Beata María Dolores Rodriguez Sopeña, Fundadora
Enero 10
Fundadora del Movimiento de Laicos Sopeña, del Instituto Catequista
Dolores Sopeña y de la Obra Social y Cultural Sopeña «OSCUS»
Martirologio Romano: En Madrid, capital de España, beata María Dolores
Rodríguez Sopeña, virgen, la cual dio muestras de su gran caridad
cristiana al dedicarse a los más abandonados de la sociedad de su
tiempo, acercándose especialmente a los suburbios de las mayores
ciudades, y para anunciar el Evangelio y atender a los pobres y a los
obreros en cuestiones sociales, fundó el Instituto de la Damas
Catequistas y la Obra de la Doctrina (1918).
Dolores Rodríguez
Sopeña nace en Vélez Rubio (Almería), el 30 de diciembre de 1848, cuarta
entre siete hermanos. Sus padres, Tomás Rodríguez Sopeña y Nicolasa
Ortega Salomón, castellanos, se habían trasladado desde Madrid a esa
localidad por motivos de trabajo. Don Tomás había terminado su carrera
judicial demasiado joven, por lo que no podía ejercer y consigue un
empleo como administrador de las fincas de los marqueses de Vélez.
Su infancia y adolescencia transcurren en distintos pueblos de las
Alpujarras pues, cuando su padre empieza a ejercer como magistrado sufre
a lo largo de su carrera diversos traslados. Con todo, ella define esta
etapa de su vida como un «lago de tranquilidad». En 1866, su padre es
nombrado Fiscal de la Audiencia de Almería. Dolores tiene 17 años. Allí
empieza a frecuentar la sociedad, pero a ella no le llamaban la atención
las fiestas ni la vida social; su interés es hacer bien a los demás. En
Almería tiene sus primeras experiencias apostólicas: atiende, material y
espiritualmente, a dos hermanas enfermas de tifus y a un leproso, todo
ello a escondidas por miedo a que se lo prohibiesen sus padres. También
visita a los pobres de las Conferencia de San Vicente de Paúl con su
madre. Tres años más tarde, su padre es trasladado a la Audiencia de
Puerto Rico, donde viaja con uno de sus hijos mientras el resto de la
familia se instala en Madrid. En la capital Dolores ordena mejor su
vida: elige un director espiritual y colabora enseñando la doctrina en
la cárcel de mujeres, en el hospital de la Princesa y en las Escuelas
Dominicales.
En 1872, la familia se reúne en Puerto Rico.
Dolores tiene 23 años y permanecerá en América hasta los 28. Empieza su
contacto con los jesuítas. El P. Goicoechea fue su primer director
espiritual. Allí funda la Asociación de Hijas de María y Escuelas para
las personas de color donde se alfabetiza y enseña el catecismo.
En 1873, su padre es nombrado Fiscal de la Audiencia de Santiago de
Cuba. Son tiempos difíciles, pues estalla un cisma religioso en la isla.
Por este motivo, su acción se reduce a visitar a los enfermos del
hospital militar. Pide la admisión en las Hermanas de la Caridad, pero
no lo consigue por su falta de vista. A la edad de 8 años había sido
operada de los ojos y esta dolencia la acompañará toda la vida.
Al terminar el cisma empieza a trabajar en los barrios marginales y
funda lo que ella denomina «Centros de Instrucción», pues en ellos no
sólo se enseñaba el catecismo sino cultura general e incluso se prestaba
asistencia médica. Para esta obra consigue muchas colaboradoras y la
establece en tres barrios distintos.
En Cuba muere su madre, su
padre pide el retiro y vuelven a Madrid en 1877. En Madrid organiza su
vida en tres frentes: el cuidado de la casa y de su padre, el
apostolado, el mismo que hacía antes de dejar la Península, y su vida
espiritual: elige director espiritual y empieza a hacer anualmente los
Ejercicios Espirituales de san Ignacio. En 1883 muere su padre y se
reavivan sus luchas vocacionales.
Por indicación de su
director, el P. López Soldado sj, ingresa en el convento de las Salesas,
pese a que nunca se había planteado una vida enteramente contemplativa.
