n.: c. 465 - †: c. 529 - país: Francia
otras formas del nombre: Cesira, Cesaria
canonización: culto local
En Arlés, ciudad de la Provenza, en la Galia, santa Cesárea, abadesa, hermana del obispo san Cesáreo, quien, para ella y para sus hermanas, escribió una Regla destinada a santas vírgenes.
refieren a este santo: San Cesáreo de Arlés, Santa Radegunda
otras formas del nombre: Cesira, Cesaria
canonización: culto local
En Arlés, ciudad de la Provenza, en la Galia, santa Cesárea, abadesa, hermana del obispo san Cesáreo, quien, para ella y para sus hermanas, escribió una Regla destinada a santas vírgenes.
refieren a este santo: San Cesáreo de Arlés, Santa Radegunda
San Cesáreo, obispo de Arles, fundó hacia el año 512 un gran convento de
vírgenes y viudas, y nombró abadesa a su hermana Cesárea. La comunidad contó
pronto con doscientos miembros, que se consagraban a toda clase de buenas obras,
especialmente a la protección e instrucción de la juventud, al socorro de los
pobres y al cuidado de los enfermos. Las religiosas confeccionaban sus propios
vestidos y pasaban buena parte de su tiempo en la costura y el tejido, ya que
les estaba permitido bordar, lavar y remendar la ropa de personas ajenas al
convento. Los ornamentos de la iglesia eran simplemente de lana o de lino, sin
bordados.
Algunas de las religiosas se ocupaban en la trascripción de libros. Todas
estudiaban dos horas diarias, y una de ellas leía a las otras, durante el tiempo
de trabajo. La carne estaba prohibida, excepto para las enfermas, y la regla
imponía el baño, pero haciendo notar que esto se debía a motivos de higiene y no
de placer. Sólo la abadesa y su ayudante estaban exceptuadas de los trabajos
domésticos. La clausura era permanente y completa. San Gregorio de Tours
califica a la abadesa de «santa y bienaventurada», y Venancio Fortunato habla
más de una vez de ella, en sus versos, en términos encomiásticos. Santa Cesárea
debió morir hacia el año 529, probablemente el 12 de enero.
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Ver Acta Sanctorum, 12 de enero, donde pueden leerse las reglas que san
Cesáreo dio a sus religiosas; G. Morin, en Florilegium Patristicum (1933),
publicó una edición crítica. Cf. su artículo en Revue Bénédictine, vol. XLIV
(1932), pp. 5-20. Cesáreo legó casi todas sus propiedades a ese convento.
fuente: «Vidas de los santos», Alban Butler
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