San Didier (o Desiderio) de
Vienne, Obispo y Mártir
Mayo 26
Fecha anterio: Mayo 23
Martirologio Romano: En el territorio de Lyon, en Francia, martirio de san Desiderio, obispo de Vienne, que primero fue enviado al exilio por la reina Brunequilda, a la que había recriminado sus relaciones incestuosas y otras depravaciones, y más tarde coronado con el martirio por lapidación, por mandato de la misma reina. († c.606)
Fecha anterio: Mayo 23
Martirologio Romano: En el territorio de Lyon, en Francia, martirio de san Desiderio, obispo de Vienne, que primero fue enviado al exilio por la reina Brunequilda, a la que había recriminado sus relaciones incestuosas y otras depravaciones, y más tarde coronado con el martirio por lapidación, por mandato de la misma reina. († c.606)
Etimológicamente: Desiderio = “deseoso de Dios”. Viene de la lengua
latina.
Este joven obispo murió en el año 603 tal día como hoy. Dados sus méritos, sus virtudes y su entrega sin condiciones a los demás, aceptó ser obispo muy joven.
Este joven obispo murió en el año 603 tal día como hoy. Dados sus méritos, sus virtudes y su entrega sin condiciones a los demás, aceptó ser obispo muy joven.
Cuando su apostolado era brillante y todo el mundo le profesaba un gran
cariño, se le presentó la terrible Brunequilda (Brunehaut), la mujer que
gobernaba Austrasia en nombre de su nieto Thierry II que contaba tan sólo con
quince años.
Didier no tenía pelillos en la lengua. Por eso no le quedó más remedio que
atacar con dureza los vicios de la corte, sobre todo los estupros y todos otros
escándalos por el estilo.
Brunequilda, por su cuenta, convocó un concilio en Chalon con la única
intención de que este hombre de Dios se callara. Era el año 602
El santo obispo se encontró frente a una mujer llamada Justa – que de su
nombre sólo tiene las letras – que se quejaba ante todos de que Didier la había
violado.
Para confirmar su afirmación, se llevó a un empleado de Thiérry, para decir
que él fue testigo de la violación.
Hablasen lo que hablasen los obispos de Lyon y otras ciudades, la sentencia
ya estaba predeterminada.
A su término, Didier fue condenado al exilio. Pero resulta que la mujer y
su cómplice murieron a los tres años de su falsa acusación. La reina vio en ello
un castigo del cielo. Temiendo igual suerte para ella, hizo que Didier volviera
a su sede episcopal.
De nuevo volvió a condenar a la reina por sus intrigas y malas
intenciones.
Cansada y enfurecida, mandó a los soldados para que no hablara. Entraron en
la catedral, lo cogieron y lo mataron a pedradas fuera del pueblo que lleva su
nombre. Dos años más tarde, el rey Clotario II arrastró a Brunequilda por los
cabellos atados a un caballo.
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Autor: P. Felipe Santos | Fuente: Catholic.net
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