Beato Pedro Donders, Presbítero Redentorista
Enero 14
Martirologio Romano: En Batavia, lugar de Suriname (Guayana Holandesa),
beato Pedro Donders, presbítero de la Congregación del Santísimo
Redentor, que se entregó con caridad desbordante a atender tanto los
cuerpos como las almas de los leprosos (1887).
Los primeros pasos de un hombre sencillo
El Beato Pedro nace el 27 de octubre de 1809 en la aldea de Heikant,
cerca de Tilburg en el Brabante holandés, y será bautizado el mismo día
en la iglesia de Het Goirke. Es hijo del tercer matrimonio de Arnaldo
Donders con Petronila van den Brekel. Anteriormente el padre tuvo dos
hijos, que murieron en pocos días, y una hija que muere a los 14 años,
dos años antes que su segunda mujer. Pedro tiene otro hermano, Martirio
que nace inválido; también él era muy débil desde su nacimiento.
Cuando contaba 6 años murió su madre. Su padre se casa por cuarta vez
buscando una madre para sus hijos y una felicidad que no acababa de
llegar. Su casa era humilde y pobre, de un solo cuarto, de suelo de
arcilla con dos camas-armario, en donde el padre trabajaba como tejedor,
oficio que durante muchos años va ha ejercer Pedro, a quien
cariñosamente llamaban Peerke. Acude a la escuela del maestro Drabbe,
hasta los 12 años que tiene que trabajar para su familiar en el telar,
dedicándose con gran interés a la catequesis para niños con tal valía
que el cura le da el titulo oficial de catequista.
Llegar a ser lo que uno quiere ser
A Pedro le gustaría ser sacerdote, pero su delicada salud será un
problema. Siente gran gusto por la oración, dejándose arrastrar durante
todo el día por la oración, incluso tejiendo. Busca la felicidad
alejándose de su propio centro, situándolo en Dios y los pobres.
Su debilidad le incapacita para el servicio militar, así que decide ser
sacerdote. El cura del pueblo lo envia como alumno-empleado a la
Escuela Apostólica Beekvliet, donde sobre todo trabajará, hasta los 23
años que comienza a estudiar. Como no podía pagarse los estudios,
trabajaba fuera de las clases en el mismo seminario. Fueron 6 años en el
Seminario menor, años de estudio duros y lentos, donde había una gran
diferencia de edad entre él y sus compañeros. Se burlaban de él por su
torpeza, pero se hizo amar y respetar por todos, por su caracter afable y
sencillo.
A sus 29 años inicia estudios superiores en el
Seminario Nieuw Herlaar (próximo a Beekvliet). Aquí se acentúa su
interés por las misiones en el extranjero, haciendo apuestas para
conseguir dinero para las mismas. Se siente atraído por las misiones en
EEUU del jesuita Desmet. Ante esta inquietud el Rector del seminario le
orienta para hacerse religioso. En Holanda no podría ser, ya que
Guillermo I había prohibido la admisión de novicios en cualquier
comunidad religiosa de su territorio. Llaman a las puertas de los
Jesuitas, Franciscanos, y Redentoristas belgas de Sint Truiden, los
cuales no lo admiten, por falta de talento, conocimiento, o demasiada
edad. Curiosamente 30 años más tarde tomará el hábito Redentorista en su
querido Surinam.
En 1839 va al seminario de Hausen para
continuar sus estudios de Teología, en los que destacará más que en
Filosofía. Pedro va a estar siempre muy cercano a todo el mundo, en el
seminario y en sus vacaciones con su familia, viendo en el otro siempre a
Dios. En el seminario un año antes había tenido una conversación con
Monseñor Jakobus Grooff, ofreciéndose para ir junto a él a la misión del
Surinam, cuando fuese sacerdote. El 15 de junio de 1841 es ordenado
sacerdote en Oergstgeest por el obispo van Wijckerslooth.
Surinam: la misión de su vida
Deseoso de partir para América -el viaje tarda un año en llegar-
durante este tiempo conoce el trabajo de los Redentoristas holandeses en
las misiones en Tilburg, su pueblo natal, de la mano del Padre Bernad
Hafkenscheid. Pedro quedó muy impresionado y estimulado en su fervor
apostólico.
