San Felipe Neri, Apóstol de Roma
Mayo 26
Mayo 26
Martirologio Romano: Memoria de san Felipe Neri, presbítero, que,
consagrándose a la labor de salvar a los jóvenes del maligno, fundó el Oratorio
en Roma, en el cual se practicaban constantemente las lecturas espirituales, el
canto y las obras de caridad, y resplandeció por el amor al prójimo, la
sencillez evangélica y su espíritu de alegría, el sumo celo y el servicio
ferviente de Dios (1595).
Etimológicamente: Felipe = Aquel que es amigo de los caballos, es de origen
griego.
El hombre busca la felicidad, pero nada de este mundo puede dársela. La
felicidad es el fruto sobrenatural de la presencia de Dios en el alma. Es la
felicidad de los santos. Ellos la viven en las mas adversas circunstancias y
nada ni nadie se las puede quitar. San Felipe Neri ilustra admirablemente la
felicidad de la santidad. Dispuesto a todo por Cristo, logró maravillas en su
vida y la gloria del cielo.
Nació en Florencia, Italia, en 1515, uno de cuatro hijos del notario
Francesco y Lucretia Neri. Muy pronto perdieron a su madre pero la segunda
esposa de su padre fue para ellos una verdadera madre.
Desde pequeño Felipe era afable, obediente y amante de la oración. En su
juventud le gustaba visitar a los padre dominicos del Monasterio de San Marco y
según su propio testimonio estos padres le inspiraron a la virtud.
A los 17 años lo enviaron a San Germano, cerca de Monte Casino, como
aprendiz de Romolo, un mercante primo de su padre. Su estancia ahí no fue muy
prolongarla, ya que al poco tiempo tuvo Felipe la experiencia mística que él
llamaría, más tarde, su "conversión" y, desde ese momento, dejaron de
interesarle los negocios. Partió a Roma, sin dinero y sin ningún proyecto,
confiado únicamente en la Providencia. En la Ciudad Eterna se hospedó en la casa
de un aduanero florentino llamado Galeotto Caccia. quien le cedió una buhardilla
y le dio lo necesario para comer a cambio de que educase a sus hijos, los cuales
-según el testimonio de su propia madre y de una tía -se portaban como ángeles
bajo la dirección del santo.. Felipe no necesitaba gran cosa, ya que sólo se
alimentaba una vez al día y su dieta se reducía a pan, aceitunas y agua. En su
habitación no había más que la cama, una silla, unos cuantos libros y una cuerda
para colgar la ropa.
Fuera del tiempo que consagraba a la enseñanza, Felipe vivió como un
anacoreta, los dos primeros años que pasó en Roma, entregado día y noche a la
oración. Fue ese un período de preparación interior, en el que se fortaleció su
vida espiritual y se confirmó en su deseo de servir a Dios. Al cabo de esos dos
años, Felipe hizo sus estudios de filosofía y teología en la Sapienza y en
Sant´Agostino. Era muy devoto al estudio, sin embargo le costaba concentrarse en
ellos porque su mente se absorbía en el amor de Dios, especialmente al
contemplar el crucifijo. El comprendía que Jesús, fuente de toda la sabiduría de
la filosofía y teología le llenaba el alma en el silencio de la oración. A los
tres años de estudio, cuando el tesón y el éxito con que había trabajado abrían
ante él una brillante carrera, Felipe abandonó súbitamente los estudios. Movido
probablemente por una inspiración divina, vendió la mayor parte de sus libro y
se consagró al apostolado.
La vida religiosa del pueblo de Roma dejaba mucho que desear, graves abusos
abundaban en la Iglesia; todo el mundo lo reconocía pero muy poco se hacía para
remediarlo. En el Colegio cardenalicio gobernaban los Medici, de suerte que
muchos cardenales se comportaban más bien como príncipes seculares que como
eclesiásticos. El renacimiento de los estudios clásicos había sustituido los
ideales cristianos por los paganos, con el consiguiente debilitamiento de la fe
y el descenso del nivel moral. El clero había caído en la indiferencia, cuando
no en la corrupción; la mayoría de los sacerdotes no celebraba la misa sino rara
vez, dejaba arruinarse las iglesias y se desentendía del cuidado espiritual de
los fieles. El pueblo, por ende, se había alejado de Dios. La obra de San Felipe
habría de consistir en reevangelizar la ciudad de Roma y lo hizo con tal éxito,
que un día se le llamaría "el Apóstol de Roma".
