San Apolo, Abad
Enero 25
380.
Después de haber pasado muchos años en una ermita, San Apolo, que tenía entonces
cerca de ochenta años, fundó y gobernó una comunidad de monjes en las cercanías
de Hermópolis.
Su hábito era blanco, de tela áspera; comulgaban diariamente,
y el venerable abad les hacía también a diario una exhortación para su provecho
espiritual.
En tales exhortaciones, insistía frecuentemente en los males de la
tristeza y la melancolía, diciendo que la alegría del corazón debía mezclarse
a las lágrimas de penitencia, por ser un fruto de la caridad y un requisito necesario
para mantener el espíritu de fervor. Los extraños reconocían al abad por
la alegría que se reflejaba en su rostro. San Apolo rogaba constantemente a Dios
para que no permitiera que fuese presa de los sutiles engaños del orgullo.
Se cuenta que en una ocasión en que había liberado a un poseso, el demonio gritó
que no podía resistir a la humildad del santo. Se cuentan muchos milagros de
San Apolo. Tal vez el más notable fue una multiplicación continua de panes, con
los que alimentó, durante cuatro meses de carestía, no sólo a sus propios monjes,
sino a toda la población. En sus últimos días, cuando tenía ya más de noventa
años, San Apolo recibió la visita de San Petronio, quien fue nombrado posteriormente,
en 393, obispo de Bolonia.
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Fuente: oremosjuntos.com
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