Tengo una laguna. No sé si tuve
una experiencia extracorpórea o si lo imaginé, o si fue el subconsciente, pero
cuando me encomendé a la beata sentí una paz maravillosa",
dijo.
El médico sanado por la
intercesión de la santa colombiana expresó: "si esto no es un milagro, entonces
qué es... Cuando sabes que no tienes ninguna posibilidad y quedas intacto,
entonces es un milagro",
señaló.
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