Los comienzos fueron modestos. Felipe iba a la calle o al mercado y
empezaba a conversar con las gentes. particularmente con los empleados de los
bancos y las tiendas del barrio de Sant´Angelo. Corno era muy simpático y tenía
un buen sentido del humor, no le costaba trabajo entablar conversación, en el
curso de la cual dejaba caer alguna palabra oportuna acerca del amor de Dios o
del estado espiritual de sus interlocutores. Así fue logrando, poco a poco, que
numerosas personas cambiasen de vida. El santo acostumbraba saludar a sus amigos
con estas palabras: "Y bien, hermanos, ¿cuándo vamos a empezar a ser mejores?"
Si éstos le preguntaban qué debían hacer para mejorar, el santo los llevaba
consigo a cuidar a los enfermos de los hospitales y a visitar las siete
iglesias, que era una de su devociones favoritas.
Felipe consagraba el día entero al apostolado; pero al atardecer, se
retiraba a la soledad para entrar en profunda oración y, con frecuencia, pasaba
la noche en el pórtico de alguna iglesia, o en las catacumbas de San Sebastián,
junto a la Vía Appia. Se hallaba ahí, precisamente, la víspera se Pentecostés de
1544, pidiendo los dones del Espíritu Santo, cuando vio venir del cielo un globo
de fuego que penetró en su boca y se dilató en su pecho. El santo se sintió
poseído por un amor de Dios tan enorme, que parecía ahogarle; cayó al suelo,
corno derribado y exclamó con acento de dolor: ¡Basta, Señor, basta! ¡No puedo
soportarlo más!" Cuando recuperó plenamente la conciencia, descubrió que su
pecho estaba hinchado, teniendo un bulto del tamaño de un puño; pero jamás-le
causó dolor alguno. A partir de entonces, San Felipe experimentaba tales accesos
de amor de Dios, que todo su cuerpo se estremecía. A menudo tenía que
descubrirse el pecho para aliviar un poco el ardor que lo consumía; y rogaba a
Dios que mitigase sus consuelos para no morir de gozo. Tan fuertes era las
palpitaciones de su corazón que otros podían oirlas y sentir sus palpitaciones,
especialmente años mas tarde, cuando como sacerdote, celebraba La Santa Misa,
confesaba o predicaba. Había también un resplandor celestial que desde su
corazón emanaba calor. Tras su muerte, la autopsia del cadáver del santo reveló
que tenía dos costillas rotas y que éstas se habían arqueado para dejar más
sitio al corazón.
San Felipe, habiendo recibido tanto, se entregaba plenamente a las obras
corporales de misericordia. En 1548, con la ayuda del P. Persiano Rossa, su
confesor, que vivía en San Girolamo della Carita y unos 15 laicos, San Felipe
fundó la Cofradía de la Santísima Trinidad, conocida como la cofradía de los
pobres, que se reunía para los ejercicios espirituales en la iglesia de San
Salvatore in Campo. Dicha cofradía, que se encargaba de socorrer a los
peregrinos necesitados, ayudó a San Felipe a difundir la devoción de las
cuarenta horas (adoración Eucarística), durante las cuales solía dar breves
reflexiones llenas de amor que conmovían a todos. Dios bendijo el trabajo de la
cofradía y que pronto fundó el célebre hospital de Santa Trinita dei Pellegrini;
en el año jubilar de 1575, los miembros de la cofradía atendieron ahí a 145,000
peregrinos y se encargaron, más tarde, de cuidar a los pobres durante la
convalescencia. Así pues, a los treinta y cuatro años de edad, San Felipe había
hecho ya grandes cosas.