A los diez días deja el convento pues comprobó no ser su vocación. Al
salir se dedica con más intensidad al apostolado.
Abre una
«Casa Social» donde se tramitan los diversos asuntos que salen en sus
visitas al hospital y a la cárcel. En una de sus visitas a una de las
presas que acababa de quedar en libertad, conoce el Barrio de las
Injurias. Corre el año 1885. Dolores tiene 36 años.
Al ver la
situación moral, material y espiritual de la gente, empieza a visitar el
barrio todas las semanas e invita a muchas de sus amigas. Ahí empezará
la que luego se denominará «Obra de las Doctrinas», antecedente de sus
«Centros Obreros».
A sugerencia del obispo de Madrid, D.
Ciríaco Sancha, en 1892 funda una Asociación de Apostolado Seglar hoy
denominado «Movimiento de Laicos Sopeña». Al año siguiente recibe la
aprobación civil. La Obra se extiende en 8 barrios de la capital.
En 1896 empieza su actividad fuera de Madrid. Pese a la oposición de la
Asociación, acepta fundar la Obra en Sevilla. Fruto de muchos malos
entendidos, dimite como Presidenta en Madrid al año siguiente y se
establece en Sevilla. En sólo cuatro años realiza 199 viajes por toda
España para establecer y consolidar la Obra de las Doctrinas. A su vez,
acompaña al P. Tarín, sj, en algunas misiones por Andalucía.
En
el año 1900 participa en una peregrinación a Roma por el Año Santo.
Hace un día de retiro en el sepulcro de San Pedro y allí recibe la
confirmación de fundar un Instituto Religioso que diera continuidad a la
Obra de las Doctrinas y que ayudara a sostener espiritualmente a la
Asociación laical. El Card. Sancha, entonces ya arzobispo de Toledo, le
propone fundar allí.
El 24 de septiembre de 1901, en Loyola,
después de unos Ejercicios Espirituales realizados junto con 8
compañeras, se levanta acta de fundación del «Instituto de Damas
Catequistas» (hoy «Instituto Catequista Dolores Sopeña»), aunque la
fundación oficial fue el 31 de octubre en Toledo.
Una de sus
grandes intuiciones fue fundar, al mismo tiempo, una Asociación civil,
hoy llamada «Obra Social y Cultural Sopeña - OSCUS», que, en 1902,
consigue el reconocimiento del gobierno. En 1905 recibe de la Santa Sede
el Decretum laudis y, dos años más tarde, el 21 de noviembre de 1907,
la aprobación de las Constituciones concedida directamente por S.S. Pío
X.
Durante estos años, sus «Doctrinas» se fueron transformando
en «Centros Obreros de Instrucción», pues a ellos asistían obreros
fuertemente influenciados por el anticlericalismo y no podía pretenderse
la enseñanza de la religión directamente. Esto también determina que
las religiosas de este Instituto no lleven hábito y ni siquiera un signo
religioso externo. Cambia sus medios y sus métodos para poder conseguir
el fin: acercarse a los obreros «alejados de la Iglesia», que no habían
podido recibir instrucción cultural, moral ni religiosa y unir a los
«distanciados socialmente», entonces, «la clase obrera y del pueblo» con
la «alta y acomodada». Esto lo resume en dos líneas de acción:
dignificar al trabajador y crear fraternidad.
Detrás de su
entrega al servicio de los demás está una fe profunda y auténtica, una
rica espiritualidad. Su compromiso por la dignidad de la persona brota
de su experiencia de un Dios Padre de todos, que nos ama con una ternura
infinita y desea que vivamos como hijos y hermanos. De allí su gran
deseo de «Hacer de todos una sola familia en Cristo Jesús.» Su gran
unión con Dios le permite descubrirlo presente en todo y en todos,
especialmente en los más necesitados de dignidad y afecto.
Salir al encuentro de cada persona en su situación, introducirse en los
barrios marginales de la época, era inconcebible para una mujer a
finales del siglo XIX. El secreto de su audacia es su fe, esa confianza
sin límites, que ella reconoce como su mayor tesoro y que la hace
sentirse instrumento en manos de Dios, instrumento al servicio de la
fraternidad, del amor, de la misericordia, de la igualdad, de la
dignidad, de la justicia, de la paz...
