San Carlos Eugenio de Mazenod, Obispo
Mayo 21
Martirologio Romano: En Marsella, de la Provenza, en Francia, san Carlos
Eugenio de Mazenod, obispo, quien fundó los Misioneros Oblatos de María
Inmaculada para evangelizar a los pobres, y durante unos veinticinco años
ilustró a la Iglesia con sus virtudes, su labor, sus sermones y sus
escritos.
Sacerdote sulpiciano francés, obispo, fundador de la Congregación de
Misioneros Oblatos de María Inmaculada
(1782-1861). Nació Aix-en-Provenza, 1 de agosto de 1782 - + Marsella, 21 de
mayo de 1861).
Se llamaba Carlos José Eugenio; su familia era creyente, noble y burguesa
de juristas. Su padre era el presidente del Tribunal de Cuentas de Aix. Fue
testigo de los estragos que causó la Revolución francesa en la religión y en su
familia, pues tuvo que abandonar su patria y marchar a Niza, todavía en poder de
los Saboya, después marchó a estudiar al Real Colegio de los Nobles. En 1794, la
familia se trasladó a Venecia, donde Eugenio pasó tres años y medio de la
penuria y además tuvo que ver el divorcio de sus padres. En 1797 partió con su
padre y dos tíos hacia Nápoles donde pasó un año, y después se trasladó a
Palermo, Sicilia, donde vivió hasta bien entrado en 1802. La situación de la
familia mejoró gracias a la pensión otorgada por la reina María Carolina.
Eugenió frecuentó los ambientes de la alta sociedad siciliana, pero
permaneció file a sus prácticas religiosas. Su madre le llamó a Aix, para que se
casara con una joven, que pronto murió de tisis. De regreso a Francia, con 20
años, tomó conciencia de la desolación de la Iglesia: “La Iglesia, Esposa de
Cristo, por la cual derramó su sangre, se encuentra atrozmente abandonada”. Esta
preocupación fue tan intensa que en 1807 decidió dedicarse por entero al
apostolado. Contra los deseos de su madre, ingresó en el seminario de San
Sulpicio de París y fue ordenado sacerdote en Amiens en 1811.
De regreso a su ciudad natal trabajó en los sectores de marginación:
analfabetos, mendigos y jóvenes, pero entendió que esto no podía hacerlo sólo y
por ello reunió en torno así a un grupo de personas con los mismos ideales, así
nació primero la Congregación de Jóvenes Cristianos de Aix, bajo la advocación
de María y se entregó a las misiones populares en las aldeas vecinas. En 1814,
fue nombrado capellán de los presos y contrajo el tifus, enfermedad de la que
estuvo a punto de morir. En 1816, junto con un grupo de sacerdotes empezó la
Sociedad de los Misioneros de Provenza y de aquí nació la futura Congregación de
los Misioneros Oblatos de María Inmaculada (1826), que sería aprobada en 1836.
De 1927 a 1836 se sucedieron pruebas: divisiones, defecciones, muertes, pérdida
temporal de la ciudadanía francesa e incluso recelos de la Santa Sede. Los
efectos inmediatos, además de una enfermedad personal seria, momentos de
desaliento y depresión. Experimentó el precio de entregarse al Señor y de servir
a la Iglesia. Se sentió profundamente herido, pero salió de ahí más humilde, más
comprensivo frente a los demás, más fortalecido en su amor y en su fe.
Fue nombrado obispo de Marsella, que sirvió con gran celo pastoral
durante 25 años hasta su muerte en esta ciudad, con 80 años de edad. Su
nombramiento se debió a que su tío, Carlos Fortunato de Mazenod, era obispo de
Marsella, y como tenía muchos años, pidió ayuda a su sobrino, nombrándolo
vicario general, después será ordenado obispo en 1832 y sucederá a su tío en
1837, y después de vencer la resistencia del gobierno francés, pudo tomar
posesión de su sede, aunque en el intervalo fue expulsado de Marsella, durante
algunos años. Como obispo, multiplicó las parroquias, las asociaciones, los
movimientos, animó a la fundación de institutos religiosos. Construyó la nueva
catedral de Marsella. A sus oblatos, antes de morir les dijo: “Practicad entre
vosotros la caridad, la caridad, la caridad; y fuera, el celo por la salvación
de las almas”.
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Fuente: oremosjuntos.com
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