Sacerdote
Su confesor estaba persuadido de que Felipe haría cosas todavía mayores si recibía la ordenación sacerdotal. Aunque el santo se resistía a ello, por humildad, acabó por seguir el consejo de su confesor. El 23 de mayo de 1551 recibió las órdenes sagradas. Tenía 36 años. Fue a vivir con el P. Rossa y otros sacerdotes a San Girolamo della Carita. A partir de ese momento, ejerció el apostolado sobre todo en el confesonario, en el que se sentaba desde la madrugada hasta mediodía, algunas veces hasta las horas de la tarde, para atender a una multitud de penitentes de toda edad y condición social. El santo tenía el poder de leer el pensamiento de sus penitentes y logró numerosas conversiones. Con paciencia analizaba cada pecado y con gran sabiduría prescribía el remedio. Con gentileza y gran compasión guiaba a los penitentes en el camino de la santidad. Enseñó a sus penitentes el valor de la mortificación y las prácticas ayudasen a crecer en humildad. Algunos recibían de penitencia mendigar por alimentos u otras prácticas de humillación. Uno de los beneficios de la guerra contra el ego es que abre la puerta a la oración. Decía: "Un hombre sin oración es un animal sin razón". Enseñaba la importancia de llenar la mente con pensamientos santos y pensaba que para lograrlo se debía hacer lectura espiritual, especialmente de los santos.
Su confesor estaba persuadido de que Felipe haría cosas todavía mayores si recibía la ordenación sacerdotal. Aunque el santo se resistía a ello, por humildad, acabó por seguir el consejo de su confesor. El 23 de mayo de 1551 recibió las órdenes sagradas. Tenía 36 años. Fue a vivir con el P. Rossa y otros sacerdotes a San Girolamo della Carita. A partir de ese momento, ejerció el apostolado sobre todo en el confesonario, en el que se sentaba desde la madrugada hasta mediodía, algunas veces hasta las horas de la tarde, para atender a una multitud de penitentes de toda edad y condición social. El santo tenía el poder de leer el pensamiento de sus penitentes y logró numerosas conversiones. Con paciencia analizaba cada pecado y con gran sabiduría prescribía el remedio. Con gentileza y gran compasión guiaba a los penitentes en el camino de la santidad. Enseñó a sus penitentes el valor de la mortificación y las prácticas ayudasen a crecer en humildad. Algunos recibían de penitencia mendigar por alimentos u otras prácticas de humillación. Uno de los beneficios de la guerra contra el ego es que abre la puerta a la oración. Decía: "Un hombre sin oración es un animal sin razón". Enseñaba la importancia de llenar la mente con pensamientos santos y pensaba que para lograrlo se debía hacer lectura espiritual, especialmente de los santos.
Celebraba con gran devoción la misa diaria cosa que muchos sacerdotes
habían abandonado. Con frecuencia experimentaba el éxtasis durante la misa y se
le observó levitando en algunas ocasiones. Para no llamar la atención trataba de
celebrar la última misa del día, en la que había menos personas.
Conversaciones espirituales
Consideraba que era muy importante la formación. Para ayudar en el crecimiento espiritual, organizaba conversaciones espirituales en las que se oraba y se leían las vidas de los santos y misioneros. Terminaban con una visita al Santísimo Sacramento en alguna iglesia o con la asistencia a las vísperas. Eran tantos los que asistían a las conversaciones espirituales que en la iglesia de San Girolamo se construyó una gran sala para las conferencias de San Felipe y varios sacerdotes empezaron a ayudarle en la obra. El pueblo los llamaba "los Oratorianos", porque tocaban la campana para llamar a los fieles a rezar en su oratorio. Las reuniones fueron tomando estructura con oración mental, lectura del Evangelio, comentario, lectura de los santos, historia de la Iglesia y música. Músicos, incluso Giovanni Palestrina, asistieron y escribieron música para las reuniones. Los resultados fueron extraordinarios. Muchos miembros prominentes de la curia asistieron a lo que se llamaba "el oratorio".
Consideraba que era muy importante la formación. Para ayudar en el crecimiento espiritual, organizaba conversaciones espirituales en las que se oraba y se leían las vidas de los santos y misioneros. Terminaban con una visita al Santísimo Sacramento en alguna iglesia o con la asistencia a las vísperas. Eran tantos los que asistían a las conversaciones espirituales que en la iglesia de San Girolamo se construyó una gran sala para las conferencias de San Felipe y varios sacerdotes empezaron a ayudarle en la obra. El pueblo los llamaba "los Oratorianos", porque tocaban la campana para llamar a los fieles a rezar en su oratorio. Las reuniones fueron tomando estructura con oración mental, lectura del Evangelio, comentario, lectura de los santos, historia de la Iglesia y música. Músicos, incluso Giovanni Palestrina, asistieron y escribieron música para las reuniones. Los resultados fueron extraordinarios. Muchos miembros prominentes de la curia asistieron a lo que se llamaba "el oratorio".