Por fin desembarca en Paramaribo (Surinam), tras
mes y medio de un viaje largo y duro: “finalmente he llegado a mi
destino, a donde me llamó el Señor y su diestra me llevó”; era el 16 de
septiembre de 1842, y tenia casi 33 años. Durante los primeros 14 años
que pasa en Paramaribo junto al obispo Grooff, va a descubrir la miseria
religiosa y moral tanto en los blancos como los de color, con signos de
idolatría e incontinencia como promiscuidad, pobreza, suciedad,
alcohol, prostitución, una situación de “corrupción total de la
moralidad” - dirá él mismo.
Tras el recibimiento de Monseñor
Grooff, éste le presenta el gran campo de trabajo: 140.000 km2 de
extensión (cuatro veces Holanda), clima tropical con abundantes
tormentas y mosquitos, extensiones de selva, ríos y barro, multitud de
enfermedades y gran diversidad de razas: indios, negros cimarrones,
esclavos nacionales (46000), 140000 blancos, holandeses, ingleses,
franceses, alemanes, portugueses... y, además, muchos leprosos...
Oración y trabajo
Para combatir esta difícil situación, Pedro Donders se apoyará en la
oración, el esfuerzo personal y la mejora de la vida de toda esa gente.
Aprenderá el inglés de los negros, y se dedica al cuidado de todas las
personas. Su vida de oración permanece sólida. Desde las 5 de la mañana
ya está rezando en la iglesia; después de la Eucaristía estará ¾ de hora
en acción de gracias, y luego se dedica a la catequesis de niños.
Lo más duro de su día a día serán las visitas bajo el sol tropical o la
lluvia, así como la indeferencia, disgusto, odio y amenazas de las
gentes sobre todo de los propietarios de esclavos europeos.
Tanto trabajo va a aumentar cuando el Papa Gregorio XVI propone a
Monseñor Grooff como Vicario Apostólico para Indonesia. Surinam y Pedro
van a sufrir su ausencia, intentan que el nombramiento no se produzca,
pero sólo se retrasa en el tiempo, pues están pasando una epidemia de
disentería que afecta al obispo. Muere el capellán, y Pedro Donders
asume todo el trabajo desbordado por tantos enfermos y hasta 5 entierros
diarios.
Tal situación se prolongó durante 4 meses. El obispo
Grooff parte, y es monseñor Schepers, el misionero mayor quien se pone
al frente de la misión del Surinam, aunque debido a su estado enfermizo,
será Pedro el responsable real de todo. Las actividades aumentan. Ahora
Pedro también atiende a los esclavos de las haciendas, aun más
miserables que los de la ciudad, mostrando gran indignación por la
situación en que se encontraban. Para ello tiene que remontar ríos y
selva sobre un tronco, y limpiar las chozas. Ha de enfrentarse a los
propietarios para acceder a los esclavos, embrutecidos por los muchos
abusos que sufrían sobre todo sexuales, y a quienes les enseñaba las
verdades de la fe.
Los leprosos de Batavia
En 1856 es
nombrado capellán de los leprosos de Batavia, que había visitado a su
llegada al país, junto a Monseñor Grooff, allá por el 1842, y a donde
deseaba ir para estar con esos pobres necesitados de toda curación. Allí
trabajará 27 años como pastor moderno y gran trabajador social.
Mejoró la situación material, ya que estaban en un estado de
putrefacción, sin enfermeros, ni alimentos, teniéndose que cuidar y
alimentar entre los propios enfermos. “Era la destrucción más grande en
cuerpos vivos humanos que jamás yo he visto” - decía el médico van
Hasselaar, y Donders decía que “parecía más un apocilga que una morada
humana”. Pone suelo de madera y camas en las chozas, consigue alimento
con gran dificultad, daba lo suyo al más hambriento, y puede enterrar a
los difuntos en ataúdes dignos. Todo este trabajo sin descuidar su
oración mañanera, la eucaristía, y acción de gracias antes de ponerse en
faena cada día.
Además de todo ese trabajo físico, no deja su
misión espiritual, chocando incluso con los leprosos, que eran gentes
carentes de moralidad. Todo su trabajo y su existencia eran para los
demás, su centro, Dios y los hermanos leprosos. Todo para buscar la
salvación total del hombre.
Misionero Redentorista
En
1863, Guillermo III de Holanda declara el fin de la esclavitud,
incluyendo la libertad religiosa en sus territorios. Desde Roma se envia
a la Congregación del Santísimo Redentor de Holanda al Surinam, para
hacerse cargo de la misión. Dos de los cuatro curas seculares que allí
estaban, vuelven a Holanda. Otros dos, pedro Donders y Romme, ingresan
con los redentoristas. Es el año 1865, han pasado 30 años desde que
intentara entrar en la Congregación en Bélgica, y Pedro cuenta ya con 57
años.
