San Guillermo de Bourges, Abad y Obispo
Enero 10
Martirologio Romano: En la ciudad de Bourges, en Aquitania, san
Guillermo (Guilelmus Bituricensis), obispo, que, deseoso de soledad y
meditación, se hizo monje en el monasterio cisterciense de Pontigny. Más
tarde fue abad de Chaalis y, después, elegido obispo de Bourges, no
abandonando nunca la austeridad de la vida monástica y distinguiéndose
por su amor a los clérigos, a los cautivos y a los desgraciados (1209).
Guillermo de Donjeon, que pertenecía a una ilustre familia de Nevers,
nació en Nevers, Francia. Fue educado por su tío Pedro, archidiácono de
Soissons. Muy joven fue hecho canónigo, primero dé Soissons y luego de
París. Pero pronto decidió abandonar totalmente el mundo, y se retiró a
la soledad en la abadía de Grandmont. Allí vivió con gran regularidad la
vida de esa austera orden, hasta que una disputa entre los monjes de
coro y los otros turbó la paz.
Guillermo pasó entonces a la
orden cisterciense, que se distinguía por su fama de santidad. Tomó el
hábito en la abadía de Pontigny. Poco después fue elegido abad, primero
de Fontaine-Jean, en la diócesis de Sens, y después, del monasterio de
Chalis, mucho más importante, que había sido construido por Luis el
Gordo, en 1136. San Guillermo se consideró siempre como el último de los
monjes. La mansedumbre de su palabra daba testimonio del gozo y la paz
de su alma. La virtud era atractiva en él, a pesar de sus crueles
austeridades.
A la muerte de Enrique de Sully, arzobispo de
Bourges, el clero de la ciudad pidió a Eudo, obispo de París, que le
ayudase a elegir un pastor. Como todos querían a un abad del Cister,
depositaron sobre el altar el nombre de tres abades. Esta elección por
sorteo hubiera sido una superstición, si los electores hubieran esperado
un milagro. En realidad era muy razonable, ya que todas las personas
propuestas para el cargo parecían igualmente dotadas, y se encomendaba
la elección a Dios, poniendo toda la confianza en su Providencia
ordinaria. Después de haber orado, Eudo leyó el nombre de Guillermo, a
quien, por otra parte, habían favorecido casi todos los votos de los
presentes. Era el 23 de noviembre del año 1200. La noticia abrumó a
Guillermo, quien jamás hubiera aceptado el cargo, si el papa Inocencio
III y el abad de Citeaux, no se lo hubieran mandado. Guillermo abandonó
la soledad con lágrimas en los ojos, y fue consagrado obispo poco
después.
El primer cuidado de san Guillermo fue elevar su vida
interior y exterior a la altura de su dignidad, pues estaba persuadido
de que el primer deber de un hombre es honrar a Dios en su corazón.
Redobló, pues sus penitencias, diciendo que su cargo le obligaba a
sacrificarse por los otros tanto o más, que por sí mismo. Bajo el hábito
religioso llevaba una áspera camisa, y ni en el invierno, ni en el
verano, cambiaba de manera de vestir. Jamás comía carne, aunque sus
huéspedes encontraban buena mesa en su casa. No menos digna de encomio
era su solicitud por su rebaño. Se preocupaba especialmente por los
pobres, a quienes prestaba socorro espiritual y material, pues decía que
Dios le había enviado sobre todo para ellos. Era muy indulgente con los
pecadores arrepentidos; en cambio se mostraba inflexible con los
impenitentes, aunque nunca invocó contra ellos el poder civil, como se
acostumbraba entonces. Tal actitud le ganó más de una conversión.
Algunos nobles, abusando de su bondad, usurparon los derechos de su
iglesia; pero Guillermo no se amilanó ante la amenaza de confiscación de
bienes y llevó el caso ante el rey. Su humildad y paciencia triunfaron
en varias ocasiones de la oposición de su capítulo y su clero. Guillermo
convirtió a muchos albigenses, y su última enfermedad le sorprendió
cuando estaba preparando una misión para esos herejes. A pesar de su
padecimiento, decidió predicar un sermón de despedida. Esto hizo que la
fiebre aumentara y que Guillermo tuviese que posponer su viaje. La noche
siguiente, previendo que se acercaba el fin, Guillermo insistió en
adelantar el canto de los nocturnos, que tiene lugar a medianoche; pero,
habiendo trazado sobre sus labios la señal de la cruz, sólo pudo
pronunciar las dos primeras palabras. Entonces dio la señal a los
presentes de que le colocaran sobre un lecho de ceniza, y murió al
amancer del 10 de enero de 1209. Su cuerpo fue sepultado en la catedral
de Bourges. En 1217, después de numerosos milagros, sus restos fueron
depositados en un relicario. El papa Honorio III le canonizó al año
siguiente.
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Fuente: "Vidas de los Santos" de Alban Butler
Comunidad Católica Vidas Santas Páginas Católicas... dedicadas a las personas que aman la Vida de los Santos, Beatos, Venerables y Siervos de Dios del Mundo! En la vida de los hombres y mujeres llamados Santos encontraremos un camino a seguir en el deambular por este valle de lágrimas que es nuestra vida en la Tierra. En ella se busca el lema de la Paz, la Tolerancia y la Caridad, en un intento de recoger el máximo de imágenes de Santos
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