El ejemplo de la vida y muerte heroicas de San Francisco Javier movió a San
Felipe a ofrecerse como voluntario para las misiones; quiso irse a la India y
unos veinte compañeros del oratorio compartían la idea. En 1557 consultó con el
Padre Agustín Ghettini, un santo monje cisterciense. Después de varios días de
oración, el patrón especial del Padre Ghettini, San Juan Evangelista, se le
apareció y le informó que la India de Felipe sería Roma. El santo se atuvo a su
consejo poniendo en Roma toda su atención.
Una de sus preocupaciones eran los carnavales en que, con el pretexto de
"prepararse" para la cuaresma, se daban al libertinage. San Felipe propuso la
santa diversión de visitar siete iglesias de la ciudad, una peregrinación de
unas doce millas, orando, cantando y con un almuerzo al aire libre.
San Felipe tuvo muchos éxitos pero también gran oposición. Uno de estos fue
el cardenal Rosaro, vicario del Papa Pablo IV. El santo fue llamado ante el
cardenal acusado de formar una secta. Se le prohibió confesar y tener mas
reuniones o peregrinaciones. Su pronta y completa obediencia edificó a sus
simpatizantes. El santo comprendía que era Dios quien le probaba y que la
solución era la oración.
El cardenal Rosario murió repentinamente. El santo no guardó ningún
resentimiento hacia el cardenal ni permitía la menor crítica contra este.
La Congregación del Oratorio (Los oratorianos)
En 1564 el Papa Pío IV pidió a San Felipe que asumiera la responsabilidad por la Iglesia de San Giovanni de los Florentinos. Fueron entonces ordenados tres de sus propios discípulos quienes también fueron a San Juan. Vivían y oraban en comunidad, bajo la dirección de San Felipe. El santo redactó una regla muy sencilla para sus jóvenes discípulos, entre los cuales se contaba el futuro historiador Baronio.
En 1564 el Papa Pío IV pidió a San Felipe que asumiera la responsabilidad por la Iglesia de San Giovanni de los Florentinos. Fueron entonces ordenados tres de sus propios discípulos quienes también fueron a San Juan. Vivían y oraban en comunidad, bajo la dirección de San Felipe. El santo redactó una regla muy sencilla para sus jóvenes discípulos, entre los cuales se contaba el futuro historiador Baronio.
Con la bendición del Papa Gregorio XII, San Felipe y sus colaboradores
adquirieron, en 1575, su propia Iglesia, Santa María de Vallicella. El Papa
aprobó formalmente la Congregación del Oratorio. Era única en que los sacerdotes
son seculares que viven en comunidad pero sin votos. Los miembros retenían sus
propiedades pero debían contribuir en los gastos de la comunidad. Los que
deseaban tomar votos estaban libres para dejar la Congregación para unirse a una
orden religiosa. El instituto tenía como fin la oración, la predicación y la
administración de los sacramentos. Es de notar que, aunque la congregación
florecía a la sombra del Vaticano, no recibió el reconocimiento final de sus
constituciones hasta 17 años después de la muerte de su fundador, en 1612.
La Iglesia de Santa María in Vallicella estaba en ruinas y resultaba
demasiado pequeña. San Felipe fue además avisado en una visión que la Iglesia
estaba a punto del derrumbe, siendo sostenida por la Virgen. El santo decidió
demolerla y construir una más grande. Resultó que los obreros encontraron la
viga principal estaba desconectada de todo apoyo. Bajo la dirección de San
Felipe la excavación comenzó en el lugar donde una antigua fundación yacía
escondida. Estas ruinas proveyeron la necesaria fundación para una porción de la
nueva Iglesia y suficiente piedra para el resto de la base. En menos de dos años
los padres se mudaron a la "Chiesa Nuova". El Papa, San Carlos Borromeo y otros
distinguidos personajes de Roma contribuyeron a la obra con generosas limosnas.