Está dos semanas de experiencia comunitaria en
Paramaribo, y decide comenzar el noviciado. Durará 6 meses, y como
maestro Monseñor Swinkerls, que dice del novicio: “poseía en toda
plenitud el espíritu de la Congregación Redentorista”. El día de san
Juan de 1867 realizará los votos en Paramaribo, la capital.
Batavia: leprosos, indios, negros y esclavos
Vuelve a Batavia, ya como misionero redentorista, junto a otros
hermanos, para estar con los leprosos, y al ser los misioneros más,
Pedro quiere más trabajo, y atiende también a los indios, buscándolos
entre la selva. Va a catequetizarlos, predicarles con láminas y dibujos,
incluso con el harmonium. Pero los indios parecen ser ociosos y
supersticiosos. Hasta tal punto Pedro denuncia esta situación que los
curanderos le atacan y le amenazan si bautiza a los indios. Pedro
aguantó heroicamente la situación, y los indios se convirtieron,
abandonando la superstición y el vicio.
En 1869, también se
acerca hasta los negros cimarrones, esclavos sacados de África para
trabajar duramente en grandes extensiones propiedad de europeos. Éstos
se agrupaban en bandas que luchaban entre sí, y sobre todo contra el
blanco opresor, igualmente eran supersticiosos e inmorales, aún más
salvajes y feroces que los indios. Las denuncias de Pedro a esta
situación, que combate a todos los niveles (entre ellos y ante los
poderosos y propietarios) le costarán caras, y supondrán su gran cruz:
“El trabajo entre los negros cimarrones no va bien. También la
adversidad y la cruz vienen de Dios, y nada se realiza sin la cruz”,
escribía Pedro de la situación que estaba viviendo con los negros.
En 1883 los leprosos piden que les nombren otro capellán debido al
estado de salud del anciano padre Donders. Fueron 40 años de trabajo
intenso en Surinam, 16 como redentorista y 74 de edad, cuando se retira a
la comunidad de Paramaribo, en la que sigue con el trabajo apostólico
como un sacerdote joven. Allí vive años felices, entre las bromas de los
hermanos, sobre su avanzada edad al ingresar en la Congregación, “cada
día me doy más cuenta de cuán grande es la felicidad de la vocación en
esta Congregación y en convivencia con los hermanos”, escribía nuestro
querido Beato Pedro Donders. A los 8 meses es trasladado a Coronie,
donde es operado del riñón varias veces en los 2 años que está allí.
Murió entre los más pobres
En 1885, vuelve a Batavia, al enfermar el Padre Bekkers, capellán del
lugar. A sus 77 años y una delicada salud, seguirá trabajando con los
leprosos, indios y negros durante un año más. Para él, los enfermos eran
presencia clara y real de Jesucristo sufriente en la cruz.
A
finales de 1886 visita por última vez a los enfermos. Celebra la
eucaristía el día de Navidad, y predica el día 31. La nefritis que
padece se agrava, y el médico no le suministra medicamento. El día 12 de
enero de 1887 dice al P. Bekkers: “ten aún un poco de paciencia. Moriré
el viernes a las tres”. Así, el viernes 14 de enero de 1887, a las tres
de la tarde, tras una larga vida de oración continua, de trabajo sin
cesar y mucho sufrimiento, Pedro Donders morirá en Batavia, rodeado de
los abandonados a los que se entregó toda su vida.
Su cuerpo
permaneció allí 13 años, hasta el traslado de la leprosería a la
Fundación san Gerardo en Gravestraat en Paramaribo. Sus restos reposan
en la catedral de Paramaribo desde 1921, ya que su fama de santidad era
reconocida por todos los habitantes de la antigua colonia holandesa. Era
el Apóstol de los Leprosos, de los Indios, de los Cimarrones, etc. El
23 de mayo de 1982, S.S. el Papa Juan Pablo II lo declaró Beato para
toda la Iglesia.
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Fuente: Redentoristas.org
Comunidad Católica Vidas Santas Páginas Católicas... dedicadas a las personas que aman la Vida de los Santos, Beatos, Venerables y Siervos de Dios del Mundo! En la vida de los hombres y mujeres llamados Santos encontraremos un camino a seguir en el deambular por este valle de lágrimas que es nuestra vida en la Tierra. En ella se busca el lema de la Paz, la Tolerancia y la Caridad, en un intento de recoger el máximo de imágenes de Santos
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