martes, enero 01, 2013

Beato Andrés Gómez Sáez, Sacerdote Saleciano, Mártir

Beato Andrés Gómez Sáez, Sacerdote Saleciano, Mártir
Enero 1

Nació en Bicorp, Valencia. Del aspirantado salesiano de Sarriá-Barcelona pasó al noviciado de Carabanchel Alto (Madrid), donde profesó en 1914. Fue ordenado presbítero en Orense en 1925. Durante el sexenio 1925-1931, don Andrés no figura en el catálogo de la Sociedad Salesiana, salvo el curso 1927-28, en que, como sacerdote, consta en la comunidad de Baracaldo, aunque lo más probable es que no estuviera allí dicho año, porque desde su ordenación formaba parte del clero de la diócesis de Orense. Regresaría a la Congregación en 1931, permaneciendo en el colegio María Auxiliadora de Santander desde ese año hasta 1936, excepto el curso 1933-34, que estuvo en La Coruña.


Autorizada por el director la disolución de la comunidad, don Andrés se hospedó en una fonda de la calle Atarazanas, por los alrededores de la catedral. Durante los primeros meses de la guerra subía frecuentemente por el colegio. Cambiaba impresiones con los salesianos que se habían quedado allí, atendiendo a la colonia infantil, y comentaba los sucesos acaecidos en la ciudad. Cuando evacuaron la colonia y los salesianos se dispersaron por la ciudad, todavía mantuvo contacto con algunos; los visitaba en su domicilio y él, a su vez, recibía visita de ellos. Parece ser que su residencia, cercana a la catedral, le daba oportunidad de ejercer su ministerio, al menos ocasionalmente.


Lo único que se sabe es que el día primero del año 1937, después de comer, don Andrés salió a pasear por el muelle. Cuando se encontraba observando las lanchas que hacían la travesía de Pedreña, dos milicianos se le acercaron y le detuvieron. No se han podido averiguar más detalles sobre su desaparición. Lo más probable es que aquella misma noche del día 1 de enero de 1937 lo llevaran al faro y lo precipitaran por el acantilado. Era el género de martirio mayormente usado en Santander. Para algunas víctimas, el tormento sanguinario o la muerte precedían al despeñamiento; otras eran precipitadas vivas, con las manos atadas. 
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