San Felipe tenía por amigos a varios cardenales y príncipes. Lo estimaban por su
gran sentido del humor y su humildad, virtud que buscaba inculcar en sus
discípulos.
Aparición de la Virgen y curación
Fue siempre de salud delicada. En cierta ocasión, la Santísima Virgen se le apareció y le curó de una enfermedad de la vesícula. El suceso aconteció así: el santo había casi perdido el conocimiento, cuando súbitamente se incorporó, abrió los brazos v exclamó: "¡Mi hermosa Señora! "Mi santa Señora!" El médico que le asistía le tomó por el brazo, pero San Felipe le dijo: "Dejadme abrazar a mi Madre que ha venido a visitarme". Después, cayó en la cuenta de que había varios testigos y escondió el rostro entre las sábanas, como un niño, pues no le gustaba que le tomasen por santo.
Fue siempre de salud delicada. En cierta ocasión, la Santísima Virgen se le apareció y le curó de una enfermedad de la vesícula. El suceso aconteció así: el santo había casi perdido el conocimiento, cuando súbitamente se incorporó, abrió los brazos v exclamó: "¡Mi hermosa Señora! "Mi santa Señora!" El médico que le asistía le tomó por el brazo, pero San Felipe le dijo: "Dejadme abrazar a mi Madre que ha venido a visitarme". Después, cayó en la cuenta de que había varios testigos y escondió el rostro entre las sábanas, como un niño, pues no le gustaba que le tomasen por santo.
Dones extraordinarios
San Felipe tenía el don de curación, devolviéndole la salud a muchos enfermos. También, en diversas ocasiones, predijo el porvenir. Vivía en estrecho contacto con lo sobrenatural y experimentaba frecuentes éxtasis. Quienes lo vieron en éxtasis dieron testimonio de que su rostro brillaba con una luz celestial.
San Felipe tenía el don de curación, devolviéndole la salud a muchos enfermos. También, en diversas ocasiones, predijo el porvenir. Vivía en estrecho contacto con lo sobrenatural y experimentaba frecuentes éxtasis. Quienes lo vieron en éxtasis dieron testimonio de que su rostro brillaba con una luz celestial.
Ultimos años
Durante sus últimos años fueron muchos los cardenales que lo tenían como consejero. Sufrió varias enfermedades y dos años antes de morir logró renunciar a su cargo de superior, siendo sustituido por Baronio.
Durante sus últimos años fueron muchos los cardenales que lo tenían como consejero. Sufrió varias enfermedades y dos años antes de morir logró renunciar a su cargo de superior, siendo sustituido por Baronio.
Obtuvo permiso de celebrar diariamente la misa en el pequeño oratorio que
estaba junto a su cuarto. Como frecuentemente era arrebatado en éxtasis durante
la misa, los asistentes acabaron por tomar la costumbre de retirarse al "Agnus
Dei". El acólito hacía lo mismo. Después de apagar los cirios, encender una
lamparilla y colgar de la puerta un letrero para anunciar que San Felipe estaba
celebrando todavía; dos horas después volvía el acólito, encendía de nuevo los
cirios y la misa continuaba.
El día de Corpus Christi, 25 de mayo de 1595, el santo estaba desbordante
de alegría, de suerte que su médico le dijo que nunca le había visto tan bien
durante los últimos diez años. Pero San Felipe sabía perfectamente que había
llegado su última hora. Confesó durante todo el día y recibió, como de
costumbre, a los visitantes. Pero antes de retirarse, dijo: "A fin de cuentas,
hay que morir". Hacia medianoche sufrió un ataque tan agudo, que se convocó a la
comunidad. Baronio, después de leer las oraciones de los agonizantes, le pidió
que se despidiese de sus hijos y los bendijese. El santo, que ya no podía
hablar, levantó la mano para dar la bendición y murió un instante después. Tenía
entonces ochenta años y dejaba tras de sí una obra imperecedera.
San Felipe fue canonizado en 1622
El cuerpo incorrupto de San Felipe esta en la iglesia de Santa María en
Vallicella, bajo un hermoso mosaico de su visión de la Virgen María de
1594.
Es el santo patrono de las Fuerzas Especiales del Ejercito de los EE.UU.;
de Roma, Italia.
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Fuente: Corazones.org
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