Mayo 25
Martirologio Romano: En Villamagna, cerca de Florencia, en Toscana (Italia), conmemoración del beato Gerardo Mecatti, quien, siguiendo las huellas de san Francisco, distribuyó sus bienes entre los pobres y se retiró a un lugar desierto, donde, por amor de Cristo, se dedicó a acoger a peregrinos y a ayudar a enfermos. († c.1245)
Fecha de beatificación: Gregorio XVI aprobó su culto el 18 de marzo de
1833.
Gerardo Mecatti, nacido en Villamagna, a orillas del río Arno, hijo de campesinos, quedó huérfano a los doce años. Repartió todos sus bienes entre los pobres, y así quedó libre para viajar dos veces a Palestina para venerar los Santos Lugares de la Redención. Pasó por diversas aventuras que por fortuna terminaron con final feliz. Durante una peregrinación a Palestina, cayó prisionero de los turcos, sufriendo los más duros maltratos. Regresó a Villamagna, y se instaló junto a una iglesita no lejos de la vivienda. Esta iglesia existe todavía y lleva el título del Beato Gerardo. En su interior se conserva el arca con las reliquias del antiguo e infortunado cruzado.
Gerardo Mecatti, nacido en Villamagna, a orillas del río Arno, hijo de campesinos, quedó huérfano a los doce años. Repartió todos sus bienes entre los pobres, y así quedó libre para viajar dos veces a Palestina para venerar los Santos Lugares de la Redención. Pasó por diversas aventuras que por fortuna terminaron con final feliz. Durante una peregrinación a Palestina, cayó prisionero de los turcos, sufriendo los más duros maltratos. Regresó a Villamagna, y se instaló junto a una iglesita no lejos de la vivienda. Esta iglesia existe todavía y lleva el título del Beato Gerardo. En su interior se conserva el arca con las reliquias del antiguo e infortunado cruzado.
Las peripecias del joven no habían terminado. Un año después se hizo a la
mar nuevamente con un grupo de veinte caballeros, dirigiéndose a Siria, y
aquella vez fueron los piratas quienes les hicieron difícil el viaje y precaria
la vida.
Vuelto por segunda vez a Palestina, se consagró totalmente a la oración y
al ejercicio de la caridad, especialmente para con los enfermos y los
peregrinos. Allí permaneció siete años, hasta cuando se dio cuenta de que era
objeto de manifestaciones de veneración, a las cuales él quiso huir por
humildad.
De regreso en Italia, quiso conocer a San Francisco de cuyas manos recibió
el hábito de terciario. Y como terciario regresó a su oratorio junto a
Villamagna, esta vez para no moverse más. Mejor, para moverse todavía más a
menudo, hasta la altura mayor de la colina florentina del Encuentro, en medio de
espesos bosques, donde Gerardo construyó con sus propias manos otro oratorio
dedicado a la Virgen.
Fue esa la primitiva construcción de la iglesia que todavía hoy existe,
encerrada dentro de un sencillo y sugestivo convento. Pero el convento
franciscano del Encuentro no fue construido por el Beato Gerardo. Lo fundó otro
Santo, Leonardo de Puerto Mauricio, casi cinco siglos después, continuando y
completando la obra de su colega en santidad.
Obró algunos milagros: una vez hizo encontrar ciruelas maduras en el árbol
para satisfacer los deseos de un enfermo; otra vez debiendo transportar material
para la construcción del propio eremitorio, y rehusando prestarle los bueyes un
campesino, encontró súbitamente dos pares de becerros, que, dóciles, lo
transportaron a donde él indicó. Cada semana visitaba en piadosa peregrinación
tres santuarios, en sufragio de las almas del purgatorio, para obtener la
remisión de los pecados y por la conversión de los infieles. Murió el 25 de
mayo.
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Fuente: franciscanos.net
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