En pocos años, establece
comunidades y Centros en las ciudades más industrializadas de entonces.
En 1910 se celebra el primer Capítulo General y es reelegida Superiora
General. En 1914 funda en Roma y en 1917 viajan las primeras Catequistas
para abrir la primera casa en América, concretamente en Chile.
Al año siguiente, el 10 de enero de 1918, Dolores Sopeña muere en Madrid con fama de santidad.
El día 11 de julio de 1992, Juan Pablo II declara heroicas sus virtudes siendo beatificada el 23 de Marzo de 2003.
Actualmente la Familia Sopeña, formada por las tres instituciones que
dejó fundadas, es decir, el Instituto Catequistas Dolores Sopeña, el
Movimiento de la Laicos Sopeña y la Obra Social y Cultural Sopeña, está
presente en España, Italia, Argentina, Colombia, Cuba, Chile, Ecuador,
México y República Dominicana.
Rasgos de su espiritualidad
La espiritualidad de Dolores Sopeña tiene cuatro rasgos especialmente
relevantes: es una espiritualidad cristocéntrica, eucarística, mariana e
ignaciana.
Su experiencia cristológica destaca en Jesús dos
rasgos fundamentales: Jesús como Dios encarnado y Jesús redentor. Dios
ha asumido la condición humana y sale al encuentro de cada persona en
sus penas y alegrías, necesidades y búsquedas, ofreciéndole de manera
gratuita su amor incondicional y su propia vida. Él es el centro de su
vida y de su corazón.
Dialoga con Jesús a lo largo de toda la
jornada, pero reconoce una presencia especial en la forma consagrada.
Entre sus prácticas habituales sobresalen: las visitas al Santísimo, la
Hora Santa, el Manifiesto diario. Llama al Jueves Santo el día del
Instituto, porque ese día es la fiesta del Amor y en él se instituyó la
Eucaristía. Ante el sagrario toma las grandes decisiones; ante él cada
mañana al levantarse «arregla los asuntos del día», recibe consuelo,
fortaleza, inspiración.
Su relación con Dios se expresa en una actitud filial llena de confianza.
Reconoce la presencia de la Virgen en su camino, en su corazón, en los grandes acontecimientos personales y del Instituto.
El contacto con la espiritualidad ignaciana desde muy joven, sea a
través de sus directores espirituales como por la práctica anual de los
Ejercicios Espirituales, dan a toda su espiritualidad y a la de la
Familia Sopeña una impronta claramente ignaciana, en la que destaca:
Una fuerte espiritualidad apostólica. Toda su vida está animada por el
deseo de recorrer el mundo entero para dar a conocer a Dios.
Una síntesis dialéctica entre acción y contemplación, alcanzando la
gracia de ver a Dios presente en todo y en todos, especialmente en el
rostro del hombre y la mujer del trabajo, necesitados de promoción y a
quienes nadie les había hecho descubrir el rostro amable de Dios que los
ama con infinita ternura.
Una búsqueda continua de la voluntad
de Dios. Y, una vez que la conocía, tenía un gran tesón, voluntad y
capacidad de entrega y sacrificio para cumplirla, costase lo que
costase.
Su vida es un «hacer constante», pero es un hacer de
quien tiene viva la conciencia de ser un instrumento en manos de Dios.
Esta experiencia desarrolla en ella una confianza tal que la hace ser
muy audaz, capaz de allanar obstáculos y desarrollar un apostolado
sumamente arriesgado para una mujer de su tiempo.
Fue beatificada el 23 de marzo de 2003.
=
Fuente: Vatican.va
Comunidad Católica Vidas Santas Páginas Católicas... dedicadas a las personas que aman la Vida de los Santos, Beatos, Venerables y Siervos de Dios del Mundo! En la vida de los hombres y mujeres llamados Santos encontraremos un camino a seguir en el deambular por este valle de lágrimas que es nuestra vida en la Tierra. En ella se busca el lema de la Paz, la Tolerancia y la Caridad, en un intento de recoger el máximo de imágenes de Santos
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