y del empíreo Reina;
salve, Virgen de las Virgenes;
salve, matutina Estrella.
Salve, Tú, llena de gracia,
que luz divina reflejas:
apresúrate, Señora,
a socorrer a la tierra.
El Señor, desde el principio,
te escogió para que fueras
Madre del Verbo unigénito
por quien todo el mundo hiciera.
Y para sí el mismo Dios
hízote esposa tan bella,
que ni quiso te manchara
de Adán la culpa primera.

La rezábamos como parte de la Sabatina los congregantes de San Felipe en Cádiz.
ResponderBorrarHizo una adaptación el P. Alfredo Colorado S. M. posteriormente.